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flaygioDEL CIELO A LA TIERRA

HE ESCRITO EL 28 DE FEBRERO DE 2019:

MI AMIGO Y HERMANO, EL RABÍ TEÓLOGO FLAVIO CIUCANI, ME HA ESCRITO Y LO PUBLICO CON PLACER. GRACIAS RABÍ CIUCANI.
LEED Y MEDITAD.
EN FE.
G. B.

Palermo (Italia)
28 de Febrero 2019

Cuando Jesús instigó al suicidio

El 21 de febrero del 2019, por encargo del Papa Francisco, comenzó la reunión de los presidentes de las Conferencias Episcopales de todo el mundo para discutir el tema de los "abusos sexuales de menores". Mejor tarde que nunca, se escuchó susurrar en los círculos católicos. Es, sin duda, un susurro de quienes, exaltando la acción del Papa, cubren el silencio hipócrita que ha habido hasta ahora. Algunos católicos, no solo fieles, sino también eminencias "iluminadas", criticaron duramente al cardenal Viganò cuando alentó a Francesco a resolver los problemas de pedofilia y homosexualidad entre el clero. Había sido Nuncio Apostólico en los Estados Unidos y era perfectamente consciente de los hábitos perversos que se arrastraban entre el clero y de las acusaciones que muchos padres y ex "abusados" lanzaron contra Theodore E. McCarrick, cardenal y arzobispo de Washington. Ahora McCarrik ya no es más cardenal, ni obispo, ni sacerdote: el Papa lo ha reducido al "estado laico".

Está bien todo lo que acaba bien, se dice. Pero no lo creo. Se sabe que con motivo de la reunión de los obispos, se publicó, con una conferencia de prensa en Roma, el libro Sodoma de un activista homosexual francés, Frédéric Martel. En el libro se afirma que, dado que dentro del Vaticano hay una fuerte alineación a favor de la homosexualidad, el Papa debería pensar en una Iglesia "gay friendly".

Contacté a algunos amigos del Trastévere y me hablaron de una música ligeramente diferente, incluso más peligrosa. No parecería que el llamado lobby homosexual mueva los peones directamente contra el Papa: se siente seguro en el silencio y con la libertad de expresar sus tendencias sexuales en las sombras. En cambio, se libra una gran batalla, con maniobras y actitudes que aparentan ser democráticas y sabias, en nombre de la "libertad", con las poderosas filas masónicas que ocupan los lugares más altos de las finanzas y la cultura en el Vaticano.

El sentido de esta lucha es muy simple en su naturaleza diabólica. A través de la sensibilidad libertaria, no es necesario volverse misericordioso hacia lo sexualmente "diferente". Pertenecen por naturaleza (es decir, generados por la naturaleza) a otro "género", por lo que no debemos tener una conducta o emitir leyes como si fueran una "minoría", como la étnica o la lingüística (que debe ser protegida porque es patrimonio histórico y cultural); ahí está lo masculino, lo femenino y lo homosexual. Por lo tanto, en una democracia libre, este tercer género tiene los mismos derechos que los demás, no solo en el trabajo o en la sociedad en general, sino también en mostrar, defender y difundir su cultura, sus hábitos, sus tendencias y su mentalidad. Así, por ejemplo, las transmisiones televisivas en las que los homosexuales actúan como mujeres, son comentarios y expresiones de la sociedad, dictan modas, hábitos culturales y, sobre todo, imponen pautas en las escuelas (desde 1998 ya existe un Observatorio Nacional de Identidad de Género, ONIG).

Todo esto significa que acercarse a un menor no puede ser genéricamente identificado como un abuso, en nombre de esa regla de libertad que dice que todo hombre libre puede realizar cualquier acto que no sea perjudicial para otros. Se deduce que no hay que acusar al pedófilo, sino juzgar si el menor o la menor ha sufrido un "daño".

