De Jacopo PalizzariEl domingo 2 de octubre fue un día muy especial, en colaboración con la asociación Giordano Bruno de Sant’Elpidio. Nos reunimos en Asís, en el Eremo delle Carceri para una lección sobre San Francisco dada a los niños por Marco. Caminamos un rato por el interior del Eremo disfrutando plenamente de la belleza del lugar y de la maravillosa energía que emana. Después de visitar la cama donde durmió San Francisco durante su estancia, nos detuvimos frente a su estatua. Los rayos del sol se filtraban entre las ramas y una ligera brisa acariciaba nuestros rostros. En este ambiente idílico Marco comenzó a hablar.
Su relato comienza desde los albores de la vida de San Francisco, nacido en el seno de una familia rica que marcó sus primeros años haciéndole vivir entre fiestas y mundanalidad, alejado del camino espiritual. Además, en ese momento una de las cosas más importantes que podía hacer un joven era convertirse en guerrero y lo mismo le sucedió a Francisco, quien en su adolescencia partió para luchar en la guerra que estalló entre las ciudades de Asís y Perugia. Su gloria como luchador, sin embargo, duró muy poco, de hecho ni siquiera pudo llegar a su destino y fue encarcelado en las cercanías de Collestrada. En ese momento, para obligar a las familias a pagar el rescate lo más rápido posible, los presos eran muy maltratados, encerrados en lugares sucios y oscuros y puestos en las peores condiciones posibles tanto materiales como psicológicas. A pesar de todo, la familia de Francesco no pudo ponerse de acuerdo sobre el rescate y el encarcelamiento duró alrededor de un año.
Sin embargo, esta dura y dramática experiencia resultará fundamental en su vida, porque lo cambiará mucho, permitiéndole por primera vez acercarse a Dios a través de la lectura del Evangelio. Una vez liberado del cautiverio, Francesco se siente diferente, comienza a mirar las nubes y a amar la naturaleza. Sus padres notan de inmediato este cambio y tratan de mantenerlo firme en los valores materiales y mundanos con los que fue criado. Más tarde, aproximadamente un año después de su liberación, también lo convencen de que se vaya a una cruzada. Una vez más, sin embargo, la expedición resulta desafortunada y Francesco cae enfermo casi inmediatamente después de partir, cerca de Spoleto. Durante su hospitalización tiene dos sueños muy significativos en los que ve a Dios y esto lo convence de desistir y volver a casa.
A partir de este momento, la vida de Francisco cambia aún más y vive muchas experiencias espirituales, una de tantas es la que tiene lugar en San Damián donde en un momento de oración el crucifijo le habla y lo invita a "reparar su iglesia que está desmoronándose". Francisco hace todo lo que puede para reparar materialmente la capilla donde se encuentra el crucifijo, pero en realidad el pedido tiene un profundo valor espiritual. En ese momento el Vaticano estaba lleno de riquezas y dinero y los mismos sacerdotes, obispos y cardenales vivían una vida suntuosa llena de placeres materiales, en absoluto contraste con los valores del Evangelio. Por lo tanto, la solicitud se refería a esto, a tener que reconstruir una iglesia que no traicionara las enseñanzas del Padre. Una vez que comprende plenamente todo esto, Francisco comienza a reunir a su alrededor a un número cada vez mayor de personas que comparten su ideal. Así nace un verdadero movimiento espiritual que Francisco trató de regularizar acudiendo al Papa, quien inicialmente lo echó. Durante la noche, sin embargo, el Papa ve a Francisco en un sueño mientras está solo sosteniendo a toda la Iglesia y comprendiendo su importancia decide darle la bienvenida. Nace así la Orden Franciscana.
El relato de Marco continuó luego con varias anécdotas que atestiguan la relación de total armonía entre Francisco y los animales. Una de tantas es la de las golondrinas que un día de primavera lo interrumpían con su canto mientras tenía que hablar del Señor y que inmediatamente aceptaron su pedido de silencio.
Posteriormente, Francisco decide ir a Egipto para difundir también allí la palabra de Dios y permanece allí algunos años. Mientras tanto, en Asís, los franciscanos aumentan cada vez más y comienzan a pelearse entre ellos para determinar quién debe estar al mando. Francisco es advertido de todo esto por un adivino y luego decide irse de Egipto. Una vez de regreso en Asís queda muy afectado por lo que estaba pasando y decide ir al monte de La Verna donde le pregunta a Dios si estaba en el buen camino y si estaba haciendo su voluntad. En respuesta a esto, para demostrarle que estaba en el camino correcto, el Padre le dio los estigmas.
Marco luego continuó el discurso contándoles a los niños cuando San Francisco amansó al lobo de Gubbio. En aquellos años el pueblo de Gubbio tuvo que convivir con un lobo feroz y agresivo que deambulaba por las calles atacando a todo aquel que se encontraba a su paso. Durante su estancia en la ciudad, Francesco es informado de la situación y decide resolverla. Por lo tanto, se enfrenta al lobo que inicialmente intenta atacarlo, pero inmediatamente se calma y se sienta a escuchar. Francesco le dice que si deja de ser agresivo, la población comenzará a quererlo, incluso dándole comida. El lobo aceptó esta invitación y desde entonces vive en armonía y paz con toda la población de Gubbio.
Terminado el relato de Marco, la jornada continuó con una comida al aire libre todos juntos, en la que compartimos las emociones vividas durante la mañana, y finalizó con una visita a la Basílica de Santa Maria degli Angeli, nuestra última parada tras las huellas de San Francisco.
Iacopo Palazzari
6 octubre 2022
