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vita

De Matias Guffanti

A Giorgio Bongiovanni, a su familia y a todos los hombres y mujeres que viven en la vida y dan vida con sus palabras, sueños y actos.

En cada partícula está la vida. Y cada partícula es la vida. Por ella está formado todo. Y a ella la forma todo lo que es.

Su esencia inteligente es la justicia que juzga a todos por igual. Iguales con riquezas en la materia o sin riquezas. Iguales con poder humano o sin él. Iguales, con fama o sin ella. Iguales frente a sus ojos, que sólo ve en nosotros su presencia o su ausencia, en los frutos que entregamos ante ella. La que con su sentencia, en un acto de amor incomprensible, nos enseña y vuelve a enseñar, que no vive en el pasado ni en el futuro ilusorio que nos ciega, sino, en la conciencia del eterno presente, donde el tiempo no existe y cada instante es tan profundo como el infinito universo que nos envuelve y nos forma.

Nace en la vida, quién puede mirarla a sus ojos para convertirse en ella. Duerme en la vida quien transita por ella sin poder sentirla ni verla.
Mirarla, entre el odio y el terror que nos golpea. Sentirla entre los gritos que nos aturden y nos hieren, en la magia de la naturaleza, en las voces y las luchas de los hombres y mujeres que manifiestan Su esencia, para recordarnos que lo sostiene todo y aquello que queda por fuera de ella, inevitablemente perece.
Ante su conciencia, la confusión no existe. Lo complejo se torna en una simpleza perfecta y armónica con lo esencial, que se rige tanto arriba como abajo en los valores universales que dan dirección y sentido a la creación.
La vida, dueña del mundo espiritual y material, artífice de toda inspiración que guía y crea, es el inicio y es el fin.

Vida, inspiración, sentimiento, pensamiento, palabra, acción.
Acción, conciencia, sabiduría.
Sabiduría, reconocimiento, transformación.
Transformación, crecimiento, vida.

La inspiración busca forma en el hombre y el hombre busca darle forma en sus sentimientos.
Desde la razón, la comprensión crea al pensamiento, fuente del conocimiento y el saber. El pensamiento se forma de acuerdo al lenguaje y el lenguaje de acuerdo al pensamiento, convirtiendo aquella manifestación inicial en palabra, que es código del mundo espiritual donde yace y nace la inspiración.
Es así que, la inspiración es atravesada por el discernimiento de nuestros sentimientos, pensamientos y palabras, antes de manifestarse en acción, que es causa.
Mas no hay causa sin efecto, que en gozo o sufrimiento crea la conciencia para el desarrollo, en la experiencia, de la sabiduría.
Mientras más sentimientos vividos, más conocimiento desarrollado, mientras más conocimiento obtenido más discernimiento y responsabilidad tomada en una nueva conciencia, mientras más conciencia alcanzada más acciones y consecuencias, mientras más acciones, más sabiduría...
Pero en el suelo, después de haber caído por enésima vez, moribundos por nuestras debilidades, nos reconocemos por quiénes somos verdaderamente, en la humildad de la realidad que se aleja de las falsas ilusiones mentales. Y es en ese momento que sólo queda una opción para levantarse con la fuerza de la vida misma: la transformación. Muerte y resurrección.
La vida vuelve con su color y aroma. Y su fuego, arde en todo lo que está bajo su protección. Como en el brote de una hoja en la dura corteza de un árbol, como en la flor que se rompe a sí misma para mostrase al Sol, como en la luz de una nueva estrella que atraviesa al espacio para alcanzar nuestro cielo, como en el amanecer que una vez más ilumina todo en su Reino.
Vuelve y continúa a volver, para levantarnos una vez más, en Su pueblo, que camina en medio de nosotros y graba sus pasos para siempre.
Basta verlo, basta oírlo, basta saber sentirlo.

Matías Guffanti
23/12/2019