Por Mara Testasecca
Queridos. En estos últimos días he revisado y reflexionado sobre lo dicho por Jesús y escrito en el Evengelio de Mateo: “Muchos primeros serán últimos, y los últimos, primeros”. (Mateo 19:30)
Leo y deduzco
...no es suficiente ser buenos y capaces si no se tiene el valor de decir la Verdad, incluso si ésta cuesta un precio alto;
...no basta con llevar a cabo cualquier acción a favor de la vida para mecerse en la satisfacción personal...tal vez momentánea y fugaz;
...no basta con ofrecer y servir a lo largo de muchos años a una obra considerada cristiana y cristianizadora si se ha guardado en algún rinconcito una reserva de carácter material y/o una escapatoria de carácter psicológico y espiritual;
...no basta con saber comunicar, saber transmitir, saber hablar del Maestro...decir ¡Señor!
¡Señor! Y no vivir plenamente Su ejemplo de Vida y de Verdad, (el más grande de entre los grandes);
...no basta con dar testimonio si no somos capaces de defender nuestra misión de las críticas de quien no es digno ni siquiera de nombrarla o de quien en algún momento pensó poder influenciarla y coordinarla para su propio beneficio;
...no basta con haber apoyado la obra, incluso económicamente si detrás de toda donación, toda oferta – más allá de la cifra – surge la sibilina pretensión del beneficio personal, del intercambio, de la “expectativa” con respecto a aquel que es y reconocemos como nuestro máximo referente: Giorgio Bongiovanni.
Queridos hermanos, amigos, compañeros de viaje...hoy más que nunca sentí el deseo de compartir estos sentimientos con todos vosotros para lograr cada vez más hacer propios estos conceptos de vida.
El Evangelio responde siempre, puntual, a aquellas que podrían ser reflexiones vacuas y sin fundamento práctico de un alma como la mía...y la confirmación es la siguiente.
Durante la noche los Apóstoles y su Maestro se reunieron en el lugar elegido por el mismo Jesús y comenzaron las celebraciones pascuales. Los Evangelios difieren con respecto a los hechos que ocurrieron durante la comida, en especial los anteriores a la institución eucarística.
Juan nos revela desde el comienzo el estado de ánimo de Jesús: “Sabiendo que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, después de haber amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el final”.
Los discípulos ignorantes de los acontecimientos que tendrían lugar, como buenos hombres de su tiempo se contradecían en relación a los lugares que ocupar (según Lucas ocurrió luego de la institución eucarística): cada uno de ellos deseaba un lugar más honorífico y ya surgían los comentarios sobre quién de ellos fuera el más grande de entre los doce. Ya anteriormente Jesús había calmado una discusión similar con una parábola y con la frase célebre: “Los últimos serán los primeros”. Se trata específicamente de la parábola de los trabajadores de la viña, parábola de Jesús que sólo se encuentra en el Evangelio según Mateo (20, 1-16)
Entonces en esa humillante escena Jesús responde, según Juan, con los hechos. Luego de haberles explicado cómo el más grande es aquel que se propone como siervo de sus hermanos, Él se levantó de la mesa, tomó una toalla se la ató a la cintura y tomó un recipiente y empezó a lavar los pies a sus discípulos, demostrando cómo Él, que era el Maestro, se había convertido en el más humilde entre ellos. Sólo Pedro trató de detener el gesto del Maestro, diciendo: “¿Señor, tu me lavas los pies?”, y recibiendo como respuesta el hecho de que si no hubiese aceptado este servicio, no participaría junto a Él en el reino de los cielos...
Un abrazo a todos. Mara
Sant'Elpidio a Mare
9 de Febrero de 2011
Leo y deduzco
...no es suficiente ser buenos y capaces si no se tiene el valor de decir la Verdad, incluso si ésta cuesta un precio alto;
...no basta con llevar a cabo cualquier acción a favor de la vida para mecerse en la satisfacción personal...tal vez momentánea y fugaz;
...no basta con ofrecer y servir a lo largo de muchos años a una obra considerada cristiana y cristianizadora si se ha guardado en algún rinconcito una reserva de carácter material y/o una escapatoria de carácter psicológico y espiritual;
...no basta con saber comunicar, saber transmitir, saber hablar del Maestro...decir ¡Señor!
¡Señor! Y no vivir plenamente Su ejemplo de Vida y de Verdad, (el más grande de entre los grandes);
...no basta con dar testimonio si no somos capaces de defender nuestra misión de las críticas de quien no es digno ni siquiera de nombrarla o de quien en algún momento pensó poder influenciarla y coordinarla para su propio beneficio;
...no basta con haber apoyado la obra, incluso económicamente si detrás de toda donación, toda oferta – más allá de la cifra – surge la sibilina pretensión del beneficio personal, del intercambio, de la “expectativa” con respecto a aquel que es y reconocemos como nuestro máximo referente: Giorgio Bongiovanni.
Queridos hermanos, amigos, compañeros de viaje...hoy más que nunca sentí el deseo de compartir estos sentimientos con todos vosotros para lograr cada vez más hacer propios estos conceptos de vida.
El Evangelio responde siempre, puntual, a aquellas que podrían ser reflexiones vacuas y sin fundamento práctico de un alma como la mía...y la confirmación es la siguiente.
Durante la noche los Apóstoles y su Maestro se reunieron en el lugar elegido por el mismo Jesús y comenzaron las celebraciones pascuales. Los Evangelios difieren con respecto a los hechos que ocurrieron durante la comida, en especial los anteriores a la institución eucarística.
Juan nos revela desde el comienzo el estado de ánimo de Jesús: “Sabiendo que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, después de haber amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el final”.
Los discípulos ignorantes de los acontecimientos que tendrían lugar, como buenos hombres de su tiempo se contradecían en relación a los lugares que ocupar (según Lucas ocurrió luego de la institución eucarística): cada uno de ellos deseaba un lugar más honorífico y ya surgían los comentarios sobre quién de ellos fuera el más grande de entre los doce. Ya anteriormente Jesús había calmado una discusión similar con una parábola y con la frase célebre: “Los últimos serán los primeros”. Se trata específicamente de la parábola de los trabajadores de la viña, parábola de Jesús que sólo se encuentra en el Evangelio según Mateo (20, 1-16)
Entonces en esa humillante escena Jesús responde, según Juan, con los hechos. Luego de haberles explicado cómo el más grande es aquel que se propone como siervo de sus hermanos, Él se levantó de la mesa, tomó una toalla se la ató a la cintura y tomó un recipiente y empezó a lavar los pies a sus discípulos, demostrando cómo Él, que era el Maestro, se había convertido en el más humilde entre ellos. Sólo Pedro trató de detener el gesto del Maestro, diciendo: “¿Señor, tu me lavas los pies?”, y recibiendo como respuesta el hecho de que si no hubiese aceptado este servicio, no participaría junto a Él en el reino de los cielos...
Un abrazo a todos. Mara
Sant'Elpidio a Mare
9 de Febrero de 2011