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solePor Annamaria Iurlaro

El 21 de junio, solsticio de verano, el sol se detiene (del latín sol-sistere). Las condiciones orbitales del sol, en este momento astronómico, son tales que determinan la ilusión de un sol que se detiene durante tres días y luego comienza a moverse en la dirección opuesta, viajando desde el punto más alto absoluto de su órbita, hacia el más bajo, que será el que alcanzará en el solsticio de invierno. Pocos días después, exactamente tres, se celebra la fiesta de Juan Bautista.

Este es el momento más exuberante del año, el pico de la temporada estival en la que la producción de flores y frutos es tal que muchas tradiciones populares consagran numerosas plantas a Juan Bautista, potenciando sus propiedades curativas y mágico/protectoras y encendiendo hogueras propiciatorias para celebrar la luz que llega a su apogeo. Estamos bajo el signo de cáncer, un signo femenino y materno, un signo de agua ligado a la luna, que baña la tierra fértil que da a luz a sus hijos, donándolos con gran generosidad. Es el tiempo de la abundancia, de la luz.

Vivimos momentos de alegría en pleno calor del sol, yendo al encuentro de la "buena estación" justo cuando los días, paradójicamente, comienzan a declinar-a acortarse- y el sol se encamina hacia su trayectoria descendente. Nuestra Madre Tierra se mueve en un sistema solar cuyo corazón es el Padre Sol, fuente de luz y vida del Alma Terrenal y de nosotros humanidad y, cuyos ritmos, a lo largo del año, nos guían fijando, cíclicamente, poderosos puntos de fuerza en la cruz cardinal, aquella dibujada por los equinoccios y solsticios.

La importancia de determinados momentos del año, siempre ha sido conocida por los hombres por la interpretación fundamental que contienen. Para testimoniar cómo el conocimiento se transmite a través de fuerzas que, aunque de la misma naturaleza, suben de nivel a lo largo de la espiral de la evolución humana y cósmica; los romanos ya tenían en su panteón una divinidad que en la época arcaica representaba al Padre y al Dios de los mismos Dioses: Giano (Janua = Puerta) el guardián de las Puertas, anterior al mismo Saturno.

Fue representado como una deidad de dos caras, generalmente con una de las dos caras se representaba a un hombre viejo y la otra a un joven imberbe. Tenía un cetro en su mano derecha, símbolo real y una llave en su mano izquierda, símbolo del que abre y cierra las edades-los tiempos-. Giano era también el dios de los comienzos, de los pasajes, de los umbrales materiales e inmateriales, de la eternidad. Como guardián de las puertas era quien presidía los solsticios (portales celestiales) que ya para los romanos, y no solo para ellos, formaban parte de un tiempo sagrado. Los solsticios, de hecho, representaron un fuerte simbolismo de pasaje y, más aún, de la frontera entre nuestro mundo perteneciente al espacio y al tiempo, y el estado de espacialidad y la atemporalidad del mundo fuera del nuestro.

Estos portales espacio/temporales son verdaderos momentos mágicos en los que la "cuadrado Tierra", en forma de cruz cardinal, "toca" el círculo cósmico del universo y realiza su cuadratura en el momento en que el hombre percibe que su propósito es vivir lo divino en el mundo, sacralizando su concreción con una mirada al cielo. Presidiendo todos los comienzos tanto en el espacio como en el tiempo, con su cabeza de dos caras, Giano representaba el pasado, el año viejo y el futuro, el año nuevo, cuyo primer mes, (Gennaio) enero, toma su nombre del mismo dios. Pero, ¿qué hay entre lo que ha sido y lo que será? ¿Qué celebramos, en el momento culminante de nuestras festividades? Un año está terminando y otro comienza. Según una interesante observación de René Guenon, Giano tendría un tercer rostro no representado, pero no menos importante.

Observamos cómo en muchas representaciones de divinidades arcaicas, así como en las primeras representaciones cristianas aún hoy visibles, se representaron deidades tricéfalas - de tres cabezas-. Esto sucedió con la figura de Cristo y, a menudo, también con la de la Virgen. Todas las representaciones censuradas y frecuentemente eliminadas por la Iglesia, en las que la cabeza central presentaba a menudo sus propios ojos en común con cada ojo de los otros dos.

Lo que quiere decir que el centro es, pero no es, tiene su propia identidad precisa, pero luego se confunde y se fusiona con el pasado y el futuro. Entonces, ¿dónde está el rostro invisible de Giano y por qué no está representado? Porque es el presente, el momento eterno, el instante esquivo, el aquí y ahora que no existe realmente en la percepción de nuestro mundo, donde todo es pasado o futuro; ese segundo entre inhalación y exhalación, ese imperceptible momento mágico que suspende la manifestación, ese momento que anula simultáneamente el tiempo y el espacio y que contrasta con el incesante movimiento del dualismo de la manifestación misma. Ese movimiento que encontramos inherente al nombre de Giano (Eanus da eundo, gerundio de ire = andare).

