Por Francesco Mazzacane

Hermanos y hermanas, este mes está dedicado a la Santísima Virgen, Madre de Cristo.

Preparémonos para recibirlo como al "portal" (Femenino y Sagrado) del Espíritu Santo.

La Santa Madre es la que dio a luz a Jesús, un regalo del Padre Celestial, concebido y generado en su total pureza de Espíritu. ¡Pensado y engendrado Santo! Como todas las madres, ella ha sido generadora de Vida. Como madre lo educó y alimentó y, como cada madre, fue una fuente de inspiración para su hijo. El instinto natural de un niño es el de ser uno con la madre, un instinto natural y recíproco. Esta unión está hecha de amor místico, porque el amor sagrado que la madre conoce desde el momento en que siente la vida en sí misma, es un amor muy diferente a todos los demás. Lo mismo sucede con el niño que tiene con su madre una confianza incondicional, un amor total.

Por esta razón, el Amor que la Santísima Virgen sintió por Su hijo fue un amor absoluto, ya que nació de una semilla sin pecado.

Por este motivo, Su amor estaba lleno de Gracia. ¡Los que aman a Su hijo y los que siguen Su palabra tendrán siempre la Gracia de la Virgen Madre y toda culpa les será perdonada! Ella misma acompaña, en la vida terrenal y en la muerte, a los amigos y discípulos de Su Hijo Jesús, asó como lo acompañó hasta su crucifixión! Ella es la Gracia y es por eso que resulta apropiado que, en este mes, permanezcamos "escuchando el silencio", para que Sus preciosas palabras puedan penetrar en nuestros corazones.

¡La Gracia y la Belleza son las virtudes que toda mujer, que toda madre, deberá practicar como fuente de inspiración para sus hijos!

¡Una exhortación a escucharla, a darle la bienvenida en la Verdadera Oración Interna, una oración sincera que proviene de las profundidades del Cáliz de nuestro corazón! ¡Mantengamos puro el corazón para que se cumpla la Suprema Voluntad del Padre en nosotros!

Francesco Mazzacane

1º de mayo del 2020