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El Papa:

No nos hemos detenido ante guerras e injusticias planetarias – “En este mundo nuestro, que Tú amas más que nosotros, hemos avanzado a toda velocidad, sintiéndonos fuertes y capaces de todo. Ávidos de lucros, nos hemos dejado absorber por lo material y absorber por el frenesí. No nos hemos detenido ante tus llamadas, no nos hemos desvelado frente a las guerras e injusticias del mundo, no hemos escuchado el grito de los pobres y de nuestro planeta gravemente enfermo. Hemos continuado imperturbables, pensando que nos mantendríamos siempre sanos en un mundo enfermo”.

El Papa Francisco, en mundovisión, asomado a la Plaza San Pedro desierta, ha volcado un momento extraordinario de oración en este momento en que el mundo afronta la pandemia del coronavirus.

Por primera vez en la historia de la Iglesia Católica Apostólica y romana un Pontífice se encuentra en solitario rezando a Dios "no nos abandones en manos de la tempestad". Pero no ha sido sólo un ruego. En su homilía Papa Francisco ha dirigido una amonestación, que compartimos totalmente, a la humanidad: "Es el momento de nuestro juicio: el tiempo para elegir entre lo que cuenta verdaderamente y lo que pasa, para separar lo que es necesario de lo que no lo es. Es el tiempo de restablecer el rumbo de la vida hacia Ti, Señor, y hacia los demás. Y podemos mirar a tantos compañeros de viaje que son ejemplares, pues, ante el miedo, han reaccionado dando su vida. Es la fuerza operante del Espíritu derramada y plasmada en valientes y generosas entregas”.

Ha continuado con una advertencia: " El Señor nos interpela desde su Cruz a reencontrar la vida que nos espera, a mirar a aquellos que nos reclaman, a potenciar, reconocer e incentivar la gracia que nos habita. Abrazar su Cruz significa abrazar todas las contrariedades del tiempo presente, abandonando por un instante nuestro afán de omnipotencia y posesión para darle espacio a la creatividad que sólo el Espíritu es capaz de suscitar. Significa animarse a motivar espacios donde todos puedan sentirse convocados y permitir nuevas formas de hospitalidad, de fraternidad y de solidaridad. Abrazar al Señor para abrazar la esperanza. Esta es la fuerza de la fe, que libera del miedo y da esperanza.

La Redacción

27 de Marzo 2020