De Giacomo Galeazzo
Una voz que clama en el desierto En este tiempo de dolor y prueba, en el que los hombres han perdido casi por completo el amor a Dios y la pereza se ha convertido en el mejor amigo del hombre de la calle, ninguna esperanza parece poder revertir el rumbo emprendido por una humanidad al borde de una autodestrucción casi deseada.
Los pensamientos del hombre se dirigen únicamente hacia sí mismo, son pocos y cada vez más esporádicos, hay gestos de altruismo y cuando se revelan por unos momentos, se apagan inmediatamente como cerillas, abrumados por una tormenta de estímulos externos, de todo tipo estìmulos. a los cuales el hombre no puede ni quiere escapar, estímulos diseñados ingeniosamente para apagar esas llamas altruistas y amorosas que intentan encenderse.
Desafortunadamente, esta generación carece de la capacidad de escuchar, la capacidad de discernir y la voluntad de buscar. Es por eso que esa voz clama en el desierto, desierto formado por inteligencias perezosas, espíritus gastados y hombres vaciados de su personalidad individual, sustituidos por una mente colectiva que, como ya se dijo, responde sólo a estímulos externos y se mueve. por inercia, sin preguntarse lo más mínimo hacia dónde conducirá el rumbo tomado y si por breves instantes se vislumbra ese camino gracias a un atisbo de intelecto, inmediatamente se pierde el camino ya que la atención se dirige siempre a la satisfacción de placeres e intereses puramente egoístas
Una voz que grita, no habla pero grita, un grito que no llega a la mayoría, un grito que brota de un amor incomprensible, de una voluntad de hierro, que brota de lo más profundo de un corazón que late de amor por una humanidad que no lo merece. Un grito de esperanza por la justicia y la perseverancia en hacer el bien, como sólo nuestro Señor Jesucristo nos lo ha mostrado antes.
Una voz que nunca se cansará de gritar, pero que será detenida para que se cumplan las profecías, una voz que quisiera seguir escuchando y sirviendo, una voz que viene de un hombre que “no es de este mundo”. “una voz que sólo quien ha reconocido su fuente puede comprender, atención, no oir todos pueden, pero comprender aquello que el Padre ha concedido a pocos por voluntad de su santa justicia. Todo está encerrado en esa voz, en esa "palabra estruendosa" pero dulce, en ese hombre, en ese ser que sólo está de paso, por donde va da todo el bien que puede, pero sólo está de paso porque su patria es la eternidad.
Giacomo Galeazzo22 Agosto 2023
