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comunidad3DEL CIELO A LA TIERRA
 
LA METODOLOGÍA DE DIOS PADRE

HE ESCRITO EL 23 DE OCTUBRE DE 2017:

MI AMIGO Y MAESTRO FLAVIO CIUCANI ME HA ENVIADO ESTE ARTÍCULO TEOLÓGICAMENTE PROFUNDO E INSTRUCTIVO PARA TODOS NOSOTROS.
LEAMOS, MEDITEMOS Y DEDUZCAMOS.
EN FE
VUESTRO
G. B.

Sant’Elpidio a Mare (Italia)
23 de Octubre de 2017

 

¿EL "PADRE NUESTRO" ES SOLO UNA ORACIÓN?
Por Flavio Ciucani

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Las comunidades cristianas de los primeros Siglos, cuando se reunían, renovaban el recuerdo del sacrificio de Cristo participando de la “cena del Señor”, o la “repartición del pan” (fractio panis) y decían juntos la oración enseñada por Jesús, el “Padre Nuestro”. Es más, se aconsejaba que esta oración se rezara tres veces por día: así como lo encontramos recomendado en uno de los primeros escritos de las comunidades cristianas, al que se le prestaba mucha atención, al menos en los tres, o cuatro, Siglos del principio de la historia, y que representaba una especie de primer manual de doctrina, o de rituales litúrgicos. El título del texto es Διδαχή (Didaché), que significa “enseñanza”, desde la palabra inicial de la primer frase, que completa es: Διδαχή Κυρίου διά τών δώδεκα αποστόλων τοίς έϑνεσιν (Enseñanza de Cristo por parte de los doce Apóstoles a los paganos/gentiles). Por primera vez, después de la “repartición del pan”, en este pequeño libro se utilizó el término “Eucaristía” que significa “dar gracias”. “En el día del Señor (en latín el domingo) reuníos y romped el pan y haced la eucaristía (εύχαριστήσατε, eucaristésate), después de haber confesado vuestros pecados, a fin de que vuestro sacrificio sea puro” (14, 1).

Por lo tanto podemos afirmar, sin temor a ser desmentidos, que el rito de la fractio panis, que luego fuera llamado Eucaristía, y el “Padre Nuestro” siempre estaban presentes, desde el comienzo, en las asambleas (iglesias) de los cristianos de los primeros Siglos. Estos dos momentos de las reuniones de los seguidores de Jesús eran tan distintivos que el Estado romano los tomaba como pruebas acusatorias para afirmar que en las reuniones nocturnas (en la madrugada, antes de que saliera el sol, símbolo de resurrección) se alimentaban con carne y sangre humanas y proclamaban su ateismo en contra de la religión romana.

Jesús continúa con el Sermón del Monte — Enseña a los discípulos la manera de orar — Se les manda buscar primeramente el reino de Dios y Su justicia.

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Examinando con atención los Evangelios de Mateo y de Lucas, así como también la Didajé se puede ver que los tres textos son diferentes, aunque solo ligeramente, entre ellos, pero lo que tienen en común son las palabras que son lo más esencial de la enseñanza de Jesús.

El rezo del Pater es tan habitual que no nos preguntamos por qué fue enseñado, ni cuándo fue que Jesús consideró oportuno enseñar una oración. Ya sea en el relato de Mateo que en los consejos del Didajé la ambientación del Pater es aproximadamente la misma.

El contexto en el cual Jesús enseña a orar es muy preciso. La oración no es una sucesión de palabras sino una condición de ponerse frente a quien uno está dirigiendo la misma. El mismo Jesús le da, intencional y aparentemente, poca importancia a Sus palabras, dándosela a la predisposición física y espiritual: “Más tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cuando hayas cerrado la puerta, ora...” Para ser precisos el término “aposento” es secundario en el vocabulario griego: la palabra ταμειόν tiene como términos análogos principales despensa, granero, almacén, retrete. Por lo tanto Jesús le dice a los Discípulos que se eclipsen en el lugar más oculto de la casa, con la puerta cerrada detrás suyo, para que nadie vea, ni escuche lo que están diciendo.

