En un mundo donde se vive la desolación y la falta de esperanza, donde vivimos sumergidos en la condena de la materia.
Cuando intentamos estar despiertos, algo nos duerme y cuando dormimos soñamos una vida llena de ilusiones.
De pronto la mentira tiene más valor que la verdad, o se construyen verdades a medias que después se desmienten con una mentira mucho más grande que la supuesta verdad, en un mundo donde la apariencia y la estética son los parámetros que regulan nuestras vidas, anulando la posibilidad de ser simples y auténticos.
Un mundo donde la mente gobierna despiadadamente sobre el espíritu y el corazón, dejando un espacio vacío que es muy difícil de llenar.
Pero por fortuna, siempre hay un pero.
Siempre hay un faro de luz donde buscar, que nos marca un rumbo a donde podemos mirar, alguien que nos tiende sus manos y nos toma entre sus brazos.
Esta vez los brazos abiertos son muchos, son los brazos de los jóvenes, los brazos de nuestros jóvenes queridos.
En algún momento pensé que había que educar a los jóvenes, ahora me doy cuenta que hay que acompañarlos. Que no somos nosotros los adultos los que le enseñamos, sino que son ellos que nos enseñan, cuando nos toman de la mano y nos dicen, aprendamos juntos.
Solo tenemos que estar ahi, en el momento justo para prestar nuestros oídos y cuando es necesario brindarles una reflexión, o contarles una vivencia, que quizás les sirva para ese momento de sus vidas.
Ellos, nuestros jóvenes, quieren vivir, quieren un mundo mejor, caminan día a día, decididos en que la utopía es el horizonte donde quieren llegar. Es más, ellos y ellas ya llegaron, ya lo viven, solo quieren que más jóvenes despierten y así poder ser miles, millones, y sobre esa base edificar un mundo nuevo.
Y en su amor infinito nuestros jóvenes nos esperan, con paciencia. Y en el único momento donde ellos miran atrás, es para ver si nosotros nos animamos a seguirlos.
Hay un hombre que une todas las generaciones, lleva la H con mayúscula.
El es el único que puede unir a los niños jóvenes y adultos. Es el que nos convoca y nos dice, son ellos los jóvenes quienes hoy, hacen nuevas todas las cosas.
Ellos, nuestros jóvenes queridos, despliegan el arte por el mundo.
Son capaces de enmudecer una plaza entera y hacer emocionar al público en un teatro lleno. O movilizar los corazones con una canción que sensibiliza y hace derramar las lágrimas, en esos rostros que esperan encontrar en nuestros jóvenes una esperanza.
Ellos, nuestros jóvenes queridos, abrazan la bandera de la revolución. Ellos viven la revolución, ellos son la revolución. Ellos tienen dentro de sus espíritus la magia de la revolución. Ellos y ellas son la revolución misma, porque nuestros jóvenes queridos existen para manifestar la revolución del amor.
Daniel Amaral
22 de abril del 2023
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