La prensa paraguaya la llamó “La heroína de Villa Hayes”.
Nosotros decimos que fue una valiente joven que luchó por actuar libremente y sin miedos.
La libertad es un derecho. Y ejercer la libertad y especialmente para señalar los actos de injusticia o de corrupción, es legítimo. Es un derecho legítimo de los pueblos que se dicen democráticos. Y pisotear esos derechos son demostraciones de autoritarismos propios de las dictaduras.
La estudiante paraguaya de enseñanza secundaria Antonella Mateu el día jueves 16 de agosto de este 2018, en la ciudad de Villa Hayes, encaró al flamante gobernador (que asumía el cargo) y le dijo que no merecía estar en ese alto puesto, que era indignante verlo allí porque “no era un glorioso representante” porque tenía una causa abierta por actos de corrupción.
Antonella fue retirada inmediatamente del lugar. Fue violentada en su derecho a expresarse siendo que ella era un referente de una institución educativa de la región. Un referente, no precisamente por una ideología política, sino por su rendimiento académico. Antonella era la estudiante abanderada del instituto secundario al cual asiste: Complejo educativo NUR. Y eso significa mucho. Porque para definirla y para elegirla como tal seguramente los educadores deben haber evaluado convenientemente, además de sus calificaciones como estudiante, su calidad humana y sus valores éticos y morales. Para habilitarla como una muy distinguida representante de toda una institución y como portadora de la bandera nacional.
Pero a la hora de encarar al político Rubén Rousillón, expresándole su opinión, como una joven ciudadana, sobre su alta investidura –y sin ejercer contra él violencia física- fue literalmente desvalorizada y avasallada en su derecho a ejercer la libertad de expresarse.
Hay que consignar que Rubén Rousillón, del Partido Colorado, venía siendo investigado por un presunto desvío de fondos (una acto de corrupción) en su administración anterior.
Nunca nadie imaginó que en ese momento en que se llevaba a cabo la ceremonia en la que Rousillón asumía como gobernador, iba a ser increpado libremente nada menos que por una estudiante, en un espacio público y ejerciendo un derecho amparado en la Constitución.
Una estudiante a la que luego pretendieron desprestigiar y desvalorizar. Pero fue imposible. Su actitud de joven libre y con derechos recorrió el país y el mundo. Porque fue una actitud ejemplar. Una actitud que debería haber sido adoptada por todos los ciudadanos de Villa Hayes, que conocían como ella, que el flamante gobernador estaba bajo la mira de la justicia como presunto elemento corrupto. Todos lo sabían pero la que habló sin hipocresías fue Antonella.
Pero vayamos al grano.
El primer avasallamiento a la justicia y a la democracia fue haberse llegado a ese punto. Al punto de que Rubén Rousillón, que estaba siendo investigado (y que aún se desconocían los resultados de las investigaciones) fue nombrado gobernador. Partamos desde ese momento y veamos la situación.
La comunidad y las autoridades tenían sospechas sobre Rousillón, entonces ¿por qué seguir por el camino del nombramiento? ¿Y por qué escandalizarse por la actitud crítica de una estudiante que lisa y llanamente no hizo otra cosa que decirle en la cara (sin hipocresías) lo que seguramente muchos de los presentes estaban pensando.
Hipocresías de nuestros días.
Prácticamente a los pocos minutos de este episodio inédito, en el Paraguay (y creo que en la región y en el mundo), acusaron a Antonella de haber cometido un acto de agresión verbal muy grave.