El exhibicionismo es una característica de los actores y artistas, de todos aquellos cuyo objetivo es precisamente el de ser reconocidos y alabados por los espectadores porque esa es la recompensa. Sustancialmente la oración es una súplica, un pedido, una imploración, que requiere una actitud en la cual la humildad y la sumisión son fundamentales. El mismo Jesús daba el ejemplo de cómo rezar y, evidentemente, pedir: “Levantándose muy de mañana, cuando todavía estaba oscuro, salió, y se fue a un lugar solitario, y allí oraba” (Marcos 1, 35). De todo este contexto nació la enseñanza del Pater.

Jesús, en el Evangelio, se dirige al Padre en términos no convencionales. En pocos pasajes de la Biblia se encuentra la palabra Padre que tiene el mismo significado con el cual lo invoca Jesús. En la Biblia hay momentos, muy pocos, a decir verdad, en los que a Dios se lo llama Padre, a veces el vocablo es utilizado en el sentido de “Creador”, como “¿Así pagáis al Señor, oh pueblo insensato e ignorante? ¿No es Él tu padre que te compró? Él te hizo y te estableció” (Deuteronomio 32, 6), o bien “¿No tenemos todos un mismo Padre? ¿No nos ha creado un mismo Dios? (Malaquías 2, 10). A veces expresa una decisión tomada por Dios: “Con llanto vendrán, y entre súplicas los guiaré; los haré andar junto a arroyos de aguas, por camino derecho en el cual no tropezarán; porque soy un padre para Israel, y Efraín es mi primogénito” (Jeremías 31, 9). Es singular la invocación “¡Abba, Padre! Para ti todas las cosas son posibles; aparta de mí esta copa, pero no sea lo que yo quiero, sino lo que tú quieras” (Marcos 14, 36). A Abba nunca se lo encuentra en la Biblia porque es un término familiar, íntimo, que se podría traducir como “papito”, “o papá”. El hecho de que el evangelista haya dejado este término popular es porque, evidentemente, Jesús lo utilizaba muy seguido. Por lo tanto se dirige al “Pater” al Padre de todos, no solo a los judíos, se dirige a él con el cariño con el que un niño lo hace a su padre. Es asimilar lo que Jesús siempre ha contado de Su Padre. “Por eso os digo, no os preocupéis por vuestra vida, qué comeréis o qué beberéis; ni por vuestro cuerpo, qué vestiréis. ¿No es la vida más que el alimento y el cuerpo más que la ropa? Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros, y sin embargo, vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No sois vosotros de mucho más valor que ellas? ¿Y quién de vosotros, por ansioso que esté, puede añadir una hora al curso de su vida? Y por la ropa, ¿por qué os preocupáis? Observad cómo crecen los lirios del campo; no trabajan, ni hilan, pero os digo que ni Salomón en toda su gloria se vistió como uno de éstos. Y si Dios viste así la hierba del campo, que hoy es y mañana es echada al horno, ¿no hará mucho más por vosotros, hombres de poca fe? Por tanto, no os preocupéis, diciendo: ‘¿Qué comeremos?’ o ‘¿qué beberemos?’, o ‘¿con qué nos vestiremos?’ Porque los gentiles buscan ansiosamente todas estas cosas; que vuestro Padre celestial sabe que necesitáis de todas estas cosas” (Mt 6, 25-32). El relato que hace Lucas (Cap. 12, 22-30) tiene el mismo tenor: “Y dijo a sus discípulos: Por eso os digo: No os preocupéis por vuestra vida, qué comeréis; ni por vuestro cuerpo, qué vestiréis. Porque la vida es más que el alimento, y el cuerpo más que la ropa. Considerad los cuervos, que ni siembran ni siegan; no tienen bodega ni granero, y sin embargo, Dios los alimenta; ¡cuánto más valéis vosotros que las aves! ¿Y quién de vosotros, por ansioso que esté, puede añadir una hora al curso de su vida? Si vosotros, pues, no podéis hacer algo tan pequeño, ¿por qué os preocupáis por lo demás? Considerad los lirios, cómo crecen; no trabajan ni hilan; pero os digo que ni Salomón en toda su gloria se vistió como uno de éstos. Y si Dios viste así la hierba del campo, que hoy es y mañana es echada al horno, ¡cuánto más hará por vosotros, hombres de poca fe! Vosotros, pues, no busquéis qué habéis de comer, ni qué habéis de beber, y no estéis preocupados. Porque los pueblos del mundo buscan ansiosamente todas estas cosas; pero vuestro Padre sabe que necesitáis estas cosas”.

