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jesusbajoelarboldenavidad200De Laura Tuttolomondo

El valor de la Navidad.


Seguimos convencidos que la paz, la respetabilidad y el amor al prójimo son aspectos esquemáticos relegados a la Navidad, el consumismo nos lleva a ignorar el aspecto religioso, pensamos más que nada que es tradición, además nos gusta pasar las fiestas con alegría y compañía. No queremos problemas, los evitamos, nos hacemos regalos para recibir otros y no vemos la hora que llegue la Navidad para desenvolverlos, las lucecitas nos llenan los ojos y nos calientan el corazón, ¿a quién le importan las boletas que debemos pagar?


Queremos adornos, diademas con cuernos de reno y gorros de Papá Noel, para mantener y transmitir esta pequeña historia solo para ver el asombro en los rostros de nuestros niños, introduciéndolos en el mundo de las ilusiones, por eso dicen que la Navidad es mágica, nos hace ilusionar que todo es bello y encantado, no hay gente que sufre, que muere, guerras y violencia, estamos resguardados, no miramos afuera, estamos concentrados dentro pero no en la introspección, dentro de nuestro núcleo social, en el aparentar.

¿Realmente queremos todo lo que compramos o queremos la atención y los elogios que nos han faltado durante el año? Como en la trama del Cascanueces, ¿realmente creemos que los objetos pueden hacer realidad nuestros sueños sin saber que están alimentando nuestras ilusiones? Por supuesto depende de para qué lo usemos.

Vivimos en un mundo material, todo esto nos parece normal, ¿cómo podríamos hacer que la Navidad sea menos ilusoria y más emocionante? Si empezáramos, como tradición navideña, en lugar de los regalos, intercambiando lo que realmente pensamos unos de otros, esperando con la misma curiosidad y frenesí que llegue la Navidad para saberlo; muchas veces evitamos decir cosas desagradables, en parte como dije al principio del texto por respetabilidad y en parte para apaciguar a los demás.
Muchas dudas se resolverían, muchas cosas se aclararían y comenzaríamos el año nuevo más livianos del peso de las cosas no dichas. Esto en lo que respecta a nuestro círculo social, en lo que respecta a las personas que sufren, mueren y viven en la guerra, la pregunta más común que surge espontáneamente es «¿Qué podemos hacer?» Los gobiernos nos hacen sentir impotentes en este sentido, no nos hacen elegir votando.


También podríamos expresarles un pensamiento sincero y hacerles regalos que para nosotros sería un simple motivo de superficialidad y vanidad, convirtiendo para ellos en utilidad, recibiendo a cambio el verdadero asombro en los ojos de las personas, el mismo asombro que se obtiene de los niños cuando hablan sobre Papá Noel y otras ilusiones.
Esta debería ser la verdadera tradición navideña, apagar las luces de las ilusiones y encender aquella interior.
La Luce e le tenebre del solstizio d’inverno
La Luz y las tinieblas del solsticio de invierno

Al celebrar la Navidad disfrazada de fiesta pagana con motivo del solsticio de invierno, donde las noches se alargan y los días se acortan, no encontramos mucha luz, por lo que somos presa fácil de las ilusiones.
Cuando Jesús nació no podía ser invierno porque los pastores no podían dormir al aire libre, hay quienes afirman que era primavera, de hecho el simbolismo del sacrificio, la luz y la esperanza vinculados al Cordero son símbolos de primavera y no pueden ser asociado con la oscuridad del invierno.
Entonces, ¿de qué se trata la luz de la Navidad? De la luz interior que es más fuerte que la oscuridad de la hipocresía, el conformismo y la indiferencia, no se trata de las luces ilusorias de los adornos navideños.

Estamos acostumbrados a ocultar la verdad: creyendo que es por un buen fin, por conveniencia, para creernos inteligentes, etc. Por otro lado, muchas veces por decir la verdad no nos creen, se ríen de nosotros, los que se creen más inteligentes se aprovechan de nuestra sinceridad. ¿Cómo debemos comportarnos? Perseverando en la verdad y cultivando la paciencia, el que nos dará confirmación es el tiempo.
Como nos enseña nuestro Maestro, la verdad se atribuye a quien pone en primer plano la verdad de los demás en lugar de la propia, evitando así también el egoísmo; teniendo la capacidad de asumir el sufrimiento de los demás y dejar de lado el propio.

Al celebrar el nacimiento de Jesús también conmemoramos un infanticidio a manos de Herodes y hoy, aunque los nombres y las épocas hayan cambiado, la historia no ha cambiado. Para cambiarlo primero debemos cambiarnos a nosotros mismos.
Con esperanza y cariño

Laura Tuttolomondo
22 de diciembre de 2024

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