Y tan grave parece que fue que la sacaron de un brazo del lugar y le dijeron que estaba suspendida en el instituto. El periodismo local difundió el hecho y con el correr de las horas y los días la situación tomo otro perfil. Se le levantó la sanción a Antonella y desde esferas del gobierno consideraron que su actitud no constituía falta alguna. Los periodistas informaron que la Ministra de la Niñez y la Adolescencia, Teresa Martínez dijo que lo sucedido (refiriéndose a la sanción que se le aplicó desde el instituto educativo privado) es una clara falta a la libertad de expresión y a la ciudadanía de la menor, indicando además que el uniforme que llevaba en ese momento no le quitaba su condición de ciudadana “por lo que su suspensión no tenía sustento”
Nuestro compromiso, nuestro lazo con Pablo Medina data desde el mes de marzo del año 2005, momento en que el director de Antimafia Dos Mil Giorgio Bongiovanni -fundador de Antimafia Duemila- lo conoció personalmente en la ciudad de Asunción, en Paraguay, escuchando de su propia boca la historia del asesinato de su hermano, el periodista Salvador Medina, hecho criminal cometido en enero del 2001. Asesinato que fue promovido y ejecutado por un sicario de la narco política paraguaya en un camino rural de la localidad de Capibary, muy cercano a la vivienda en la que el periodista vivía junto a su familia. El sicario fue detenido y fue condenado, pero nunca delató ni mencionó la identidad de los mandantes del mortal ataque.
Trece años después, nuestro compromiso con Pablo Medina se mantiene y se renueva, especialmente cada año desde el momento mismo en que él fue asesinado junto a su asistente Antonia Almada, exactamente pasado el mediodía del día 16 de octubre del año 2014, en un apartado camino rural de una región cercana a la frontera con el Brasil llamado Villa Igatimi, en el departamento de Canindeyú, distante unos cincuenta kilómetros de la ciudad de Curuguaty.
Cuatro años después de ese muy duro golpe al periodismo paraguayo y a Antimafia Dos Mil, la cita para rendirles merecido homenaje a los dos caídos en el cumplimiento del deber de informar, fue en la sala Bicameral del Congreso Nacional de la capital paraguaya.
El recinto elegido para un evento removedor y revelador. Revelador especialmente, porque una vez más la cultura de la Antimafia dijo presente para señalar con el dedo la podredumbre de un sistema político cómplice del doble atentado. En definitiva, también cómplice del asesinato de 17 periodistas paraguayos, desde la caída de la dictadura militar de Alfredo Stroessner a la fecha.
Estoy seguro que para no pocos paraguayos, la sala del Congreso Nacional no fue la mejor opción edilicia para homenajear a Pablo Medina, con un Panel-Debate bajo la consigna “La lucha contra la mafia, el narcotráfico y el crimen organizado en el Paraguay”.
Quizás tengan razón. Quizás no la tengan. Pero en definitiva el Congreso Nacional le pertenece al pueblo, en el entendido de que quienes allí trabajan como diputados y senadores, son representantes de ese pueblo. Partiendo de esa premisa entonces, qué mejor que haber elegido ese reciento para que un periodismo antimafioso ponga las cosas en su justo sitio en la misma “boca del lobo”, hablando libremente sobre lo que verdaderamente rodea al doble crimen de Villa Igatimi y de los crímenes de los restantes periodistas, en plena democracia paraguaya.
En definitiva, hablar a calzón quitado y sin ser complacientes con el sistema político, y en la casa misma donde los parlamentarios conviven a diario (supuestamente para hacer un trabajo honesto y sin corrupciones) fue lo mejor que nos pudo haber pasado (como en años anteriores) especialmente a nosotros que ejercemos un periodismo libre, en estos días en los cuales la aureola de legalidad y de ética del sistema político está literalmente contra las cuerdas y con tufo pútrido.
Pablo y yo éramos amigos. Para mi Pablo fue un maestro de periodismo por su forma de actuar en el campo, acompañado en forma inseparable por su cámara fotográfica. Pablo lograba descubrir las noticias que todos mantenían ocultas; entrevistando a colaboradores de la justicia, a investigadores y cotejando directa y constantemente todo con sus fuentes personales. Los artículos de Pablo eran directos, no tenían pelos en la lengua. Pablo escribía lo que veía en forma meticulosa, sin que las informaciones que él revelaba sobre los mafiosos, sobre los narcotraficantes, o los poderosos de turno, fueran desmentidas por los mismos. Pablo Medina fue asesinado el 16 de Octubre de 2014, junto a su joven asistente Antonia Almada mientras recorrían un camino rural de Villa Ygatimí, en el Departamento de Canindeyú, en la frontera con Brasil. Falleció en el campo, mientras desarrollaba su labor de investigación sobre ese área crucial para el narcotráfico paraguayo y brasileño.
