DEL CIELO A LA TIERRA
HE ESCRITO EL 6 DE ENERO DE 2014:
MATÍAS, UNO DE MIS HERMANOS. UNO DE MIS JÓVENES CON LA LLAMA DE CRISTO EN SU CORAZÓN.
LEAMOS, MEDITEMOS Y DEDUZCAMOS.
G.B.
DEDICADO A CRISTO
Vine por Él. Puedo recordar su rostro, puedo oír su voz, puedo respirar su aroma. Él me trajo aquí, y confió en mí al hacerlo.
Yo conocí sus ojos, sentí su sangre y vi su magnificencia. No fue hace tiempo, ni en el futuro, ni en el presente. Fue en un lugar que no era, y donde no existe el tiempo.
Se que era y es Él, no me permite dudar de eso, me amonesta si intento negarlo y me lleva de su mano hacia el amanecer que durante milenios el hombre soñó, con pequeñas señales que Él mismo me enseña.
No dudo de quien soy, no dudo de mi destino, sé adonde voy y de dónde vengo, por lo tanto sé y entiendo que debo ser perfecto: “... Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto” (Mateo 5, 48).
Él tolera mis errores, me empuja a caer y hace enfrentarme con la parte más oscura de mi ser. Me pone a prueba hasta el último pelo de mi cuerpo y me muestra todas mis debilidades, humillándome ante mi ego. Lo conozco desde siempre. Nunca viví sin haberlo visto y sin tenerlo. Es el mago, un amigo de los pobres, líder de revolucionarios, mi máximo referente, mi ídolo y mi maestro, quien todo lo tiene y todo lo da, mi padre eterno, que me lleva de mundo en mundo para cumplir cada uno de sus sentimientos.
Puedo sentirlo cuando estoy triste y aún más cuando sonrío. El mundo duda de su existir, pero yo no creo en Él por las profecías o las evidencias que la ignorancia busca incansablemente. Yo sé que está por que de Él vengo y Él sí cree en mi.
Matías Guffanti
Rosario (Argentina)
5 de Enero de 2014