A esta altura los dos evangelistas, Mateo y Lucas, agregaron un consejo conclusivo que explica en forma absoluta el pedido: “... ¡venga a nosotros tu Reino!” De hecho terminan la explicación de Jesús sobre el Padre atento a las necesidades de sus hijos de la siguiente manera: “Pero buscad primero su reino y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas” (Lucas 12, 31 y Mateo 6, 33).

El Capítulo 6 de Mateo, en el que se enseña el Pater, se encuentra precedido por otro gran sermón de Jesús, una de las enseñanzas más famosas y conocidas en la que se anticipan algunas de las reglas fundamentales para tener los requisitos para formar parte del Nuevo Reino.

“Y cuando vio las multitudes, subió al monte; y después de sentarse, sus discípulos se acercaron a Él. Y abriendo su boca, les enseñaba, diciendo:

Bienaventurados los pobres en espíritu,

pues de ellos es el reino de los cielos.

Bienaventurados los que lloran,

pues ellos serán consolados.

Bienaventurados los humildes,

pues ellos heredarán la tierra.

Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia,

pues ellos serán saciados.

Bienaventurados los misericordiosos,

pues ellos recibirán misericordia.

Bienaventurados los de limpio corazón,

pues ellos verán a Dios.

Bienaventurados los que procuran la paz,

pues ellos serán llamados hijos de Dios.

Bienaventurados aquellos que han sido perseguidos por causa de la justicia,

pues de ellos es el reino de los cielos.

Bienaventurados seréis cuando os insulten y persigan, y digan todo género de mal contra vosotros falsamente, por causa de mí. Regocijaos y alegraos, porque vuestra recompensa en los cielos es grande, porque así persiguieron a los profetas que fueron antes que vosotros.

Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal se ha vuelto insípida, ¿con qué se hará salada otra vez? Ya para nada sirve, sino para ser echada fuera y pisoteada por los hombres. Vosotros sois la luz del mundo. Una ciudad situada sobre un monte no se puede ocultar, ni se enciende una lámpara y se pone debajo de un almud, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en la casa. Así brille vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas acciones y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos” (Mateo 5, 1-16)

Es así como el Nuevo Reino pasa a ser algo concreto, posible no solo a través de la fe sino además con esas obras con las cuales el mundo ve que se puede cambiar, que se puede edificar una sociedad justa, avanzada y sujeta a las leyes Universales: “Vosotros sois la luz del mundo... Así brille vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas acciones y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos”.

Esta es una forma verdadera y realista por medio de la cual se puede explicar el sentido de la oración: “Hágase tu voluntad. Santificado sea tu nombre”, que ya no es tal sino que es una aceptación de las reglas crísticas.

A esto hace alusión Juan (Capítulo 17, 17-19) cuando le transmite al Padre un pedido encarecido de Jesús: “Santifícalos en la verdad; tu palabra es verdad. Como tú me enviaste al mundo, yo también los he enviado al mundo. Y por ellos yo me santifico, para que ellos también sean santificados en la verdad”. El no hacer implica permanecer en las “tinieblas” de la ignorancia, del egoismo: “Porque todo el que hace lo malo odia la luz, y no viene a la luz para que sus acciones no sean expuestas. Pero el que practica la verdad viene a la luz, para que sus acciones sean manifestadas que han sido hechas en Dios” (Juan 3, 20-21). “Por tanto, sed vosotros perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto” (Mateo 5, 48).

