Por Erika Pais
Sus lágrimas hablan al alma.
Alma donde guardas los recuerdos perennes.
Alma que escondes los dolores sutiles.
Alma que habla, que grita, que brota dolor.
Lágrimas que guardan olores, sabores, miradas que se refrescan de agua Justiciera.
Y allí estaba él, frente al público, frente a todos, regalando su dolor, regalando su soledad.
Y allí estaba él, tan luminoso y pálido a la vez, grande entre los grandes y pequeño en su deseo.
Y nosotros...
Nosotros pensamos entender, pensamos comprender, pensamos oír...
Pero es tan infinito su recuerdo, su dolor, que solo podemos darle una rústica caricia.
Un abrazo tembloroso y una palabra hueca.
Qué sabemos de dolor!!!
El dolor que carcome y que construye.
El que mata y resucita.
El que aparece entre las sombras, o entre las estrellas, el que se proyecta en el universo cada vez que miramos arriba.
Qué sabemos de ausencias reales, qué sabemos del aire que falta al tan solo pensar siquiera en el recuerdo.
Qué sabemos sobre sentir el universo entero dentro nuestro y que en un soplido humano desaparezca por completo.
Qué sabemos nosotros lo que es sentir la ausencia de Dios!!!
Pero él si lo conoce, lo vive, lo palpita, lo sufre en cada exhalación.
Y a pesar de eso nos regala sus lágrimas.
Lágrimas de contención, de certeza, de exuberante amor.
Lágrimas de diamante, lágrimas que brillan como las espadas listas para la batalla.
Lágrimas de Justicia, Lágrimas de Libertad.
Lágrimas que nos obsequió una noche casi al azar y que egoístamente hicimos nuestras.
Lágrimas de amor eterno y soledad perpetua.
Nuestras lágrimas para siempre.
Erika Pais
9 de Abril 2016