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testa 2016enespañol
crescere nella luceDe Paolo Golinelli

Cada uno de nosotros tiene apegos, materiales, mentales o emocionales, no importa.
Para el discípulo que quiere andar por el camino angosto es su trabajo desapegarse de todo tipo de apegos, con paciencia, voluntad y determinación, para que pueda disciplinar sus centros inferiores de personalidad y hacer emerger la propia alma como un sol que ilumina el camino.

Siempre recuerdo las palabras de Giorgio cuando dice que si quieres entrar al reino de los cielos ni siquiera tienes que mantener los pantalones puestos, entras desnudo; por muy fuerte que sea metafóricamente como frase, muchas veces se malinterpreta, porque se escucha con el oído de la mente que pesa cada palabra, que juzga cada letra, que se mueve horizontalmente utilizando suposiciones y prejuicios. Esto sucede porque estamos tan identificados en nuestros apegos mentales, a la forma de pensar cristalizada que no hacemos lo único que debemos hacer… escuchar con el oído del corazón, la única herramienta idónea si queremos movernos verticalmente , siempre usamos la herramienta menos adecuada para comprender las enseñanzas, para trabajar sobre nosotros mismos; ¡la mente! El centro más lento lo tenemos, 30.000 veces más lento que el centro emocional que a su vez es 30.000 veces más lento que el centro motor intuitivo, cuando en cambio es necesario utilizar el centro cardíaco, instantáneo, puerta del alma para acceder a una dimensión del no ser más ordinario. De hecho, muchas pinturas representan al Señor que indica con 2 dedos el centro del pecho y con otros dos dedos al cielo.

El centro del corazón, en el que está anclada el alma, es el centro de paso que diferencia al hombre común (hombre animal) del hombre avanzado que pertenece al reino próximo.
Estar desnudo, despojado de todo significa no tener ya ningún tipo de apego material, desligarse de todas las necesidades de aparecer, de poseer pero no sólo, también la forma de pensar, nuestras creencias limitantes, implantadas por la familia y la sociedad, cristalizadas en nosotros. tanto como para atraparnos en un pernicioso mecanismo mental que dificulta nuestra evolución. Incluso las emociones no están libres de apego, haciéndonos vivir y revivir las mismas situaciones, quizás cambiando los actores pero las vicisitudes siguen siendo las mismas. El apego a las personas, la necesidad de control sobre ellas o sobre determinada situación familiar, laboral, social, no importa, siempre es una cuestión de apego.

Las palabras de Giorgio pueden resultar extremas al oído de la personalidad pero bien comprendidas por quienes se identifican con el alma y el espíritu.
Los objetos materiales, sean los que sean, deben servirnos, ser útiles, sobre todo si son herramientas para hacer las obras, pero no debemos caer en la trampa de la posesión y esto también se aplica a nuestra forma de pensar, a nuestras creencias, que no son la verdad absoluta.
Quisiera compartir un episodio que me sucedió hace algunos años, que puede aclarar mejor la actitud ante el apego.

Tenía mi auto deportivo a la venta en un portal web y después de unos meses recibí una oferta. Necesitaba el dinero para cambiar de coche y conseguir uno más económico en cuanto a consumos y gastos de funcionamiento, así que accedí a reunirme con el señor que me contactó por teléfono para ver el coche.

La reunión se llevó a cabo en un lavadero de autos aislado en un pasaje, cuando llegué me di cuenta de que la zona estaba un poco descuidada y transmitía inquietud.
Más tarde apareció el señor con lentes de sol negros a pesar del día sombrío y comenzó a mirar el auto desde afuera. En mi piel recuerdo que no me daba tranquilidad pero si quería vender el auto era necesario que se lo dejara ver por dentro y de hecho me pidió sentarse y poder probarlo.Yo respondí que estaría de acuerdo si me sentaría en el asiento delantero.
Mientras tanto el hombre se sentó en el asiento del conductor y yo comencé a dar la vuelta al auto para ir a sentarme del lado del pasajero, encendió el motor y salió disparado como un rayo hacia la vía principal.

Por unos segundos me quedé atónito, incrédulo, luego me di cuenta del robo del auto, además mi teléfono quedó dentro del mismo auto. Ya no tenía coche ni móvil para llamar a alguien, me sentía desnudo, aislado, perdido, solo.
En los siguientes momentos, mientras las emociones (las aguas) se agitaban y los pensamientos (los vientos) se agolpaban en mi mente, me recordé a mí mismo y me dije a mí mismo, no soy mis pensamientos y no soy mis emociones. Observé lo que pasaba dentro de mí con el ojo del corazón, con la presencia del alma y ¡era paz! Empecé a llorar de alegría de la emoción porque en una situación tan desestabilizadora había desquiciado los mecanismos de la personalidad ya no me identificaba con esto o aquello, ni siquiera me importaba el auto para ser honesto. Los ejercicios, los esfuerzos por estar presente conmigo mismo, por sacar lo mejor de mí habían dado sus frutos.

“A quién le importa el auto pensava conscientemente, he vivido en carne propia, un momento de autentica presencia,de paz he entrado en el reino de los cielos durante un evento traumático, y maravilloso!!”
Este hecho ha sido para mí una iniciación al desapego y a la verdadera presencia. Creé esa situación, inconscientemente, el ladrón estaba ahí para mí, él era la herramienta para hacerme entender esta lección pero me tocó a mí aprovechar la oportunidad, ver con los ojos del corazón en lugar de con los de la personalidad. .
Seguramente tendré que comprometerme a despegarme de otros apegos pero sé que es posible y la recompensa es grande, sentir la paz, la ligereza y la gratitud porque sentirse verdaderamente vivo es maravilloso.
¡Que puedan experimentar esta sensación y también más!

Paolo golinelli
1 de septiembre de 2022

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