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EX YUGOSLAVOS AUN ESPERAN BONDADES DEL CAPITALISMO
La población de la desintegrada Yugoslavia espera que llegue el prometido gran crecimiento económico y rápido desarrollo que traería el capitalismo.
Por Vesna Peric Zimonjic
BELGRADO, mayo (IPS) - Hay millones de personas pobres y entre dos y tres por ciento de ricos, según estadísticas oficiales.
Tras las guerras de secesión de los Balcanes en la década de los 90, la región, compuesta por Bosnia-Herzegovina, Croacia, Eslovenia, Kosovo, Macedonia, Montenegro y Serbia, sufrió una "dolorosa transición" hacia una economía de mercado, indican analistas.
La situación comenzó a deteriorarse entre 1991 y 1995, cuando se terminó el régimen socialista liberal que caracterizó a Yugoslavia desde el fin de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945).
La economía regional está en un estado lamentable si se la compara con la de 1989, cuando estuvo especialmente bien. El caso de Eslovenia es diferente porque era una de las entidades más desarrolladas de Yugoslavia e ingresó a la UE en 2004.
El proceso de privatización y la transición hacia una economía de mercado fue totalmente distinto al de otros países de Europa oriental, tras la caída del muro de Berlín en 1989, según especialistas.
"No se vieron gerentes comunistas arteros o empresarios internacionales de dudosa reputación involucrados en las privatizaciones", precisó el analista Misa Brkic en entrevista con IPS.
La pobreza que existe hoy en esta región no es un hecho repentino causado por la actual crisis económica mundial.
"Las elites locales aprovecharon las devastadoras guerras para quedarse con el poder y poner a su gente a cargo de la economía. No pudieron ni supieron jugar en función de las reglas del mercado", explicó.
La guerra dejó más de 120.000 personas muertas. Las pérdidas económicas ascendieron a miles de millones de dólares por la destrucción de fábricas, empresas, edificios privados o estatales, la aniquilación de la producción y la falta de exportaciones al desaparecido mercado común.
El costo de la destrucción en Serbia ascendió a más de 17.000 millones de dólares, tras el bombardeo de la Organización del Tratado del Atlántico Norte en 1999, con el fin de terminar con la represión del régimen del ex presidente Slobodan Milosevic (1941-2006) contra los albaneses de Kosovo.
La situación disuadió a las empresas internacionales de realizar inversiones más importantes en la región, señaló Brkic. Lo que ocurre desde 2008 "no es más que el resultado inevitable de la combinación" de la deteriorada situación local y de la recesión mundial.
La falta de actividad económica es típica. La gente quiere cada vez más ayuda del Estado. El desempleo afecta a 20 por ciento de la población activa de Serbia y de Croacia y a más de 45 por ciento en Bosnia-Herzegovina.
"Cuesta que muera la mentalidad socialista", explicó Brkic.
"Nunca adoptamos el credo de que hay una relación entre cantidad de trabajo y calidad de vida. Por eso hay protestas diarias frente a los edificios gubernamentales. Los trabajadores reclaman salarios y empleo al Estado".
Los jubilados dependen de pensiones, cuyo valor cayó a unos pocos cientos de dólares al mes. Las arcas del Estado menguan por los ineficaces gravámenes de una economía estancada y los pocos ingresos dejados por las privatizaciones.
"La industria y el comercio croata fueron víctimas de la loca idea de Franjo Tudjman (líder independentista) que creó 200 familias muy ricas para lanzar una economía ‘exitosa’", dijo a IPS Zarko Modric.
"Pero sólo sus allegados se quedaron con lo que dejó la privatización. Las otrora pujantes industrias y empresas exportadoras se vendieron por poco dinero a personas que no supieron gestionarlas", indicó.
La solución más fácil para el Estado al término de la guerra en 1995 fue jubilar a cientos de miles de veteranos empresarios, cuyas compañías habían sido destruidas por el bombardeo en zonas de combate o por las turbias privatizaciones, explicó Modric.
"La cantidad de jubilados es apenas un poco menor que la de empleados en Croacia. Las pensiones y otras categorías sociales se comen el presupuesto estatal. El gobierno pide préstamos, pero bajo condiciones cada vez más severas", apuntó.
"La deuda extranjera de ese país equivale a su producto interno bruto, 55.000 millones de dólares. El Estado está preso de la deuda", añadió Modric.
Croacia, con 4,3 millones de habitantes, alcanzó 69 por ciento del producto interno bruto de 1989 en 2003, en tanto Serbia, con 7,3 millones de personas, lo hizo en 2009.
La situación es peor en Bosnia-Herzegovina, un país de 3,5 millones de habitantes, que tras la guerra quedó conformado por dos entidades: la serbia República de Srpska, y la Federación Croata-Musulmana.
La corrupción, la violación de las leyes, la fuga de cerebros, las divisiones étnicas entre bosnios musulmanes, croatas y serbios, "arraigados a su entidad", son las principales razones de estancamiento económico de ese país, según un estudio realizado en 2009 por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).
La larga investigación, "Privatización del capital estatal en Bosnia-Herzegovina", describe el proceso de reconstrucción entre 1995 y 2000, la privatización y la transición hacia una economía de mercado hasta 2009.
Al igual que Serbia y Croacia, Bosnia-Herzegovina se convirtió en un "Estado rehén", en el que los gobernantes permitieron que delincuentes o "redes mafiosas" violarán la ley de forma flagrante y sacaran provecho "de transacciones turbias con funcionarios y autoridades", según el PNUD.
Las privatizaciones en ese país fueron poco transparentes. Las compañías se vendieron por cifras nominales de pocos euros y los nuevos propietarios no hicieron nada con ellas.
Las arcas del Estado se quedaron sin el dinero de las privatizaciones, lo que disminuyó las ya magras jubilaciones y la asistencia social.
"Cuando la población de la desintegrada Yugoslavia se queja de que nunca fue tan pobre, yo explico que no pueden comprender lo que ocurrió, pese a que fueron testigos de todo", sostiene Brkic.
"Mucha gente cree que no hay que trabajar mucho para vivir bien. Pero la realidad es dolorosa y no escapa a nadie. La transición es dura, pero debe hacerse rápido para que el daño sea menor", sostuvo.
"Hace 20 años que la gente vive en esa situación, pero los gobernantes, los especialistas y los académicos son los que deben alcanzar un consenso para acelerar el proceso", remarcó Brkic.
(FIN/2010)

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