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Los gramaticos aún no han podido descubrir de dónde deriva el término griego επιούσιον (epiùsion), presente únicamente en el texto del Nuevo Testamento, normalmente traducido como cotidiano De hecho los padres de la Iglesia lo traducían como: “Danos hoy el pan supersustancial” porque ellos relacionaban a esta oración con el sermón que le diera Jesús a los Apóstoles, que estaban aturdidos, desorientados, después de la multiplicación de los panes frente a cinco mil personas. “Entonces le dijeron: ‘Señor, danos siempre este pan’. Jesús les dijo: ‘Yo soy el pan de la vida; el que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí nunca tendrá sed. Pero ya os dije que aunque me habéis visto, no creéis. Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí; y al que viene a mí, de ningún modo lo echaré fuera. Porque he descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió. Y esta es la voluntad del que me envió: que de todo lo que El me ha dado yo no pierda nada, sino que lo resucite en el día final. Porque esta es la voluntad de mi Padre: que todo aquel que ve al Hijo y cree en El, tenga vida eterna, y yo mismo lo resucitaré en el día final’... ‘Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron el maná en el desierto, y murieron. Este es el pan que desciende del cielo, para que el que coma de él, no muera. Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo también daré por la vida del mundo es mi carne’... Entonces Jesús les dijo: ‘En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del Hombre y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el día final. Porque mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí y yo en él. Como el Padre que vive me envió, y yo vivo por el Padre, asimismo el que me come, él también vivirá por mí. Este es el pan que descendió del cielo; no como el que vuestros padres comieron, y murieron; el que come este pan vivirá para siempre’.” (Juan 6, 34-58). El hecho de poner en práctica los preceptos de Cristo nos da la vida y la posibilidad de construir el Reino prometido. Claro está que las opiniones de los antiguos Padres no destierran las exigencias materiales a las que, como hemos visto anteriormente, el Padre provee amorosamente.

Como he dicho en otra ocasión (ver), las personas en quienes Dios se complace, y que santifican su nombre, son aquellas que hacen Su voluntad. “Porque cualquiera que hace la voluntad de Dios, ese es mi hermano y hermana y madre” (Marcos 3, 35). A partir de este concepto podemos entender la frase: “Perdónanos nuestras deudas así como nosotros perdonamos a nuestros deudores”. La deuda deriva del hecho de haber recibido algo, podría ser una devolución de lo dado, podría representar el hacer una operación prometida, o representaría simplemente el reconocimiento de lo que se ha obtenido gracias a una donación. ¡Por lo tanto el pecado es el no honrar la deuda! “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo aquel que cree en El, no se pierda, mas tenga vida eterna”. Es ese el don: la vida eterna. La deuda consiste en creer en Aquel que nos ha enviado el Padre.

La CEI (Conferencia Episcopal Italiana), a través de un comunicado, oficializó la nueva versión “no nos dejes caer en la tentación” en lugar de “no nos sometas a la tentación”. Un teólogo publicó en la página de internet Famiglia Cristiana.it del 18 de Agosto de 2013: “Hay que decir que esta version tradicional no transmite adecuadamente el verdadero significado de la invocación porque implica el riesgo de comprender que es Dios el autor de la tentación. No, Dios no tienta a nadie, como nos recuerda Santiago: “Que nadie diga cuando es tentado: ‘Soy tentado por Dios’; porque Dios no puede ser tentado por el mal y Él mismo no tienta a nadie. Sino que cada uno es tentado cuando es llevado y seducido por su propia pasión. Después, cuando la pasión ha concebido, da a luz el pecado; y cuando el pecado es consumado, engendra la muerte” (Santiago 1, 13-15). Por lo tanto a estas palabras de Jesús hay que asimilarlas como: “No nos dejes caer en la tentación, no nos abandones a la tentación (elegida de la última versión de la CEI)”. La primer consideración que hay que hacer es que el texto transmitido por Santiago habla de las pruebas a las que un cristiano es sometido, que por medio de ellas se fortalece la fe, y por lo tanto no hay que culpar a Dios sino a las debilidades humanas; que Dios, un ser perfecto, no puede ser ni tentado, ni tentar; que durante la prueba la seducción a la tentación deriva de la debilidad individual, de las pasiones individuales. No tiene nada que ver con el hecho de que alguien piense “que es Dios el autor de la tentación”, algo que de todos modos tendría que quedar aclarado por el sacra-docens, el sacerdote, y no cambiar la versión para eximirse de la inevitable explicación. Dios no tienta pero permite la prueba para evaluar la fe del hombre que tiene que estar libre de las pasiones y de las debilidades humanas. ¿Los Apóstoles no fueron sometidos a la prueba de la persecución, por consiguiente a excluirse de las mismas renunciando al credo en Cristo? ¿Cuántos cristianos abjuraron la fe al ser sometidos a la tortura de los verdugos? Y también ha sido escrito “Y después de anunciar el evangelio a aquella ciudad y de hacer muchos discípulos, volvieron a Listra, a Iconio y a Antioquía, fortaleciendo los ánimos de los discípulos, exhortándolos a que perseveraran en la fe, y diciendo: Es necesario que a través de muchas tribulaciones entremos en el reino de Dios”. (Hechos de los Apóstoles 14, 21-22). Es decir que el “no nos dejes caer en la tentación” se podría explicar con “no nos expongas a la prueba porque somos débiles, nos sentimos poco preparados para poder afrontar al Maligno”. De hecho la palabra πονηρού (ponerù) podría traducirse, además de como “mal”, como malo, vil, maligno, dejando en evidencia la intención del evangelista de aludir a aquel que es el verdadero tentador. Existe un vocablo griego compuesto por dos palabras que tiene una única traducción: πονηρο-διδάσκαλοσ (ponero-didàscalos) maestro del Mal. Pero es la gran preparación de Pablo la que precisa: “Por tanto, el que cree que está firme, tenga cuidado, no sea que caiga. No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea común a los hombres; y fiel es Dios, que no permitirá que vosotros seáis tentados más allá de lo que podéis soportar, sino que con la tentación proveerá también la vía de escape, para que podáis resistirla” (1 Corintios 10, 12-13).

