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SaraTomarelliDe Sara Tomarelli
A veces pasa que uno despierta de un sueño que entumece el cuerpo pero sobre todo el espíritu. Cuando sucede, los colores a mi alrededor se convierten en amigos cordiales que me toman de la mano y me acompañan, iluminando mi mirada con una nueva luz. Me doy cuenta de que lo que me rodea está ahí, pero no para mí. Me doy cuenta de su presencia y entiendo que son mentiras.
Una sensación de desconcierto se anida en el estómago, los ojos se vuelven brillantes, la garganta se cierra en un nudo y no entiendo, perdida en un instante que es denso y pesado.
¿Dónde estoy? Todo parece extraño, los objetos que me rodean ¿qué son en realidad? ¿Qué estoy haciendo realmente? Una melancolía incomprensible me estremece también el cuerpo.
Así que trato de encontrar un consuelo real. ¿Pero dónde?
Camino resueltamente hacia la ventana que parece prometerme la salvación. La abro con movimientos lentos pero decididos, como si estuviera encantada.
Un árbol reverdecido en primavera, la canción de un gorrión, la luz del sol que cae dorando el aire. Un pequeño consuelo de la Verdad que calma la respiración y la conmueve con sencillez.
Cierro la ventana y los ojos. Me resigno, me siento y reúno mis energías. Mi espíritu busca un punto de apoyo, y como un pescador que arroja su anzuelo al mar sin límites, hago un llamado de ayuda al Infinito ... que resuena.
Lo intento con calma y obstinación hasta que siento una mano que aferra mi espíritu y lo engancha al espacio lleno de amor. Las imágenes y sensaciones claras y esquivas se suceden en mi esencia, las percibo en las partículas más finas. No se originan, simplemente son y se manifiestan en mí. Siento al Creador que envuelve al Todo y a mí también, una pequeña célula de su inmenso organismo. Siento pureza, simplicidad, pero también gloria y majestad. Todo en una ola de vitalidad que me envuelve en unos momentos.
 
Tengo en mi pecho la maravilla del Cosmos, la inmensidad de las almas, los planetas vivos, los cuerpos brillantes. Siento que la multitud se une en un solo y solemne soplo de Amor.
"¡Gracias Dios! Gracias! ¡Gracias por crearme!"
Un grito desesperado sale de mi boca húmeda de lágrimas que caen sin poder contenerlas, sollozos y risas, a merced de emociones incontrolables y opuestas. Una emoción que aturde e impregna cada parte de mí y se mezcla con pura alegría y felicidad. El pecho y la cabeza parecen explotar, el latido acelerado de mi corazón pulsa cada segundo del tiempo que ahora parece haber reanudado su regular flujo terreno.
Afanosamente intento recuperarme. El gancho que me mantuvo suspendida en la dimensión real se soltó, ahora quiere regresarme a donde estaba.
Imágenes más lentas y ligeras se suceden, pienso en el Cristo, en el Consolador, en la dulce Virgen y en los Hermanos de cada lugar. Pienso en los maestros y en todos los que me han mostrado el camino.
No soy digna de todo esto. Soy un espíritu pequeño en busca de fuerza para luchar contra la pesadez de la materia para así honrar algún día todos los dones que ha recibido.
Me siento cansada y abrumada por todo el Amor que me ha envuelto, un ligero velo de tristeza aún cubre mis ojos.
Y luego siento que mi vientre se mueve. Me recuerdo a mí misma que la vida late doblemente en mí. El regalo más luminoso que el Creador podría hacer.
Todo el amor y la gracia encerrados en un útero humano. Regalo simple y puro, pero nada obvio.

Ahora tengo que existir también para él.

Debo estar presente y fuerte, responsable y valiente.
"Pequeña esencia de amor, pequeño regalo para todos, no estoy triste sino agradecida ¡todo está bien!"
Miro fijamente un punto cualquiera y me doy cuenta de que somos partes diminutas de un Todo Infinito que nos necesita y nosotros a Él. Somos Su aliento vital y respiramos gracias a Él. Entiendo que el Todo es más simple y más natural de lo que pensamos. Es un simple Ser y Devenir constante que si solo quisiéramos, podríamos entender simplemente abriendo nuestro corazón y haciendo de nuestras vidas un tributo a la alegría, a la belleza y al amor, que se vierte generosamente a nuestro alrededor. En cambio, somos ciegos y sordos, ingratos y corruptos.
Mi camino aún es largo y tortuoso, pero quiero recorrerlo, quiero tropezar, pero también levantarme abriéndome al Amor.
Sara Tomarelli
4 de abril del 2020