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yogawebPor Alessandra Miccinesi
De los Vedas, las escrituras indias más antiguas de las que lamentablemente quedan pocos vestigios, de hecho, la parte final de estos documentos es en idioma sánscrito - los Upanishads - nos han llegado preciosas enseñanzas de Oriente que a través de historias míticas y alegorías fabulosas narran la epopeya de una Edad de Oro en su declive.
 

Una época, en la que la espiritualidad impregnaba aún toda existencia, forma de vida, idea o ideal. Una época en la que hombres y mujeres compartían la tierra de forma más o menos pacífica con los dioses, intentando emularlos y estrechar pactos de alianza mutua con ellos. Un ejemplo de esto lo proporciona el Bhagavad Gita, un poema que significa "Canto del Beato". Relato sin tiempo, de una batalla universal en la que la divinidad por primera vez habla directamente al devoto, sin intermediarios, en primera persona, convirtiéndose en hombre. Y a través de este diálogo accesible y disponible todavía hoy para el hombre de la calle, la divinidad expone sin vueltas, Su mas elevada doctrina (darshana), de manera clara y completa, ofreciendo la enésima posibilidad de salvación para toda la humanidad.

Todos somos potencialmente Arjuna, el protagonista del poema: el príncipe guerrero atrapado en la materia que intenta liberarse de la densidad de la carne y la ilusión de una coraza del ego que lo sumerge en la oscuridad de la ignorancia (maya).

Para encontrar la liberación final (mukti), el héroe deberá atravesar un arduo camino de autoanálisis implementando estrategias prácticas: estudio del comportamiento, observación de los pensamientos, experimentación, devoción y conducta recta. Lo que el Gita le dice al hombre del tercer milenio, es: la libertad del engaño de los sentidos y el reencuentro con su contraparte espiritual, que yace ahí, bajo las cenizas.

La historia narra hechos ambientados en el remoto siglo XXXII a C, en un campo de batalla llamado Kurukshetra, donde las familias nobles Pandava y Kaurava se enfrentan armadas hasta los dientes, en litigio, por la usurpación de un trono robado con engaños de la mesa de juego.

El virtuoso Arjuna del linaje Pandava, junto con sus cuatro hermanos , toma el papel de discípulo y héroe favorito. Es el hermoso hijo del dios Indra, el Señor del cielo, la lluvia y el trueno, que, en el trasfondo, encarna el papel del yo personal (atman). Su Maestro y auriga (cochero), por otro lado, es el Señor Krishna, el octavo avatar del dios Visnu, el Señor eterno (o bien el divino Ser universal).

A través de su intenso diálogo filosófico-religioso, indispensable para cualquier buscador espiritual que esté verdaderamente sediento de verdad, la narrativa ofrece destellos de luz sin precedentes, y de salvación.

Los dos ejércitos opuestos en la 'llanura de Kuru' están formados por filas de guerreros en los que están involucrados los parientes, amigos, maestros y mentores de Arjuna, quienes, al ver tantos rostros amados y estimados en otro tiempo, quedan atrapados en las garras de los recuerdos, y del desánimo. Deja caer el arco al suelo y suelta el carcaj. El héroe ya no quiere pelear más. Así comienza el Bhagavad Gita, un texto que forma parte de la gran colección épica del Mahabharata (la Gran India o Historia de los Bharatas) escrita por el mismo autor, el sabio Vyasa, en el siglo IV. a. C.

En los setecientos sloka (versos) impregnados de simbolismo, similitudes, verdades, mitología y alegorías, el Gita, como lo llaman cariñosamente los yoguis de todo el mundo, encierra en si, todo el conocimiento del cosmos. En el intenso diálogo entablado entre Arjuna y Krishna, lo humano y lo divino, se describe una realidad atemporal que pertenece a las sagradas escrituras de muchas tradiciones que deben ser preservadas y transmitidas, para que la humanidad que vive cíclicamente su Tiempo de tinieblas pueda encontrar el camino a la salvación.

