SIGNOS EN TIEMPOS APOCALÍPTICOS OTRA VIRGEN EN PIEDRA DE CUARZO HALLA LA FLIA LUCAS

Virgen Lucas1 De Jean Georges Almendras

Va mucho más allá del asombro. Va mucho más allá de todo anhelo humano, si se quiere.
Lo cierto es, que la familia Lucas, de Uruguay, ya como un hecho recurrente, se ve nuevamente involucrada con una señal del Cielo, (quizás por inexorable destino, o quizás por diseño divino).
Lo cierto es, que otro nuevo acontecimiento mariano, si cabe el término, nos llevó a conversar profundamente con uno de los integrantes emblemáticos e históricos de esta familia artiguense: Hugo Lucas, hermano y amigo muy cercano de nuestra obra, y de Giorgio Bongiovanni.

Ocurre que, hace ya unos dos años, Luciano Lucas, hijo de Hugo -el empresario y experto en piedras ágatas y amatistas de la región norte de Uruguay, a quien oportunamente conocimos como portador y custodio, de una piedra ágata en forma de corazón humano (conocida como la Piedra Corazón) de 130 millones de años de antigüedad y poseedora de inscripciones altamente significativas, tales como la “J” , la C” ,“una paloma”, entre otras- halló y compró en un depósito de venta de piedras, en la ciudad brasileña fronteriza con Uruguay, Quaraí, una géoda con la forma de la “Virgen María con un niño en brazos” (ver foto de portada), tal la interpretación que de inmediato hicieron, tanto él, como su padre.

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Una imagen perfecta; una presencia mariana, no menos perfecta. Una señal, un signo, otra vez más, a través del lenguaje de la naturaleza; de las géodas, del Uruguay de hoy.
Recientemente, encontré a Hugo Lucas en Punta del Este, para hablar sobre este nuevo prodigio. Un prodigio sobrecargado de simbología. Una nueva situación de impacto, podemos decir, tanto para Hugo, como para Luciano, y como para las cientos de personas que cada vez que entran al local de venta de piedras artiguenses, cercano a la terminal de ómnibus, ven ésta imagen , y junto a ella, a la Piedra Corazón (que fue hallada por el padre de Hugo Lucas, en una cantera, hace 40 años) y al segundo hallazgo que hizo el mismo Hugo, hace unos seis años -2017- también en Artigas: “Una enorme piedra, con una cavidad en la que se distingue la imagen de la Virgen, en un muy bien definido basalto, de color gris con cuarzo, de color blanco. La piedra enorme contenía a otra piedra en forma de una Virgen. Una Virgen con una tonalidad diferente. Conozco de piedras y la piedra en forma de Virgen no era una incrustación artificial. Era una incrustación natural. Lavando la piedra con agua fui descubriendo que la imagen se hacía más nítida. Fui descubriendo que, en la base de la Virgen, las incrustaciones en tonos verdosos dibujaban la silueta de personas alrededor de la Virgen. Y fui descubriendo tonos rojizos, como si se tratara de sangre. Pero hay más, porque observando la imagen de la Virgen descubrí un manto transparente, cubriéndola. Algo maravillosamente frágil. Maravillosamente delicado” según el relato de Hugo Lucas, por aquellos años del sorprendente hallazgo.
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Para la familia Lucas, en particular para Hugo, los signos son claros; signos que se le fueron presentando a la vista con regularidad inexplicable; signos que forman parte de su vida; signos que son apreciados por miles de personas, constantemente; signos de la naturaleza (de la Madre Tierra) que no son comerciables, por más que no pocos hayan ofrecido bastante contante y sonante para poseerlos; signos tangibles, palpables, y visibles, al ojo humano y a la sensibilidad humana.
Y cada uno de estos signos, tiene su historia; su pasado, y su presente. Y en todas y cada una de esas secuencias de la vida del planeta, la naturaleza, siempre resulta ser el instrumento elegido por el Cielo, para ir desempolvando conciencias, entre las tinieblas mismas de una humanidad cegada por el materialismo, los individualismos, los egoísmos, y el dinero, como valor absoluto.

La familia Lucas, o mejor dicho Hugo Lucas, como el custodio de la Piedra Corazón y de la piedra con la imagen de la Virgen, con el manto rodeado de siluetas de personas, es ya también una suerte de instrumento del Cielo, hasta nuestros días, porque el reciente hallazgo que hace Luciano, como un joven vendedor de piedras, avala con creces que algo muy especial rodea a esa familia artiguense, y a Hugo, porque por tercera vez se lo ve cercano a un acontecimiento de ribetes prodigiosos; de textura divina, y de mensaje propio. Mensaje dirigido al mundo, para despertar conciencias, en un momento bisagra de la Humanidad, en donde el mensaje místico, se debería transformar y ser interpretado, como mensaje de obra, de acción, de compromiso, de lucha social, y de lucha por la vida, por la verdad y por la justicia.

Mensajes de naturaleza divina en textura bien precisa: la textura de las géodas, que resultan contundentes, y por, sobre todo, irrevocables e indiscutibles. Mensajes de la naturaleza, que no deben resultarnos exclusividad para la contemplación, sino más bien, para entender que su sola presencia, nos debe llevar a recordar que hay una Madre Celeste que nos observa, nos protege y nos reclama acción; como lo hace el Cristo, desde su sola presencia hace ya dos mil años, y hasta hoy, día a día, a través de sus instrumentos operando en este tiempo. Instrumentos del Cielo que nos reclaman acciones en favor de la vida, de la justicia y de la verdad, denunciando las diferencias sociales, las violaciones a los derechos humanos, el uso de la energía nuclear, la devastación del medio ambiente, los autoritarismos, las dictaduras y el racismo y las exclusiones, extendidos por los cuatro puntos cardinales.

