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hijasdeldolorDe Michela Raddi
Hijas del dolor. De una inocencia violada. Una tradición inhumana que trae sufrimiento al alma y al cuerpo.
200 millones son las mujeres, que aún siguen vivas, que se han sometido a esta práctica bárbara. De las cuales 44 millones son menores de 14 años.
Pétalos desgarrados en la flor de su juventud. Una juventud que no será la misma de antes.
Una habitación o una cabaña oscura, o simplemente un lugar alejado del pueblo. Una ceremonia Una cuchilla de afeitar comprada en el mercado, un cuchillo afilado o, a veces, un vidrio roto. Aguja e hilo, o espinas de una zarza salvaje. Las amas de casa mantienen a la niña quieta, mientras que a un extraño se le paga por infligir un dolor que dejará una marca para siempre.
Una violencia que en África se llama Salindè o "purificación para acceder a la oración" pero que en Italia se conoce mejor con el nombre de infibulación.
La infibulación es el rito de pasaje a la edad adulta, que se remonta al antiguo Egipto, cuando el cuerpo de las niñas comienza a formarse. Una "ceremonia" de purificación para "sacarlos de la vergüenza".

Incluso en muchos casos, se cree que esta mutilación puede preservar a la mujer del adulterio.
Y miles son las mujeres que continúan sufriendo. Creyendo que es correcto permanecer fiel a esta tradición.

Muchas niñas tendrán daño neurológico por el dolor que experimentan. Muchas mueren desangradas después de la mutilación. Muchas de infección. Muchas niñas en el parto, porque el tejido cicatricial es rígido y evita el nacimiento del feto. Las chicas nunca correrán como antes, porque el corte podría volver a abrirse.

Una señal tan explícita de negación y subyugación de lo femenino, que te deja sin aliento. Nos vemos obligados a aceptar el hecho de que esto sucede en 30 países de todo el mundo.
Uno no puede dejar de horrorizarse ante los testimonios, las lecturas o el mero pensamiento de que miles de mujeres se ven privadas de su feminidad, su esencia.
Como mujeres preservadas, no se puede evitar sentir en la piel el dolor y la sensación de injusticia hacia lo que otras hermanas e hijas se ven obligadas a sufrir.

Por todas esas mujeres violadas, despreciadas, sumisas, golpeadas hasta la muerte. Por aquellas traicionadas, humilladas, no reconocidas por su valor.

Tomemos consciencia y conocimiento de aquello que está sucediendo.
Un hilo muy delgado nos une.
Lo que le sucede a otro ser nos sucede a nosotros mismos.
Volvamos a ser humanos.
Michela Raddi
8 de Marzo 2020