Me permito hacer un preámbulo antes de expresar mi total comprensión y adhesión al arrebato, incluso verbalmente violento, pero justificado, que Giorgio tuvo en una reunión a principios de febrero. Si han leído detenidamente lo que traté de explicar ¿cómo no entender el grito de dolor de alguien que por misión debe llevar la voz del Cielo a los hombres?

"Soy un portavoz de la palabra de Dios. ... Entonces, cuando le pregunto a mis hermanos si están de acuerdo, quiero saber si están de acuerdo con Dios, no conmigo. Porque yo no digo nada de mí mismo, repito cuanto Dios me ordenó que dijera y no tengo miedo ni siquiera de morir por esto. No soy católico, no soy musulmán, no soy budista. Ni siquiera soy cristiano. Soy un amigo de Cristo, un discípulo de Cristo y hago lo que me dicen.

No me importa la religión que fundaron, en la cual los hombres han puesto mucho de su parte. Tengo una relación directa con Dios.

Él me dice, levántate, tienes que decir esto y yo digo "sí Señor, lo diré".

Hoy la Tierra es un bellísimo planeta, pero la sociedad que vive en ella ha alcanzado un grado de perversión y blasfemia contra el Espíritu Santo como para despertar en el Señor nuestro Dios, el creador, su santa ira. ...

Entonces ¿qué debo decir en el nombre de Dios? Que el hombre persevera en blasfemar contra el Espíritu Santo.

La blasfemia contra el Espíritu Santo surge cuando el hombre destruye la naturaleza, es decir, la destruye por completo, y cuando el hombre mata niños, los viola o los tortura.

Esto impulsa a Dios a superar su ley, a cancelar la ley que ha Él dado en el orden de las cosas cuando se vive en paz y amor, y a llevar a cabo la pena de muerte".

En qué consiste esta pena de muerte, tal vez Giorgio no lo explicó bien o quizás no lo entendí. Entonces hago esta consideración. La segunda muerte ya es un castigo casi incomprensible: la reencarnación en un ser inferior con plena conciencia humana, soportando la vida animal y sin saber cómo expresarse correctamente. Ciertamente es una pena que conlleva un dolor no sólo físico, sino también espiritual y psíquico. Pero la muerte implica la anulación completa del ser, su desaparición. ¿Pero puede Dios destruir el espíritu eterno del hombre? Si este fuera el caso ¿qué tipo de dolor sentiría el que estuviese "espiritualmente" muerto? Por eso no es la segunda muerte. Además ¿quién puede decidir la muerte de otro ser inmortal?

"La pena de muerte, en caso de guerra, debe llevarse a cabo queridos hermanos, pero no por nosotros. Nosotros debemos orar por los que pecan, por los perversos...

La pena de muerte es de Dios. Debemos estar de acuerdo con Dios.

Porque si no estamos de acuerdo con Dios, no entraremos en el Reino de Dios. Los justos entrarán en el Reino de Dios. ... Ciertamente, la pena de muerte no se puede implementar con ningún gobierno existente en este momento en la Tierra, porque abusarían de ella, pero en la teología de la palabra, si la ley fuera administrada por los justos, como podría suceder algún día, entonces el castigo de la muerte sería justo porque evitaría a ese espíritu ir a la segunda muerte, es decir, se evitaría que continúe blasfemando contra el Espíritu Santo.

Implementar la pena de muerte es un acto de altruismo extremo porque evita que el espíritu vaya a caer en la segunda muerte. Aquellos que llevan a cabo la pena de muerte asumen un karma, que Dios podrá perdonar o no. Pero se hizo un acto de altruismo extremo, se salvó a los niños de la tortura y se ayudó a un hermano a no caer en la segunda muerte, matándolo.

Comprendo que no se entiendan estos discursos porque sois de la Tierra. La Confederación Interestelar ha aniquilado, a veces, civilizaciones enteras destruyendo a millones y millones de personas en planetas donde su religión consistía en sacrificar niños y comérselos. La Confederación ha matado a 700 millones de personas en un planeta porque practicaban esta religión. Los mató con el fuego de la energía solar.