En las páginas queda cristalizada la gran época, en que fue el diálogo místico entre el arquero respetuoso de la ética y su divino auriga (cochero) , en ese dialogo se evoca la eterna lucha entre el bien y el mal, en la que el hombre en busca de su alma se pierde en la materia.

El encanto descriptivo y los grandes números hacen del Gita un poema de belleza épica: los Kauravas tienen 11 divisiones, los Pandavas siete. Cada división incluye aproximadamente 22 mil carros y otros tantos elefantes; los soldados sin cabalgadura son casi 110 mil, y cada formación ofensiva y defensiva es bautizada con los nombres de animales o atributos celestes.

Cada ejército también dispone de armas creadas por los dioses, el “astra”, que solo pueden usar guerreros iniciados expertos en el arte de la meditación. Algunas de estas armas, como el Brahma astra y el Indra astra, poseen - surge del texto - un poder que se puede comparar con los cometas de luz, es decir, liberan una energía muy poderosa que puede activarse (o desactivarse) solo mediante la repetición de mantras específicos, una especie de fórmula mágica repetida con convicción y fe.

Más allá del patetismo de la saga, explicitado en el Mahabharata, la enseñanza principal que emerge del Bhagavad Gita - que recordamos es solo un fragmento, el diálogo entre lo humano y lo divino (o un “soliloquio” del hombre con la voz de su conciencia) – es, que la batalla debe librarse. Siempre. El mensaje incontrovertible es que la acción es preferible a la no acción, siempre. Pero esta acción debe estar desprovista de motivos ocultos y debe llevarla a cabo una mente en un estado de yoga.

En resumen, el camino del karma yoga es el ganador. El camino del guerrero que actúa dialogando con su parte espiritual es el camino que conduce a la luz. Pero renunciar a los frutos de la acción, al “sacrum facere”, es la condición indispensable para que triunfe el dharma, donde dharma significa la ley que sustenta y preserva el orden en los mundos y en la vida.

Está escrito en los textos sagrados, que cada vez que el dharma extiende su sombra, se encarnan Avatares en la Tierra, que tienen la tarea de restaurar el equilibrio entre los planetas.

En este doloroso viaje de la materia, todo debe ser ofrecido a lo trascendente y nada retenido para nosotros mediante el sacrificio de nuestros planes tamásicos (densos). Es decir, uno no debe luchar por el beneficio del yo egoísta e ignorante que anda a tientas en la oscuridad, sino por el alma suprema, representada alegóricamente por la personificación del avatar Krishna. Porque si Arjuna somos nosotros, y el carro es el cuerpo en que nos movemos en el mundo de la realidad ilusoria (el campo de batalla), los caballos son los sentidos y la mente debe mantenerlos a raya, no ser víctima de ellos. Una mente iluminada, libre de intereses partidarios, es capaz de manejar las riendas del sentido común para rechazar el atractivo de la materia. Y a través de la herramienta de la meditación, todos pueden comprender cuál es la acción correcta a realizar. El mensaje fundamental es ir más allá de la dualidad y separar lo bueno de lo que no lo es, elegir la justicia a través del sacrificio.

En el mundo de la” matrix”, dominado por los opuestos, el hombre iluminado, -llamémosle el hombre del futuro-, debe ser capaz de tomar decisiones a contracorriente, debe ser valiente pero sobre todo justo. Debe atreverse, a ir más allá del bien y del mal, distinguiendo lo que es solo un obstáculo en su camino de purificación y apuntar a la realidad última (e íntimamente oculta) que es el corazón de su propio ser divino. Nacemos y seguiremos renaciendo para esto.

Con amor y devoción,

Alessandra Miccinesi
14 de noviembre de 2020

Adjunto:

- 4-11-20 A propósito del Yoga
https://www.thebongiovannifamily.com/cronicas-de-las-arcas-2020/9264-a-proposito-del-yoga.html