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Giorgio Our Voice mani in alto200Por Leandro Gómez

A horas de haber culminado nuestro primer trayecto, me encuentro fuera del lugar donde pasaremos la noche.

Pienso y creo fuerte que jamás es tarde para empezar a escribir las crónicas de nuestras vidas, menos aun cuando las experiencias quedan marcadas en nuestra piel, como tatuajes intangibles, quienes desde el fondo del alma regocijan por el profundo hecho de haberlos vivido.

Hemos estado en la boca del lobo y días atrás acompañado a los rebaños que luchan en contra del mismo. Debemos, día a día ser cada vez más conscientes y capaces de inclinar el corazón hacia estas causas, llevadas adelante por justos y justas.

Hemos estado en el nido de la serpiente, con la compañía de águilas, las cuales, con sus alas dan su vida por cada uno de nosotros, sus huevos o pichones, quienes directa o indirectamente, somos participes de su lucha. Ellos quienes, con Lucifer en frente, tienen dentro suyo la certeza de que un mundo mejor es posible. Aquellos quienes, con inteligencia y firmeza en su voz hacen temblar los eslabones más altos de gobiernos, aquellos que con su sola presencia intimidan a las bestias, que con todo el dinero del mundo y el poder no logran acallar aquellos gritos.

La verdad es que una vez encendida la llama solar, ni el tiempo, ni la muerte la detiene, por que pasa por ella el calor de la justicia, que las toma como hermanas necesarias para la entrega total llevada de la mano del sacrificio extremo.

Por qué, díganme ustedes, ¿Quién es capaz de decir la verdad y solo la verdad en el mundo que vivimos?

Díganme quien en su sano juicio pone por primero la verdad antes que su propia vida. Quien es capaz de hacer una denuncia tan fuerte con una voz tranquila, sin titubeos, directa, concreta y al mismo tiempo con la potencia de una llamarada solar. Solo él, nuestro maestro, nuestro amigo, nuestro compañero.

Hemos de deberle por siempre la vida, a él, quien se entrega a los labios carmesí de la señora muerte, solo por nosotros.

Hemos estado en estos días con él y con tantos otros que mirándonos a los ojos veían esperanza. Es a ellos a quienes les debemos la libertad, la incentivación, la transmisión de valores y el sueño de un mundo más justo.

“Grazie Nino, grazie per tutto.” Solo esto pude decir la primera vez y lo vuelvo a decir ahora.

“Grazie Giorgio, grazie per tutto.” Lo vuelvo a decir.

Gracias a aquellos que siembran en nuestros corazones, esta pasión por la justicia.

27.03.19

Primer día en Fray Bentos

Que extraños son los planes del padre que usa a una de sus ovejas más rebeldes transformándola en instrumento de su voluntad. Para despertar aquellos ángeles dispersos de su reino, en esta tierra. Donde las alas de aquellos hoy se encuentran tapadas de polvo, cubiertos de telas de araña porque se olvidaron de cómo usarlas. El, nos escoge a nosotros, los últimos para buscar a los primeros, que, a su lado, hace mil vidas se encuentran.

Fuimos a visitar aquellos que son la sal y la levadura participes en primera plana del final del apocalipsis quienes portan dentro suyo la luz de Adoniesis, ya que, al fin de la jornada, estando cansado, no deseaba apartarme de ellos y ellas. Espíritus hoy en carne que forman parte de las legiones del universo.

Entre palabra y palabra, verso y comas, silencios y noticias alarmantes por ser tan actuales, pesadas y fuertes, fuimos pasando aula por aula, difundiendo un mismo mensaje: el del cambio, el de la libertad, el de la preparación de cada uno, repitiendo que nadie les diga que hacer, que pensar, que vestir, que sentir, por que luchar, que odiar y que amar. Les repetimos que la única manera que sean libres es conociendo la verdad, aunque sea una pequeña parte de ella. Por qué sin verdad, no hay libertad, sin ideas o preguntas no hay pensamientos, sin un despertar de conciencia no hay cambio y no hay cambio sin amor.

28.03.19

Bajo un cielo de chapas, vigas y tirantes

Bajo un cielo de chapas, vigas y tirantes oxidados hemos entablado una conexión espiritual invisible pero tangible en los latidos de nuestro pecho, en las sonrisas y lágrimas que al ser provocadas motivan nuestros gritos. En este bucle temporal en el cual fuimos inmersos nos olvidamos de nuestras diferencias. Nos transformamos en uno, en humanidad, que recorre el planeta como un mismo cuerpo, dividida en 7 millones de células, esa humanidad que teme al pecado y que juzga al pecador. Cuando en lo más profundo de nuestro ADN, todos somos los mismos, que desde milenios convivimos en esta mal trecha tierra.

