Por Claudia Marsili
He oído pronunciar mi nombre como nadie lo había pronunciado antes. Sin embargo, el sonido de esa voz es tan familiar para mi. Quizás en un tiempo Alguien me llamó con el mismo ardor.
La renovación de una antigua promesa. Una promesa de amor. De devoción. De unión.
Un hombre señalado por Dios se hace instrumento de Su Amor. Cristo, a través de sus ojos, mira en la profundidad de mi Alma.
Todo se detiene fuera y dentro de mí. Excepto el latido de mi corazón. El ritual dura el tiempo de una sonrisa, sin embargo, el tiempo parece dilatarse en instantes eternos. Infinitos.
“Claudia, discípula mía. Yo te bautizo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”.
Algo se desgarra en mi pecho y siento un latido angustioso que no logro contener. Caen lágrimas incesantes, también ellas llegan de un lugar remoto. Siento en el plexo solar un vórtice de energía que me empuja con fuerza hacia este encuentro. No puedo hacer nada más que abandonarme a él.
Nunca podré olvidar el sonido imponente de su voz. La fuerza de ese gesto encerrada en sus manos cansadas y sangrantes, pero tan firmes y seguras. Nunca podré olvidar esos ojos, esa mirada de amor y protección y al mismo tiempo de advertencia y admonición, que en un instante revela todas mis debilidades y las semillas de mis más grandes maravillas.
Mis hermanos, uno a uno, reciben este regalo conmigo. Esta gracia inmensa. Inesperada. Dorada. Luminosa. Una nueva iniciación. Un nuevo impulso a no rendirse, a dar siempre más. Una nueva responsabilidad. Cristo nos ha elegido de nuevo. Como hace dos mil años. Para llevar Su cruz y Su Verbo.
Devuelvo mi vida a tus manos, Señor. Plasma mi corazón, plasma mis pensamientos, plasma mis palabras. Haz que yo sea como el agua, flexible para poderme adaptar a todo lo que Tú me pides, límpida y pura como la mente y el corazón de un niño, fuerte y enérgica para llevar a cabo cada misión que me confíes, impetuosa para reconducir a las almas que tú amas, decidida y segura para encontrar siempre el camino que me lleve hacia ti.
Qué tu designio se cumpla en mí.
Con eterna Devoción
Claudia
Gubbio, 17 agosto 2020
Adjuntos:
- 25-03-20 ¿Quiénes son mis hermanos?
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- 19-02-19 Un bautismo de luz
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