Por Jean Georges Almendras desde Asunción -16 de octubre de 2018
Intensa y dinámica fue la actividad de las últimas horas en la ciudad de Asunción. Una actividad expresamente destinada a informar a la sociedad paraguaya que este día –martes 16 de octubre- en la capital paraguaya la sala bicameral del Congreso Nacional será escenario de un nuevo homenaje al periodista Pablo Medina y a su secretaria Antonia Almada ambos asesinados exactamente hace cuatro años, en un camino rural de Villa Igatimi, en el departamento de Canindeyú.
Literalmente abrazados por las altas temperaturas nos fuimos desplazando por las calles de la ciudad de Asunción. La jornada laboral marcó un tránsito pesado. Transito pesado que nos fue causando demoras para llegar al Congreso Nacional con el cometido de ajustar detalles respecto a los equipos de audio, trasmisión y otros detalles exclusivamente técnicos (más algunas burocracias) que los jóvenes de Our Voice y Jorge Figueredo asumieron con paciencia infinita.
Mientras la rutina parlamentaria –cargada en imágenes de un sistema burocrático que aturdía y devoraba- seguía su curso, nosotros fuimos allanando asuntos pendientes procurando solucionarlos. Y en determinando momento en ese pandemónium del primer piso del Congreso Nacional, donde está la sala de prensa, un periodista de ABC Color nos abrió las puertas para poder decir una vez más a la sociedad que el aniversario de un doble crimen no ha sido olvidado.
Dentro del Congreso Nacional se viven ciertas situaciones; afuera se viven otras. Afuera: un grupo de campesinos está concentrado a las puertas mismas de la sede los parlamentarios: se oyen protestas y se detonan petardos. El grito popular lanzado a los rostros de los representantes del pueblo. ¿Representantes todos ellos verdaderamente?¿O solo algunos?¿ O ninguno?.
Ya no importa. Solo importa seguir adelante.
Seguir adelante con lo que significa un aniversario. Un aniversario que debería avergonzarnos a todos. Que debería rebelarnos a todos.
4to aniversario de crimen de Pablo y Antonia en Paraguay moviliza al periodismo
“El próximo 16 de octubre se cumplirán cuatro años de aquella jornada ingrata, triste y terrible del asesinato del periodista Pablo Medina. Pablo, de 53 años, muere en el mediodía de aquel día en un camino rural de Villa Igatimi, en el departamento de Canindeyú, a pocos kilómetros de Villa Curuguaty. Todos recordamos el cruel asesinato de Pablo y el de Antonia Almada, de 19 años. Y todos sabemos que ese día una hermana de ella, se salvó de la muerte”.
Fueron las palabras del periodista Oscar Acosta (uno de los colegas con más trayectoria en el Paraguay, que además es abogado) al comenzar el programa “En voz alta” en estudios de radio Monumental; un programa de muy alta audiencia en todo el territorio paraguayo y que además es televisado, con alcance nacional, por el canal de televisión Telefuturo.
Nuestra participación en ese programa , acompañados por el abogado y agente fiscal y director de Antimafia Dos Mil Jorge Figueredo y por el periodista y representante en Sudamérica del Movimiento Cultural Internacional Our Voice (Nuestra Voz) Matias Guffanti, permitió difundir un nuevo evento organizado por los redactores de Antimafia de Paraguay, en homenaje al periodista Pablo Medina , que además de ser trabajador del diario ABC al momento de hallar la muerte, formaba parte de nuestra redacción como colaborador.