Luciano Lucas, hijo de Hugo Lucas, de hecho, se debería sentir “un custodio” (como su padre) de la nueva imagen de la Virgen en piedra cuarzo. A sus 34 años de edad, paulatinamente debería ir tomando conciencia de esa responsabilidad, nos confieza Hugo, quien, además, por enésima vez alude a una cita bíblica, porque seguramente lo emociona o lo identifica: “Georges, te lo digo sinceramente, con este nuevo hallazgo que ha hecho mi hijo Luciano, parece que es como si se siguiera cumpliendo la profecía que se lee en la Biblia, en San Lucas, cuando dice que las piedras hablarán por mí. Y esto que acabamos de descubrir hace un año, aunque la compró hace dos, me lo confirma aún más”.
Miles y miles de personas, en el Uruguay y en el mundo conocen la Piedra Corazón. Conocen su historia. Y saben, por ejemplo, que entre las muchas personalidades que la han tocado y la han considerado, como un acontecimiento de revelación, ha sido Giorgio Bongiovanni, cuyas palabras, el día 3 de julio de 1997 (momento que él la conoce por en Artigas) fueron las siguientes: “Tiene en su material, un mensaje que hace referencia al código genético de la evolución del planeta”.

Personalmente, conozco a Hugo Lucas, hace ya unos 28 años -aproximadamente- y en todo este lapso, he sido testigo, que su compromiso con el sentido del hallazgo de la Piedra Corazón, tuvo y (sigue teniendo) ribetes maravillosos y está abrazado lealmente a su alma, con una intensidad indescriptible. Las otras imágenes de la Virgen, en las otras piedras, también hacen parte de ese compromiso; un compromiso también innegable.
“Pero entiendo que Luciano, mi hijo, con esta última piedra, capaz deba ser el sucesor de esa misión de custodia de estas piedras, de estos signos” insiste Hugo Lucas. Es su anhelo. Es su deseo. Es una necesidad que no esconde.
Vivimos tiempos de compromiso. Tiempos de tener las manos en el arado. Esas piedras son señales. Y como todas las señales, tienen su lenguaje propio. Ese lenguaje, en ocasiones implacable, para recordarnos, muy especialmente, que aun cuando uno esté sumergido en la rutina, en la cotidianidad de estos días, no debe dejar en el tintero que hay valores y hay acciones que son universales, y que responden a leyes cósmicas, porque, en definitiva, hay un ordenamiento por encima del hombre.
Y ante tanta piedra artiguense superada en simbología, y que es en sí misma, milenariamente, un signo de todos los tiempos, no me cabe más que recordar al lector, que cuando Laires Luciano, el padre de Hugo Lucas, hace más de 40 años halló la Piedra Corazón, en la cantera de su propiedad, denominada Parada Fariña, en Artigas, dijo enfáticamente a sus hijos -uno de ellos Hugo, que era un adolescente- que esa piedra era “algo superior al hombre”.
Virgen Lucas 4 La respuesta científica, puramente científica, sobre la Piedra Corazón, en la voz del geólogo uruguayo Claudio Gaucher, tras una consulta que le hiciese Hugo Lucas, el 4 de febrero de 1997 sobre las marcas que ella presenta, y tras realizar intensos estudios, fue la siguiente: “Las formas que allí aparecen son demasiado ordenadas y regulares, las estructuras fueron hechas por ‘alguien’, que responden a fenómenos que hasta ahora no conocemos. No descarto la posibilidad de que la piedra ‘fuera labrada, por así decirlo, posteriormente a su formación’, y entrando en un terreno de especulación hemos considerado la geoda como un verdadero mensaje. Con la ayuda de un amigo experto en escritura antigua llegamos a la conclusión de que hay dos escrituras que se parecen a lo que allí aparece, una es el hebreo y otra es la rúnica” (en ese orden de importancia)”.
Mi amigo Giorgio Bongiovanni, baraja entre sus dichos y sus apreciaciones, que las evidencias -en cualquier ámbito de la vida- tienen una contundencia innegable. A propósito, entonces, de las evidencias, las palabras de Gaucher y las de Laires Luciano Lucas, me resulta que van, en algún muy significativo punto, tomadas de la mano.

Y tanto van tomadas de la mano, que ambas, ya por sí mismas, son evidencias incuestionables, y también son una señal incuestionable. Una de las tantas señales de nuestro tiempo, insisto.
Esta en el hombre de hoy, interpretar y recibir, con sabiduría y discernimiento, el significado y el mensaje que portan, las tres piedras artiguenses de la familia Lucas, que, repito, son señales.
Señales -signos- inconfundibles, que nos deben catapultar para la valerosa y consciente acción en favor del prójimo, y en contra de los poderosos que se esconden en el sistema político, en los parlamentos y en los círculos más selectos y más perversos, del poder económico mundial, abrazados de la criminalidad organizada, e instalados en los ámbitos gubernamentales más inimaginables.

No son géodas simples, son signos, insisto. Signos, para comprender de una buena vez, que están ahí a nuestra merced, no para contemplarlos, sino para que descubramos que hay que bajar al campo de batalla, y con urgencia, luchar codo a codo para salvar la humanidad, con hechos.

Porque estamos ante signos claros, muy claros, y en tiempos apocalípticos.

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