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testa 2016enespañol
ineditoSin precedentes la postergación del juicio oral a Vilmar Acosta; nos genera preguntas, a tres años del doble crimen
Por Jean Georges Almendras-12 de octubre de 2017

A las ocho de la mañana del próximo lunes 16, Vilmar “Neneco” Acosta, iba a ingresar al Palacio de Justicia, en un vehículo policial (seguramente por uno de los portones posteriores del gran edificio judicial) y con las manos esposadas hacia adelante, y estamos seguros que luciendo un muy prolijo aspecto, y mostrando su habitual sonrisa (desbordante de cinismo) como carta de presentación para el primer día del juicio oral al que iba a enfrentar, por la muerte del periodista Pablo Medina y de su asistente Antonia Almada. Afuera entre tanto, muchas personas iban a estar con pancartas, manifestándose en reclamo de justicia y en apoyo de los familiares del periodista asesinado. El uno compareciendo a un tribunal y los otros, consolidando una legítima protesta pública por el doble asesinato cometido hace tres años, exactamente, y en la misma fecha. ¿Esa jornada, la del lunes 16, iba a ser el inicio de una nueva etapa, respecto a un atentado contra la libertad de informar y contra la democracia paraguaya actual? Al menos por ahora, no lo sabemos, porque el juicio oral se postergó, así de simple, porque el Juez Presidente del Tribunal Dr. Ramón Trinidad Zelaya, dijo que se encontraba afectado por una “recarga de trabajo” agregando que el juicio oral podría ser en marzo de 2018 o quizás antes.

Pablo Medina era uno de nuestros colaboradores. Lo conocíamos, mucho antes de que las balas asesinas le segaran su vida y la de su asistente, en un camino rural de difícil acceso, de la zona del balneario Ygatimí, a unos 50 kilómetros de la ciudad de Curuguaty (zona paraguaya donde el narcotráfico “manda” y “ordena” y “cosecha toneladas de marihuana”) , en el departamento de Canindeyú.

Su muerte, hace tres años, fue para nosotros un golpe muy duro. Un sacudón. Un verdadero revés del destino. Para la familia suya otro tanto: su esposa Olga y sus dos hijos adolescentes que residían con él en Curuguaty, recibieron la mala nueva y en ese segundo sus vidas hicieron un giro dramático. Su hija Dyrsen y sus hijos, también sintieron en lo más íntimo, semejante pérdida. Pero en la casa de los padres de Pablo, el golpe tuvo alcances indescriptibles. Con la muerte de Pablo, la mafia del narcotráfico paraguayo le arrancaba su tercer hijo a Ángela Velázquez y a don Pablo Medina (años atrás habían sido asesinados Salvador y Salomón). Los hermanos del periodista, Francisco y Gaspar, con igual intensidad lloraron y asumieron su desaparición física. Y todos los demás familiares del núcleo Medina, sus vecinos, sus amigos y los allegados, de la zona en la que vivían, no hallaron ni palabras ni consuelo, ante tanta barbarie y tanta saña de parte de los asesinos. Unos meses después del crimen, se sucedía otra tragedia más en la casa de los Medina: fallecía Ángela, la madre de Pablo, agobiada por la angustia, por la impotencia y por la rabia, de ver con sus propios ojos cómo uno a uno los mafiosos le fueron arrebatando a sus hijos.

Pero en el seno de la familia Almada, el dolor que se sintió, tuvo ribetes más dramáticos: la pérdida de una vida joven fue un episodio demoledor para los padres y hermanos de Antonia; un episodio horrendo y cruel, para sus padres; pero no menos demoledor, horrendo y cruel fue el impacto emocional que sufrió su hermana, que pudo sobrevivir al despiadado ataque, ya que se encontraba junto a ella, en la camioneta que guiaba Pablo Medina.

Y si bien el dolor y el luto de las familias de los dos trabajadores del periodismo, caídos en el cumplimiento de su misión de informar, fue sobrecogedor y angustiante, también fue particularmente delicado y sensible, el dolor y la impotencia que sintió la sociedad paraguaya y el periodismo local, regional y mundial, ante un nuevo ataque mafioso contra el periodismo libre.

Los paraguayos se indignaron ante el doble asesinato y el periodismo marchó por las calles de Asunción y de otras ciudades. Se hicieron sentir las protestas: en todas ellas se clamaba por justicia, y se sigue clamando. Siempre buscando alejar de este nuevo hecho criminal, el manto de la impunidad. Para que los ideólogos y los sicarios no se vean beneficiados.

Uno de los sindicados como autor intelectual del atentado fue el ex intendente de Ypejhú, Vilmar “Neneco” Acosta. Y los sicarios que accionaron los gatillos de sus armas, fueron nada más ni nada menos que dos de sus familiares: Flavio Acosta y Wilson Acosta.

Una vez cometido el doble crimen, e identificados los sicarios y hasta el autor intelectual, las informaciones periodísticas sobre las investigaciones fueron moneda corriente en los meses que siguieron al hecho. Hasta que finalmente recién a los muchos meses del doble crimen, primero se detuvo en el Paraguay al chofer de “Neneco” Acosta. Mucho después, finalmente cayó el ex intendente. Se le colocaron las esposas y se le dio la voz de alto en el Brasil. Sobrevinieron entonces infinidad de idas y venidas burocráticas y jurídicas hasta que por fin se lo extraditó al Paraguay. Se lo internó en la cárcel de Tacumbú, donde se encuentra ahora mismo, mientras usted lector lee estas líneas, Desde allí sus abogados accionaron escritos y chicanas legales para dilatar el juicio oral, pero todo tiene un límite, porque éste finalmente ya será una realidad: el próximo 16 de octubre.

