HE ESCRITO EL 17 DE FEBRERO DE 2018:
DETRÁS DEL MIEDO
Por Erika Pais
Querido Maestro:
Hoy, 418 años después de tu partida me siento a escribir. Vos me enseñaste que el tiempo y el espacio ocurren en este mismo instante arriba mío, a la derecha, a la izquierda, abajo, que en el centro mismo está el infinito pero que también está en todas partes.
Entonces, amigo mío, se que esto hace posible que hoy, te escriba como ayer, como antes, como siempre y sobre todo, hace que en este preciso instante que escucho esta música vos leas aquello que escribo… es más que lo leas antes que lo haga, porque en vos, en mí, en el tiempo, ya está escrito.
Te escribo amigo mío porque la rabia, la impotencia, los fantasmas del pasado y del presente continuo, aún me atacan…
Todavía siento ese olor nauseabundo de tus carnes al quemarse, aún tengo en mi alma incrustada la imagen de tu boca cercenada por los asesinos de pensamientos, aún siento tu falta en cada tarde, te veo hoy pero te siento ayer…
Me preguntaras ¿Pero por qué si ahora estoy aquí? He vuelto. Y agregarás:” tuve que morir para que mis ideas vivan. ¿Lo has visto?”
Consuelo, que quizás hacen de mí un viajero en el tiempo, en el espacio, una observadora empedernida de las estrellas, del universo, de la Verdad.
Y te respondo maestro mío: “Hoy tus ideas viven, claro que sí, pero los Hombres siguen muriendo querido amigo”
Hoy tus ideas son gritadas en los teatros, estudiadas en las universidades, proclamadas en los 4 puntos cardinales, así como lo habías anunciado… pero el Hombre muere, continúa muriendo poca a poco y “mucho a mucho”.
Muere a cada instante, en cada acto que realiza y permite que ocurra a su alrededor.
Esta tarde vi en televisión (ese pequeño aparato que trasmite ideas plasmadas en millones de colores, imágenes y textos) que un hombre vestido muy elegantemente ofrecía tus enunciados a las multitudes… pero vi la muerte en los ojos de aquel que los explicaba y en aquellos que oían sin escuchar ni ver.
Hoy 418 años después de tu martirio veo que el miedo, ese sentimiento maldito por el que tantos te acusaron, no era solo religioso, hermano mío, no era solo momentáneo y natural. Y que la causa de tu persecución, en aquel momento, no era porque había que convencer a miles de ignorantes que Dios estaba en la Tierra y estaba encarnado en la Santa Inquisición y la de tantos otros no eran porque “las cosas” debían ser de una y otra forma. Por miedo se asesina y por miedo se deja matar.
Hoy con rebeldía, asco, desazón y tristeza veo que el miedo es parte del Hombre, pero que es algo que se elige, se llama, se anida, alimenta y se “hace” uno con nuestra existencia.
Porque ¿de qué otra forma podría, si no, dominarnos de la manera que nos domina?
Nuestras batallas no las perdemos contra el enemigo, maestro mío, las perdemos contra el miedo.
Tenemos miedo a no ser, pero también a ser. Tenemos miedo del sistema, pero lo servimos por las dudas y porque es lo “único” que creemos conocer. Amamos a las estrellas pero tenemos miedo de ir a buscarlas. Tenemos miedo de perder, pero también de ganar. Tememos a la oscuridad, pero también y mucho más a la luz y sobre todo, al camino que nos conduce hacia ella.
Hoy querido Maestro, se habla mucho del Hombre en las universidades, en las calles, se escriben miles de libros sobre nuestra existencia y las teorías más estrafalarias se exhiben en los anaqueles con letras en colores libremente. Y tu puedes ir y tomar esos libros y leerlos sobre el césped verde y bajo un cielo azul porque hoy no hace falta perseguir a la Verdad. A ella la esconden detrás del miedo y ¡dentro nuestro!
Es ahora el momento cuando más se habla del Hombre, pero menos se sabe de él.
Hoy 418 años después me siento y te escribo porque se me hace muy difícil comprender como podemos elegir estar en las sombras sin siquiera intentar tocar la suave brisa perfumada del Sol.
¿Cómo podemos mirar por la ventana el inmenso jardín de colores manifestado frente a nosotros y cerrar la cortina?
¿Cómo podemos tener tanto miedo a la desnudez que nos elevaría al infinito?
¿Cómo podemos aceptar el falso sabor de las frutas o el olor ácido de la muerte al caminar entre nosotros y mientras tanto “vivir”, casarnos o dar a nuestros hijos en casamiento cómo si esa fuera la razón de nuestra existencia, magna Obra del Padre?
¿Cómo podemos escucharte y seguir siendo los mismos?
¿Cómo podemos renunciar al Sol y pensar que El siempre estará allí para nosotros como una fábula sobre el amor débil?
¿Por qué permitimos aún que nos digan como pensar, como comer, como actuar ¡cómo sentir! si vos estás allí haciendo todo para demostrarnos lo contrario?
¿Cómo podemos tener tanto miedo?
¿Cómo podemos pensar en apoyar a los Justos si no vemos que entre nosotros también hay Justos abandonados?
¿Cómo podemos pensar en ganar sin luchar, en obtener sin renunciar, en sobrevivir sin correr el riesgo a morir, en amar sin conocer y expresar el verdadero amor?
¿Cómo podemos creer sin creer de verdad, profunda y absolutamente?
¿Cómo podríamos mirar sin ver? ¿Cómo podríamos vencer al miedo sin mirarlo a la cara?
Te escribo maestro mío, porque los sentimientos de hoy son los mismos de ayer y porque mis pasos siguen siendo temblorosos al caminar hacia la plaza… que representaba la muerte, pero tu Vida eterna al mismo tiempo.
Porque si te escribo te traigo, te hago nuestro, y el espejo eterno de la Verdad nos devuelve una imagen macabra desnudando el alma. Este es el tiempo, no espera, es aquí y ahora, pero íntimamente seguimos deseando que no fuera ya y nos engañamos caprichosamente en las formas. El tiempo, ese espiral eterno llegó nuevamente, una y otra vez nos alcanza sin remedio y sin piedad.
Y vos estas nuevamente aquí, eternamente venciendo el tiempo, el espacio, la oscuridad.
Pero ¿y nosotros donde estamos, donde estaremos?
Estaremos siempre allí donde extiendes tu mano… detrás del miedo.
17 de Febrero de 2018