De Alessandra Miccinesi

Es el amor que llega y nos toca, con vigor, sin necesidad de pronunciar una palabra. Es el lugar del simbolismo espiritual fuera del tiempo y del espacio. Es ese puerto seguro que se ofrece como refugio de la tempestad, haciéndose carne y hueso. Es la solidaridad, el afecto y la comprensión, que viajan más allá de las fronteras territoriales, más allá de la raza, del idioma y de la fe religiosa.

Es ese espacio humano ilimitadamente fecundo y profundamente inclusivo en el que podemos aferrarnos y ​​abandonarnos. Sin miedo, al apoyo del otro: cerrando los ojos y entregándonos totalmente al prójimo, en cuerpo y espíritu. Es el antídoto más eficaz contra la soledad, porque nos hace sentir la necesidad del otro y nos anima a aceptarlo, haciendo nuestra esa misma necesidad.

Es bienvenida, protección, calidez. Principio activo contra el egoísmo, es la medicina lista para usar en caso de malestar psicofísico o espiritual. Si fuera un sonido, el abrazo vibraría bajo este cielo hambriento de solidaridad como el sonido argentino de una campana. Porque abrazar significa desmantelar el muro de distinción erigido entre las personas piedra a piedra, para construir con esos mismos ladrillos un puente que nos una a los demás, que nos hace - a todos - Uno en el mundo. El abrazo es ese gesto instintivo, fuertemente simbólico y altamente afectivo que nutre nuestra emotividad, testimonia nuestra profunda pertenencia al género humano.

Es un gesto poderoso e íntimo, radical y universal. Abrazándonos, sellamos la promesa de paz y armonía: borramos la vulnerabilidad y debilitamos la fragilidad, exaltando la comprensión, abriendo las puertas al perdón. El abrazo lo contiene todo y no se atreve a rechazar nada, porque es la forma de amor gratuito más disruptiva –revolucionaria-que ha conocido el hombre para medir la altura y la grandeza de su espíritu.

En el gesto de tender una mano al prójimo y abrir los brazos para entregarnos a los demás, nos convertimos en un refugio viviente: asumimos los dolores, los miedos y las necesidades de los demás. Que somos nosotros. Y hacemos ese gesto que es a la vez apertura y apoyo, vínculo y liberación. Para constatar que el mayor sentimiento que habita y nutre el corazón de los seres humanos es el amor, con su carga de acogida y perdón, los hombres se abrazan para recordarlo. Siempre.  

Decía el poeta Pablo Neruda al respecto "En tu abrazo, yo abrazo lo que existe". Recordando a los hermanos, a todos los hombres y mujeres que habitan ese pañuelo cósmico que llamamos Tierra, de no dejar de estrecharnos y abrazarnos, porque somos flores que florecen en el mismo tallo, y somos capaces de dar frutos maravillosos- comparto la intuición que tuvo hace unos días al amanecer, cuando nuestro Señor me susurró al oído “cada vez que abrazarás a un hermano, Yo te abrazaré”. Así es.

“La gente tiene hambre de amor porque todos estamos demasiado ocupados -repetía con los ojos humedecidos de amor y una sonrisa bendita la Madre Teresa de Calcuta, que preferentemente se sentaba con los últimos y con ellos compartía sueños y realidades, lágrimas y sufrimiento -. En algunos países no hay hambre de pan, la gente en cambio sufre una terrible soledad, una terrible desesperación, un odio terrible porque se sienten indeseables, desamparados y sin esperanza. Se ha olvidado de sonreír, se ha olvidado la belleza del toque humano, se ha olvidado lo que es el amor a los hombres”. Recordémoslo de nuevo, todos nosotros, idealmente, estrechándonos en un Gran Abrazo. Ese abrazo que te doy hoy, querida hermana.

Feliz cumpleaños, Shanti Shanti Shanti Om, Alakananda

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