Así que si queréis seguirme debéis seguir a esta persona. No sigáis ni os arrodilléis ante el Cristo noble, divino, lleno de misericordia y de amor, para luego continuar siendo hipócritas. No podéis permanecer pasivos frente a un niño que quiere nacer, mueve las piernitas, pero una ley de los Estados Unidos de América, el anticristo, le corta la cabeza.

Debéis esperar la muerte, debéis pedir la muerte para estas personas. No oréis por estas personas que se ríen de vosotros y os dicen: "gracias, ora por mí, así mato a 100 niños más".

Pero yo no rezo. Yo digo: "Padre, quiero la pena de muerte. Pero baja tú esta vez. No envíes a tu hijo solo, porque estos demonios lo matarán de nuevo".

Cuando yo digo "quiero la pena de muerte", no la quiero de Salvini, de Merkel o del Gobernador Draghi... ¡La quiero de los hombres justos!

Los hay en la Tierra más no tienen poder, pero si algún día lo tuvieran, quienquiera que fueran, solicitaría la pena de muerte y quien no firme no es un hijo de Dios.

No creo en una Virgen que aparece y pide solamente orar sin cambiar nada. Estoy con la Virgen que quiere que el brazo de su Hijo esté libre. Estoy con Cristo que quiere ver condenado al perverso en el infierno. Estoy con Cristo que volverá con poder y gloria.

No quiero ver a mis hermanos que rezáis cuando os matan a los hijos. ...

¿Sabéis por qué no hay justos en la Tierra? ¿O muy pocos? Porque nadie implementa la justicia. Si un justo debe tomar el poder es porque Dios lo quiere y le dará el poder de la vida y de la muerte sobre los hombres para que haga justicia. ...

Hoy no hay ningún justo en el poder, por lo que la pena de muerte no puede implementarse, pero no puede implementarse porque no hay personas justas, no porque esté mal, queridos hermanos y hermanas en Cristo.

La pena de muerte sería correcta si estuviesen los justos de Dios en el poder".

Sin embargo, volviendo a la pena de muerte para los perversos, creo que esta debería causar un dolor similar al grado de perversión. Es decir una pena de muerte física que tenga una corta duración de dolor material: cortada la cabeza el cuerpo muere. Pero la muerte del espíritu debe ser atroz si se escuchan las duras palabras de Jesús. El Maestro, que conocía las palabras del profeta Isaías, sabía lo que Dios pensaba de los niños: "Les daré niños como príncipes, y los niños gobernarán sobre ellos" (Is 3, 4). Hizo también una declaración como si se tratara de un acto legislativo: "Entonces Jesús llamó a un niño, lo colocó en medio de ellos y dijo: yo os aseguro que si no cambiáis y os hacéis como los niños, no entraréis en el Reino de los Cielos. Por lo tanto, quien sea tan pequeño como este niño será el más grande en el Reino de los Cielos".

Y quienquiera que reciba a uno de estos niños en mi nombre, a mí me da la bienvenida". Pero conociendo las leyes del Espíritu Creante, agregó que aquellos que hubieran escandalizado a un niño sería mejor que se suicidaran: "Quien en cambio ofenda incluso a uno sólo de estos pequeños que creen en mí, sería mejor para él que se colgara una piedra de molino en su cuello y se arrojara a las profundidades del mar. ¡Ay del mundo por los escándalos! Es inevitable que haya escándalos, pero ay del hombre por cuya culpa ocurra el escándalo!" (Mt 18, 1-6).

Giorgio concluyó con un sincero llamado: "Estoy a favor de la justicia de Dios. Quiero ver, por parte de Dios, la destrucción del hombre que está blasfemando contra el Espíritu Santo.

¡No toquen a los niños hombres del mundo!"

Flavio Ciucani

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