PON LA OTRA MEJILLA

El 7 de octubre de 2023, un grupo de jóvenes soldados palestinos, cansados ​​de su opresión y la de su pueblo, deciden dar voz a su locura, llenos de rencor, llenos de odio y llenos de furia, y conmovidos por la desesperación de sus último aliento, llevan a cabo una horrenda acción asesina múltiple, exterminando a un grupo de israelíes indefensos y desarmados, considerándolos usurpadores del territorio palestino.

Niños, mujeres, ancianos y hombres son masacrados a sangre fría, y algunos de forma brutal y repugnante, especialmente los niños. Una acción que es como un grito de dolor, en el que el grito que anticipa la barbarie es "¡Allah ac bar!", pero en realidad es "Dios, ¿dónde estás?". Luego, basándose en una estrategia de acción premeditada a largo plazo, secuestra a doscientos rehenes israelíes, siempre niños, mujeres y ancianos, para utilizarlos como garantía en la previsible respuesta israelí.

Todos sabemos lo que sucede a continuación y cómo el Estado de Israel responde feroz e implacablemente contra una población palestina igualmente inocente, como los israelíes muertos y los rehenes, encerrada en una prisión al aire libre, impotente ante la tecnología de la muerte y exterminio del ejército israelí, que arrasa con violencia devastadora en ese pedazo de tierra llamado Gaza, un pedazo demasiado pequeño para secar los ríos de lágrimas que corren por todo el mundo ante la evidente avalancha genocida.

Fue así y seguirá empeorando, y la injusticia reinará hasta no tener otro enemigo que ella misma, en una serie de asesinatos, en una serie de repetidos golpes de Caín en la cabeza de Abel: el hombre que se mata, como una repetición infernal y horriblemente obstinada del error. Un error que se ha perpetuado durante incalculables milenios y que representa un atasco en el engranaje de la incesante creación de nuestro universo. ¿Nuestro? No. No es nuestro. Lo observamos, lo estudiamos, tratamos de conocerlo, de entender sus leyes, de saber cómo funciona, aceptando todos esos maravillosos mecanismos sincrónicos, que dan el día y la noche, que nos permiten disfrutar del aire y de los frutos del La Tierra, en un fascinante y sublime vórtice evolutivo, que acompaña constantemente nuestras pequeñísimas vidas, sostenidas así durante toda su existencia, en una lenta progresión del tiempo.

La ley universal y eterna llamada Amor, hace más de dos mil años, hizo aparecer en la tierra un hombre llamado Jesús, quien al cumplir treinta años se convirtió en Jesucristo. La ley de causa y efecto que regula todo lo que sucede, basada en el mecanismo de acción-reacción, habló por su boca y anunció a todos los hombres que pudieran llegar a ser como él y más grandes y poderosos que él: “Seréis Dioses y seréis dioses”. hacer cosas más grandes que yo." Una serie de milagros asombrosos constituyeron evidencia de que Jesucristo era el hijo de Dios, pero el milagro más poderoso y significativo de su mensaje a la humanidad fue que, a pesar de su poder infinito, no lo usó para sí mismo, clavado en una cruz, torturado. y azotado. No hubo reacción ante esa “acción” sufrida. Sólo él en la historia de la humanidad desafió la ley de causa y efecto, enseñando que poner la otra mejilla es la única respuesta poderosa que se puede dar a la violencia. La ley del amor aniquila todo mecanismo funcional de causa y efecto.

Imaginemos que el Estado de Israel no hubiera disparado un tiro en respuesta al brutal y violento ataque palestino, imaginemos que hubiera puesto la otra mejilla. ¿Que podría haber pasado?

Así como todavía nos asombramos del sacrificio de Jesucristo y tratamos de imitar su comportamiento, el mundo se habría preguntado sobre la actitud inusual de Israel, y estoy seguro de que la imitación se habría extendido como una ola positiva, que habría comenzado a cambiar el planeta hacia un futuro apegado al progreso del universo y a la ley del Amor. Pensarás que soy un loco soñador, pero en realidad pienso como el "hombre nuevo" que me gustaría ser.

Pero lamentablemente sabemos que eso no sucedió. Se golpeó la otra mejilla, como si después de que le escupieran fuera a dispararle a la cara todo el cargador de una ametralladora. Cuánto mal llueve sobre la cabeza del bien. Cuántas toneladas de hierro y fuego para sofocar un diamante.

Pero el diamante es incontenible, indestructible e invencible. Que todos, independientemente de lo que crean, dediquen su vida al diamante puesto en su corazón. Todos lo tenemos y todo lo tiene. Es él quien mueve las galaxias, es la voz de los espacios infinitos. Es él quien nos aconseja poner la otra mejilla.