El domingo 24 de marzo de 2024 una delegación de nuestra Asociación Dal Cielo Alla Terra fue a la monumental iglesia de San Francisco en Gubbio para rendir homenaje a la estatua de la Virgen de Lourdes. La estatua estaba en peregrinación en Umbría, escoltada por los carabineros y voluntarios de la U.N.I.T.A.L.S.I. El domingo pasado hizo escala en Gubbio y luego partió nuevamente hacia Umbertide y Città di Castello.

Es una de las dos estatuas que son llevadas en procesión hasta el Santuario ubicado cerca de la localidad en el Pirineo francés, donde la pequeña Bernadette Soubirous vio a una señora vestida de blanco: la Inmaculada Concepción. De la cueva de Massabielle, lugar de la aparición, manó agua bendita con propiedades milagrosas que ha curado a lo largo de los siglos a miles de enfermos y que todavía atrae a millones de visitantes de todo el mundo.

Precisamente en aquellos días Giorgio estaba en Gubbio para una entrevista realizada la noche anterior. La coincidencia enriqueció aún más la llegada de la estatua: sabemos lo importante que es la Virgen Madre para nuestro trabajo y para Giorgio. Hace treinta y cinco años en Fátima fue la Santa Madre quien se apareció a Jorge y le preguntó si quería tomar parte del sufrimiento de su Hijo. Aquel joven, presa del éxtasis místico que le produjo la visión, sólo pudo responder que sí. Y desde ese día Giorgio continúa renovando su sí cada vez que el Señor lo llama, cada vez que su carne es sacudida por el sangrado de los estigmas, cada vez que en él se renueva el sacrificio de Cristo y su presencia entre nosotros.

La estatua blanca se encontraba al fondo de la iglesia, en la nave central, situada a la derecha y rodeada de flores blancas y azules. A pesar del modesto pedestal de madera, brillaba como si desprendiera luz propia. Nosotros, en la Asociación, hicimos cola con los demás peregrinos esperando llegar a la estatua y rendirle el debido homenaje. A cada paso surgía un sentimiento de reverencia y profunda devoción. Los fieles, que abarrotaban la iglesia en el centro y en los laterales, estaban profundamente concentrados en la efigie de la Virgen, que parecía catalizar sus pensamientos. La energía que exudaba la estatua era palpable. Como una Murti, parecía vivificada, para ahuyentar las turbulencias de la mente y hacernos concentrarnos en una forma física finita, para que podamos contemplar y adorar la inmensidad cósmica que representa.

Nuestra Señora estuvo allí para todos nosotros y nos brindó su amor maternal como una Gran Madre que abraza a sus hijos. Los pensamientos del mundo se desvanecieron lentamente como niebla a medida que nos acercábamos lentamente a la derecha del altar. Por un instante captamos nuestra conexión con el amor infinito, y en sus brazos derramamos nuestros miedos y los vencimos abandonándonos a ella como niños. La emoción brotó del corazón sin previo aviso, y nos dejó felices y ebrios de amor.

Esperamos unos minutos cerca de la estatua, mientras por los altavoces una letanía anunciaba el inicio del rosario. Recitamos una parte con la mirada fija en la estatua, en señal de agradecimiento por la visita que la Santa Madre nos había concedido.