No existen dos Fuerzas en el Universo sino un solo Dios, no está el mal que le hace frente a Dios y que lo pone a prueba. No puede haber una Creación mala y tentadora que nos induzca al mal y un Dios Creador que quiere el bien: la filosofía del dualismo fue rechazada por la Iglesia y no forma parte de su patrimonio cultural. Por consiguiente todo obedece a Dios, incluso aquel que tienta. Un ejemplo de ello es la historia de Job. “Y el Señor dijo a Satanás: ‘¿Te has fijado en mi siervo Job? Porque no hay ninguno como él sobre la tierra, hombre intachable y recto, temeroso de Dios y apartado del mal’. Respondió Satanás al Señor: ‘¿Acaso teme Job a Dios por nada? ¿No has hecho tú una valla alrededor de él, de su casa y de todo lo que tiene, por todos lados? Has bendecido el trabajo de sus manos y sus posesiones han aumentado en la tierra. Pero extiende ahora tu mano y toca todo lo que tiene, verás si no te maldice en tu misma cara’. Entonces el Señor dijo a Satanás: ‘He aquí, todo lo que tiene está en tu poder; pero no extiendas tu mano sobre él. Y Satanás salió de la presencia del Señor’.” (Job 1, 8-12) “En todo esto Job no pecó ni culpó a Dios” (Job 1, 22).

Como última consideración podría se la relativa a la ambientación del relato de Lucas: “Y aconteció que estando Jesús orando en cierto lugar, cuando terminó, le dijo uno de sus discípulos: Señor, enséñanos a orar, así como Juan enseñó también a sus discípulos. Y Él les dijo: ‘Cuando oréis, decid: ...” (Lucas 11, 1-2). En este pasaje sabemos que Juan, el Bautista, le enseñaba a rezar sus Discípulos. No sabemos cómo fueron sus oraciones, a pesar de que algunos de los Discípulos de Jesús no habían sido Discípulos de Juan, pero es claro que las oraciones que ellos hacían les daban una connotación, un acto distintivo. La solicitud de los Discípulos a Jesús asumió el significado de tener una necesidad de un acto distintivo, de pertenencia.

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Como se puede deducir el “Pater noster” no es solo una oración. Los textos no son iguales, pero este es un problema que incumbe a todo el Evangelio: los relatos de los evangelistas, y no solo ellos, transcribieron lo que han oído, en un tiempo en el cual no existían los grabadores, los anotadores, o los dactilógrafos, pero el pensamiento de Jesús ha sido transmitido integralmente, aunque no haya sido con sus mismas palabras, en la forma en la cual el Evangelista, los Discípulos, la tradición oral lo recuerdan. Así fue como las primeras comunidades recibieron los relatos de los Apóstoles, los de los Discípulos y de los que vinieron después: Cristo indicó una dirección de vida, un método de comportamiento espiritual, moral y civil y todo esto es la base para construir el Nuevo Reino, cuando Él regrese. Las bienaventuranzas forman parte de este programa que se tiene que cumplir y el “Pater noster” es la adhesión al programa y el acto distintivo de aquellos que lo hacen.

Flavio Ciucani

22 de Octubre de 2017

http://www.flaviociucani.it/argomenti/vir-pietatis-e-religiosita/27-il-padre-nostro-e-solo-una-preghiera.html

 

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