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aguilagiovaPor Giovanni Bongiovanni
En cada viaje siempre me acompaña una canción, y la escucho, continuamente, hasta que aprendo cada palabra. ‘Cuando los ángeles lloran’ es la canción del grupo latinoamericano Maná. Esta canción la escribieron en recuerdo de Chico Mendes, que defendía los derechos de los trabajadores y se convirtió en un símbolo internacional contra la deforestación de la selva amazónica en Brasil, le mataron los latifundistas en el 1988. Él decía "la selva nos une, hace que seamos hermanos...".
No estoy en Brasil, sino en Guatemala, en una de las zonas más verdes que jamás haya visto en mi vida, donde por todos los lados nacen árboles frutales y plantas de café.

Estoy con 60 médicos italianos, cirujanos, ortopédicos y enfermeros; he sido invitado por la asociación italiana ‘Sulla Strada Onlus’ que ha realizado su proyecto principal a 50 km de la capital, donde ha construído un centro de acogida con una escuela elemental, un comedor y actividades recreativas para 220 niños. Además está garantizada la asistencia sanitaria para todas las familias más pobres de esta localidad, La Granadilla, una zona muy pobre donde en muchas aldeas tienen paredes y techos de chapa.
Los ángeles de los que habla la canción yo los he visto en estos médicos, con los que he vivido pocos días, pero intensos, en el hospital de Llano de la Virgen. Vestidos de azul, la tez blanca, se diferencian de las características de los habitantes locales de orígen indio, maya. Por un instante me viene a la mente la imagen de la invasión española que ocurrió en estas tierras hace siglos. Los relatos describen la impresión que tuvieron los mayas cuando llegaron; eran altos con respecto a ellos bajos de estatura, blancos, con armaduras y tecnología bélica, con grandes medios de transporte, barcos, que todavía no conocían.
En aquel tiempo vinieron para matar y exterminar, ahora en cambio, europeos como nosotros, italianos, hemos venido para construir, curar heridas y cicatrices, sanar, llevar amor. No somos mercenarios, no somos pagados por la Reina, ni por nuestro gobierno. Somos todos voluntarios junto con la asociación ‘Sulla Strada’ que dirige esta misión. Con nuestros medios, nuestro conocimiento, nuestras herramientas. Tenemos los mismos semblantes que tenían entonces los españoles, pero los nuestros están vestidos de azul. Bellísimos chicas y chicos, hombres y mujeres con una luz y con sonrisas magníficas, capaces de resistir hasta tarde a pesar del cansacio, dónde entre una guitarra y voces todavía entonadas cantamos los grandes éxitos clásicos de la música italiana, el lenguage del amor como me han dicho muchas personas del lugar, que me pedían que repitiera las palabras que nosotros los italianos les decimos a las chicas: bonita, princesa. Me escuchaban hechizados.
Hemos vivido estos días en dormitorios, compartiendo los espacios comunes desde el baño al comedor. Nos despertamos pronto y luego cada uno a su trabajo. Yo me ocupaba de documentar la jornada laboral para poder transmitir a la red de colaboradores de FUNIMA International la colaboración que estamos emprendiendo con ‘Sulla Strada Onlus’. Vídeo y fotos hechos con el celular. No tienen mucha calidad, pero necesito imágenes para publicar rápidamente en las redes sociales para los que siguen de cerca lo que hago. Estoy solo y no tengo a nadie que pueda filmar así que me muevo con el bastón de selfie, mientras comento y describo lo que veo alrededor mío.
Cientos de personas llegan de todos lados, y se ponen en fila, horas de camino para llegar a este hospital, administrado por los habitantes del lugar, dónde la asociación Sulla Strada Onlus lleva, ya desde hace muchos años, a cientos de médicos cada año, que ofrecen asistencia médica interna, ginecológica, operaciones quirúrgicas, enfermería y farmacia.
Hay médicos que tienen mucha experiencia en sus espaldas. En otras misiones, aquí cómo en otros lugares límite, debes olvidarte de lo que haces en tu trabajo en Italia y darte cuenta de que estás en Guatemala, en el segundo país más pobre de Latinoamérica, que carece casi completamente de estructuras sanitarias y cuyos parámetros son muy diferentes. Sin embargo, todo está absolutamente bien gestionado pero esta profesionalidad aquí solo está garantizada en clínicas privadas a las que solo tienen acceso los súper ricos.
Hay jóvenes y muy jóvenes, para ellos indudablemente es una experiencia que tensa la cuerda de las emociones hasta el límite. Cuando tienes que comunicar a una mujer que vive en condiciones difíciles la llegada de otro hijo, cuando tienes que explicar la gravedad de un tumor a quién no sabe lo que es, cuando descubres violencias sexuales contra un menor de edad, cuando recibes abrazos que piden consolación de alguien que acaba de ser operado en el abdomen y sabe que al día siguiente se le tendrá que mandar a la calle para dejar el sitio a otra persona; cuando operas por la enésima vez el rostro de un niño totalmente desfigurado sin párpados, boca, nariz ni orejas porque trabaja en una de las fábricas que ensamblan fuegos artificiales, la mayor fuente de renta para las familias de las aldeas de la zona, niños incluidos, y que frecuentemente explotan y matan, o desfiguran totalmente los rostros, y laceran las extremidades...
Cuando vives todo eso vuelves a casa cambiado. ¡Vives lágrimas, sangre y mucho sufrimiento! Pero también consuelo.
Después de todo esto, escucho las palabras de una voluntaria que me dice: "lo que más me faltará será el cariño que los pacientes me han dado, el amor que hemos recibido y del cual no quisiera separarme".
#sullastradaonlus #funimainternational #solidarietà #volontariato


Giovanni Bongiovanni
Presidente Funima International
26 de febrero 2019

aguilagiova650

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