Bastante tiempo después de la captura de Vilmar Acosta, se capturó –también en el Paraguay- a uno de los sicarios: Flavio Acosta. Se esperan los trámites para que se concrete su extradición. En cuanto a Wilson Acosta, su paradero es desconocido. ¿De quién o quiénes recibe ayuda y logística para escabullirse fácilmente de las redadas policiales que se han venido haciendo desde los primeros días después del doble crimen?¿Esas ayudas serán las mismas que beneficiaron oportunamente la clandestinidad de Vilmar Acosta y Flavio Acosta?¿Serán ayudas relacionadas con políticos de su conocimiento, por sus vinculaciones estrechas con el narcotráfico local e internacional?.

Este lunes 16 de octubre, a tres años exactos del doble crimen del balneario Igatymí, iba a dar comienzo el juicio oral al hombre –Vimar Acosta- que se estima dio la orden de matar al periodista. Al menos así estaba previsto, pero pasado el mediodía de ayer, miércoles 11 de octubre, oficialmente se dio a conocer la noticia de la postergación del juicio.

“Como el caso de “Neneco” vence en 2019 recién queremos culminar algunas causas pendientes de la zona de Canindeyú que están por vencer según la Ley Camacho, que establece un plazo no mayor de cuatro años para el desarrollo de un juicio antes de su extinción” declaró el Juez Presidente del Tribunal de Sentencia Trinidad Zelaya, quien precisamente se encuentra de licencia hasta el próximo lunes.

En el mes de marzo del año próximo, o en el momento que se inicie el juicio oral, Ángela, la madre de Pablo, no estará presente en la sala del Palacio de Justicia. Estará su esposo, don Pablo Medina. Estarán sus hijos, sus nietos. Estará la familia del periodista. Estará la familia de Antonia Almada. Estará la sociedad paraguaya. Estarán periodistas compañeros de Pablo. Estaremos nosotros.

Y seguramente, instalados en la sala destinada para el inicio del juicio oral, observando la irónica sonrisa de Vilmar Acosta, nos preguntaremos, casi con obligación sacro santa: En marzo (o cuando el Presidente del Tribunal tenga menos carga laboral y no esté en los límites de finalización de su licencia, como ocurrió ahora en este octubre) ¿correrán por los andariveles correctos, los días de audiencias y la toma de testimonios? ¿Correrán vientos favorables para la materialización de la justicia en torno a un caso de asesinato de dos periodistas, que tuvo un fuerte impacto mediático y tanto daño le hizo a la democracia paraguaya? ¿No será que otra vez la impunidad nos hará una brutal zancadilla y vayan a surgir nuevamente de la nada “chicanas “o impedimentos para dilatar las audiencias y las sentencias” o “nuevas cargas laborales del presidente del Tribunal” para postergarlo otra vez el juicio?¿No será que el juicio oral se extenderá tanto en el tiempo que se perderá en el calendario y en los tecnicismos jurídicos y en las intrigas políticas, de por fuera del Palacio de Justicia?¿ No será que todo quedará en la nada?¿No será?

¿Estaremos más cerca de la Justicia o más cerca de la Impunidad? No olvidemos, respecto a todos los periodistas asesinados antes que Pablo Medina, que la impunidad y el encubrimiento dejaron su sello inconfundible, en la sociedad paraguaya. Un sello oprobioso y nefasto, para los gobiernos que se jactaron y se jactan de ser democráticos.

Se viven momentos muy complejos en el Paraguay de hoy, política y socialmente hablando. Los debates y las confrontaciones en el mundo parlamentario y político, y en los ámbitos de la Fiscalía y de la Justicia, no son pocos. Hay disconformidades sociales; hay campesinos planteando reclamos; hay campesinos que vivieron la masacre de Curuguaty que reclaman investigaciones para hallar culpables en filas policiales; hay narcotráfico; hay sectores de la sociedad pasando graves dificultades económicas; hay corrupción y hay protestas estudiantiles reclamando mejor educación; hubo incidentes frente al Congreso Nacional después de registrarse inconstitucionales intentos de perpetuar a Horacio Cartes, con un saldo estremecedor de heridos y detenidos, y hasta la muerte de un joven en manos de una policía descontrolada y criminal. Hay un clima político y social muy tenso, en Paraguay.

Y en medio de estos momentos complejos, suponíamos todos que iba a sobrevenir el juicio oral a Vilmar “Neneco” Acosta, pero sorpresivamente se postergó. No puedo dejar de pensar, incluso, que el Presidente del Tribunal Ramón Trinidad Zelaya postergándolo (con un pretexto, que aun siendo argumentado operativamente, no nos deja de resultar, tan doméstico como inédito, y sin precedentes) fue -hablando bien y pronto- como hacerse el desentendido de un juicio como el de “Neneco”, ignorando el significado que el mismo tiene para la sociedad paraguaya. En guaraní, entonces diríamos que don Ramón Trinidad Zelaya parecería que se hizo el “Ñembotavy”.

¿A las ocho de la mañana de algún día de marzo, comenzará el tiempo de la Justicia o comenzará el tiempo de la impunidad?

Esperemos estar allí, en el Palacio de Justicia de la ciudad de Asunción, para saberlo.

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Portada: diseño y foto de Diego Grachot

 

 

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