Tras un telón de bolsas y telas negras se encontraba un grupo de locos y locas, que angustiados por que el espectáculo salga bien, rezaban a sus santos. Con miradas de miedo actoral, ellos mis hermanos, mi gente, no han de ser los mejores en lo que hacen, pero vence su convicción, el por qué hoy estaban tras un humilde telón esperando salir a la acción con la ansiedad llevada a su boca, masticando las uñas, llevada hacia sus pasos acelerados de un hemisferio al otro, demostrada en la amplificación de los latidos, acelerados hasta que… se apagan las luces, los nervios se sienten hasta en la punta de la uña del dedo índice: “mierda, mierda, mierda” nuestro ritual banal pasa por mi cabeza una última vez. Salimos a escena: parece que todo se detiene, la realidad deja de ser nuestro mundo; creamos un mundo nuevo acogiendo todas las épocas, todo lo vivido. Creamos un universo paralelo, donde todo es posible, donde la memoria es más viva que nunca, donde ya no hay más público, actores u obra, solo una vida, una vida que nos eclipsa a todos y por un momento somos humanos, somos humanidad.

Hemos terminado, no somos más uno, pero nos sentimos como tal. Hemos sobrevivido una vez más a la avalancha. Lo logramos de nuevo, nuestro cansancio valió la pena, los dolores de cabeza, y los enojos. Somos Felices por cumplir este deber que forma parte de nuestra vida. Jóvenes se interesaron en el cambio, hoy vencimos a la adversidad.

Pero no hemos de cantar victoria antes de tiempo, queda mucho camino por recorrer y mañana otra batalla que pelear.

29.03.19

Bajo el águila que sanguina

En un prado de mariposas que revolotean a nuestro lado nos encontrábamos, firmes al costado de un somier donde reposaba con fuertes dolores aquella águila de la que he escrito días anteriores. Aquella fuerte águila, que el paso del tiempo hizo teñir de plata sus plumas. Aquella águila, que luego del padecimiento nos dio una fuerte lección, ya conocida por los presentes, llevaba a cabo sin tomar noción de ello. Nos repitió: "Podemos caernos, pero siempre debemos levantarnos. Esa es la verdadera valentía."

Aquella águila, que muestra con el ejemplo, en cada alba, en cada crepúsculo que, pese al dolor, el cansancio del vuelo o la lucha con cuervos por la protección de su nido debe levantarse y seguir.

Horas más tarde estuvimos fundiendo nuestros puños, en un momento de lealtad máxima hacia la causa, momento repleto de sensaciones, de lágrimas y de corazones que hacían un esfuerzo inhumano por no estallar de aquella energía que todos y todas juntas causábamos al blandear nuestros puños en uno solo. Recargando de energía y vitalidad a cada uno y sobre todo a nuestra Águila, que una vez más se encontraba en medio de nosotros, manteniendo nuestros puños en alto.

31.03.19

La eternidad que culmino

Al final del viaje, de este viaje que duro una eternidad pero que culmino en segundos, con los sentimientos a flor de piel y arena en los zapatos observaba la inmensidad del mar, y en mi resoplo como una brisa la conclusión de estos escritos sueltos que fui armando cuando dentro mío me pedía enhebrar el hilo de las emociones a la aguja blanca del papel.

Los momentos quedan guardados en cada lugar que hemos vivido. Las enseñanzas en la muerte del ser, se reúnen con todas las demás hermanas, que del otro lado esperan para acompañarnos en la eternidad. Somos agua y somos tierra, somos sangre y somos carne. Somos parte de un mismo mundo, que por más que caminemos en líneas contrarias, volveremos a cruzarnos tarde o temprano. Porque somos eso, somos vida y somos muerte. Somos lo que queda de nosotros cuando ya no estamos, y somos quiénes siempre estaremos a pesar de la ausencia. Somos arena mojada que el sol seca por las mañanas, somos arenas del tiempo en un tic tac que no perdona ni al ciego, nadie lo ve presente, pero ahí está, siendo aliado y enemigo nuestro.

Nuestra carne se agrieta con el correr del mismo, nuestro corazón se detiene, cuando finalizado está para nosotros. Vivimos sobre una misma tierra, nuestras pisadas estás conectadas con el mismo centro, nuestra consciencia en constante interacción con el cosmos. Somos quiénes siempre existieron desde que existen, y seremos siempre existencia, hasta que volvamos a existir. Por esto apremió mi vida, que gira en torno a mi gente, por esto aprecio la vida, porque está con ustedes. Y aún que la marea baje buscando el refugio de mar adentro, volverá a donde pertenece, movilizando la vida a nuevos puertos.

Hasta pronto, tierra prometida, en ti acontecen y acontecerán los hechos más fuertes de esta pobre vida. Hasta pronto, mas, no deseo perderme en la marea de millar de personas. Porque somos uno, divididos en miles, porque somos uno en la inmensidad. Por qué quien nace una vez para servir, ni la muerte lo hará morir.

Leandro Gómez.

19 de abril 2019

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