¿Qué hacíamos un 24 de mayo, reunidos en una playa de Uruguay, alrededor de 55 personas, considerando la emergencia sanitaria existente en el país, como en casi todo el mundo, debido al virus Covid 19?

 

¿Qué hacíamos? ¿Estábamos locos, o pretendíamos desafiar las normas establecidas para tratar de eliminar la pandemia?

No, en absoluto eran nuestras intenciones. Sólo pretendimos confiar en el ser macrocósmico que nos contiene, nuestra Madre Tierra y en sus propósitos, así como en el propósito mismo de la vida, sin pretender desafiarla en ningún modo, y confiar en un hombre que con los estigmas de Cristo en su cuerpo, nos invitara a ser bautizados a la orilla del mar. Un hombre que por más de treinta años, no sólo ha sido dotado por el misterio incomprensible para el resto de los mortales de los estigmas, sino que ha sido siempre coherente y decidido en sus actos, en sus pensamientos, en su filosofía, proveniente de distintas inteligencias superiores al hombre. Inteligencias que responden a una única Inteligencia que podría cambiar esta humanidad, que puede darle otro sentido a la existencia y otra forma de hacer las cosas, trayendo verdaderas soluciones a los grandes problemas sociales, como el hambre, las pestes, las guerras, el egoísmo y los sistemas capitalistas que están demostrando por causa de un pequeñito virus toda su fragilidad, su ineficacia, su ineficiencia y su fin.

 

Para nosotros esta Inteligencia viene dada en lo que llamamos valores crísticos.

 

La playa La Paloma, nos regaló hermosos y contrastantes paisajes. De frente al mar, hacia la izquierda el faro de La Paloma lucía de fondo a un impresionante oleaje, de un azul intenso e iluminado por el blanco reluciente de la espuma de las olas. Hacia la derecha, el paisaje, totalmente distinto, como si fuera otra playa, envuelto en una bruma, tornaba los colores difusos.

 

Giorgio dirigió en alto la palma de sus manos hacia el mar, y así permaneció unos minutos…

 

Después realizamos un gran círculo en la arena, y él, sin palabras nos fue inspirando y llevando con esa simplicidad que emana de su propio carisma a la necesaria concentración, sin absurdos rituales, sin rimbombantes palabras, mientras nos sobrevolaban, primero un águila y enseguida una paloma. Luego, con una sonrisa nos dijo que si queríamos ayudar a preparar el camino de nuestro Señor, lo siguiéramos hasta la orilla del agua.

 

Una humilde tarima de madera, construida por Alejandro, daría apoyo a los pies de Giorgio durante el bautismo, mientras que Georges, sosteniendo el recipiente con agua de mar ayudaría al bautismo de todos quienes quisiéramos ser bautizados, de todos quienes reconocemos en Giorgio la autoridad y capacidad espiritual, para bautizarnos en el nombre de Cristo.

 

A pesar de la simpleza, la emoción y las lágrimas siempre inexplicables se apoderarían de todos, especialmente de los jóvenes que se abrazaban y cobijaban unos a otros, luego de recibir el bautismo. Jóvenes almas que aspiran a levantar alto el vuelo espiritual, aportando de sí, para el cambio definitivo de esta humanidad, contribuyendo junto a otros jóvenes del mundo, a preparar el Regreso de Cristo.

 

Durante el tiempo que duró esta profunda ceremonia, el Sol brilló sobre nosotros, entibiando la atmósfera circundante, más apenas terminada, parecía que la naturaleza quisiera también marcar su participación, marcando la finalización de aquellos inolvidables momentos. Es así que el aire comenzó repentinamente a ponerse mucho más frío y comenzamos a abandonar la playa.

 

Siempre guardaremos este día en la memoria de nuestros espíritus.