Por Jean Georges Almendras desde Paraguay-9 de octubre de 2018
¿Y después de la condena de Vilmar “Neneco” Acosta (sentenciado a 39 años de cárcel en el mes de diciembre del pasado año, por instigador) qué es lo que habrá de ocurrir en el Paraguay, a cuatro años del doble atentado cometido contra nuestro redactor Pablo Medina y contra su asistente Antonia Almada en un solitario camino de Villa Igatimi, en el departamento de Canindeyú, en la zona de Curuguaty, en Paraguay?
Pues ocurrirá lo que tiene que ocurrir: los periodistas compañeros de Pablo, de ABC Color, y de la redacción de Antimafia Dos Mil, y los periodistas paraguayos, hablarán por los medios de comunicación sobre el cobarde atentado del 16 de octubre del año 2014.
Hablarán (y hablaremos) de aquella infamia; y homenajearemos al colega y a su asistente Antonia Almada, caídos en el cumplimiento del deber de informar. Como caen todos los que de alguna forma y en alguna medida, y en algún momento enfrentan al poder y a todos sus mecanismos extendidos en la sociedad de la cual formaban parte.
La crueldad mafiosa, cuya autoría tuvo y tiene nombres y apellidos, se dio cita aquel día para abrir una vez más sobre la tierra paraguaya el abanico de la impunidad. Esa impunidad que campea desde hace tiempo en un país saqueado por la mano criminal del narcotráfico, ya sea abrazada del poder militar de los días de dictadura, ya sea abrazada del sistema político de los días de democracia.
Una crueldad anunciada desde los días en que toda la riqueza económica y cultural de ese maravilloso pueblo y de esa maravillosa tierra se fue desmoronando estrepitosamente a causa de la guerra de la Triple Alianza. Esa guerra infame que fue estrangulando un país referente y líder en progreso de nuestra América Latina.
El crimen organizado paraguayo y regional con sus metodologías mafiosas violentaron a una población e hicieron añicos la democracia. Y tanto la destrozaron, que los ríos de sangre y muerte de la dictadura militar no quedaron atrás porque las libertades también fueron cercenadas y los resultados fueron trágicos a la luz de la democracia. Una democracia en la fueron asesinados muchos periodistas, como si fuera algo normal. Como si fuera algo habitual.
Vilmar Neneco Acosta, ex intendente de Ypejhú, fue condenado este martes, luego de tres años del doble asesinato. Foto: Dardo Ramírez.
Martes 19 de diciembre de 2017
Vilmar Neneco Acosta, ex intendente de Ypejhú, fue condenado este martes a 29 años de cárcel, más 10 años por medida de seguridad, tras ser hallado culpable del homicidio doloso de Pablo Medina y de Antonia Almada, en calidad de instigador.
A poco más de tres años del crimen, Acosta fue condenado y permanecerá en la Penitenciaría Nacional de Tacumbú, en donde está recluido actualmente.
Los familiares de Pablo Medina se mostraron bastantes conformes con la pena máxima para Acosta. "Agradezco a la justicia paraguaya por la valentía, estoy muy conforme", manifestó su padre don Pablo Bernal Medina.
Por su parte, la defensa afirmó que no están conformes con la sentencia y apelará la condena. Los fiscales Sandra Quiñonez y Vicente Rodríguez representaron al Ministerio Público.
Durante el juicio oral, la Fiscalía había solicitado la pena de 30 años por el doble homicidio, más 10 años como medida de seguridad.
La condena fue dictada por el Tribunal de Sentencia de Salto del Guairá, integrado por los magistrados Ramón Trinidad Zelaya, Rosa Yanine Ríos y Benito Ramón González.
Medina y su ayudante fueron asesinados el 16 de octubre del año 2014 en Villa Ygatymí, Canindeyú. Medina fue emboscado y falleció a causa de las heridas provocadas por armas largas, al igual que Almada.