No por casualidad, en los Fastos, Ovidio hace que la misma divinidad diga: "Yo solo custodio vuestro universo y el derecho a centrarlo- dirigirlo- sobre su eje-bisagra- está en mi poder". Giano es lo eterno y, al mismo tiempo, el creador de la manifestación que todo lo mueve, girándolo sobre su eje-bisagra- que, en cambio, está eternamente fijo e inmóvil. Ese eje es el presente eterno, el eje sobre el que se mueve el universo. Todo gira, fluye y regresa, pero la bisagra, el eje, permanece estacionario. La bisagra de las puertas de Giano es el sushumna, el bastón de Ptah, el eje vertical de la cruz, que no es otro que el eje cardinal de los solsticios: EL CAMINO, dirá Cristo.

No es casualidad que en la religión griega los solsticios fueran designados como: "PUERTA DE LOS HOMBRES" el de verano ("dirigido a Boreal, es decir, al norte, es el descenso de los hombres" según Homero), de donde se entra en el mundo del Génesis y de la manifestación individual; y "PUERTA DE LOS DIOSES" la de invierno ("que en cambio se vuelve a Austral, es decir al sur, y que es para los dioses y no la cruzan los hombres, sino que es el camino de los inmortales"), por la cual uno entra a los estados supraindividuales, el camino de regreso a lo no manifestado.

La importancia de preservar el valor de estos momentos clave, impuso a la Iglesia la necesidad de identificar figuras que pudieran reflejar adecuadamente los momentos astronómicos de los solsticios, representando su profundo valor espiritual. Con el tiempo, las formas también pueden asumir diferentes expresiones, pero el Principio permanece idéntico, unitario y de hecho se expresa en niveles de energía superiores y, en este caso, más adecuado para un pueblo que había recibido el mensaje de Cristo y que sabía ver ahora, en la Luz Única, el propio Dios verdadero

Los dos Juanes, en este punto, son los intérpretes perfectos del principio solsticial del mismo nombre, Johannes, que recuerda, incluso si es una hipótesis no probada, el término Janus = puerta, las puertas solsticiales, precisamente. La bisagra de las puertas se convierte entonces en el eje solsticial de los Juanes, el eje de la cruz que indica el camino a seguir, desde la encarnación en este mundo, hasta la redención en el cielo. Llegamos a este mundo, vivimos sobre el eje horizontal, el plano concreto, cuaternario de la vida cotidiana, pero es el plano vertical el que debemos recorrer con el corazón, tocando el centro de la cruz, el punto de encuentro entre lo visible y lo invisible, donde está ubicado el Rostro de Cristo que es el rostro del eterno presente. Perseguir la constancia, la presencia, la alineación del propósito que siempre debe llamarnos de regreso al centro, al camino, a la verdad. Y el presente, la bisagra, el momento, el instante no es otro que Cristo, la Luz, el Sol, el Camino. La tarea del iniciado es vivir el presente en la conciencia del yo. Y si uno pudiera percibir el instante/punto, el tiempo ya no existiría más y, por lo tanto, el espacio desaparecería y realmente sería posible llegar más allá, a cualquier otro lugar fuera de la manifestación.

No obstante, el significado documentado del nombre Juan del hebreo Jehohanan: Jaweh = Dios y Hanán, que en hebreo significa misericordia y alabanza, agrega el hecho de que Juan puede significar tanto "la misericordia de Dios" como "alabanza a Dios." Incluso en el significado del nombre, Juan interpreta dos aspectos: El Bautista, asociado al solsticio de verano, es el "Juan de la misericordia de Dios", ya que la misericordia desciende de Dios sobre el mundo para venir al rescate de los hombres, y el portal de verano, es justamente aquello de lo que los hombres pasan para encarnarse en la tierra (Ianua Inferi). El evangelista, asociado con el solsticio de invierno, es el "Juan de la alabanza a Dios" cuando anuncia la venida de Cristo a través del portal de los dioses (Ianua Coeli).

Juan el Bautista es el femenino; naturaleza que se encarna, da a luz y se manifiesta; el descenso del hombre a la tierra. Juan el Evangelista, en cambio, representa el principio masculino, el espíritu divino, el potencial inherente al hombre para superar su naturaleza humana para salir de la materia. Y juntas son las polaridades de positivo y negativo entendidos como cargas energéticas, la una inseparable de la otra, que sólo en completa fusión encuentran la verdad: en el eje, en el Cristo del que son representantes y del que preceden y continúan, respectivamente, la obra.

Una vez más, un fenómeno, que a menudo consideramos simplemente astronómico, es en cambio una expresión profunda de la voluntad divina, que habla a través del cielo y sus astros, cuyas almas quisieran reflejarse en las palabras y obras de los hombres. Pero los hombres persisten en querer creer que pueden subyugar los ritmos eternos de la naturaleza, paralizándolos y violentándolos, para esclavizarlos a su voluntad. Este no es el caso. Las puertas vuelven a abrirse de par en par y cada vez podemos elegir entre negarnos a nosotros mismos en el rechazo de los dones que nos han sido otorgados, o volver la mirada hacia ese eje que aún puede mostrarnos el Camino que es la Verdad que nos guía, a la Vida del Espíritu.

Annamaria Iurlaro

19 de junio de 2021

Adjunto:

24-04-21 Nosotros, co-creadores de nuestra realidad
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