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Hugo Lucas100Por Jean Georges Almendras-6 de setiembre de 2017

Aquello de que los caminos de Dios son enigmáticos y misteriosos –como solía decir Eugenio Siragusa, padre espiritual de Giorgio Bongiovanni- puede ser perfectamente aplicable a un acontecimiento que tuvo lugar en el departamento de Artigas, zona norte del territorio uruguayo, a comienzos del mes de setiembre. Un acontecimiento que pone en evidencia, que una vez más, el diseño divino se encuentra por encima –bastante por encima- del diseño humano, de la lógica humana.

El acontecimiento en sí mismo, que podría perfectamente encuadrarse en una rutina, o si se quiere en una circunstancia banal y casual, tiene sin embargo un muy particular significado. O mejor dicho, es literalmente la expresión más genuina y más contundente, de una señal divina, dirigida y enviada al hombre de hoy. Y no por casualidad.

Hugo Lucas, ciudadano del planeta, residente uruguayo, quien desde hace muchos años tiene entre manos (o sobre sus espaldas) la misión de tutelar una piedra agata con forma de corazón (de 130 millones de años de antigüedad, y que pesa 7 kilos y medio) en cuyo interior hay símbolos e inscripciones en cristal de cuarzo, con un mensaje cifrado que incluye figuras como el pez, una paloma, la palabra mil y la letra jota, entre otras imágenes,  comenzó la jornada del 1ero de setiembre de 2017 saliendo de su casa para dirigirse hacia el lugar de trabajo de un amigo, situado en el otro extremo de la ciudad. El lugar de trabajo es un enorme galpón donde se almacenan trastos y toneladas de piedras amatistas, de descarte.

Esa mañana, no había un motivo certero que obligaba a Hugo Lucas a acudir  a ese lugar. Al menos, al momento de salir de su casa no lo había. Pero la cuestión es que de buenas a primeras se encontró en el acceso principal del galpón de almacenamiento de piedras. Y como él mismo nos lo relata: “no bien entré algo me llevó a mirar a un rincón del gran depósito. No tenía una motivación racional para poner mi vista en ese lugar, pero lo hice. Sencillamente sentí hacerlo y vi una montaña de piedras. Piedras de descarte. Piedras seguramente extraídas de la zona minera del departamento de Artigas, conocida como Catalán. Y cuando me fui acercando al vértice de esa montaña de piedras, me llamó la atención una enorme piedra de la cual se distinguía una cavidad en la que llegué a ver nítidamente la imagen de la Virgen. Me llamó mucho la atención la delicadeza de la imagen. Y no lo dudé ni un segundo. Sin apartar la vista de algo tan maravilloso, llamé a mi amigo y le pedí que me vendiera la piedra. Accedió. No puso obstáculo alguno, porque  era obvio que él nunca había advertido la imagen que yo estaba viendo y que me producía un gran sentimiento, una gran emoción.  Me acerqué más a la piedra, y la fui limpiando, la fui lavando con mucho amor y fui descubriendo a la Virgen. Estaba muy bien definido el basalto, de color gris y el cuarzo, de color blanco. La piedra enorme contenía a otra piedra en forma de una Virgen. Una Virgen con una tonalidad diferente. Conozco de piedras y la piedra en forma de Virgen no era una incrustación artificial. Era una incrustación natural. Sentí una felicidad indescriptible.”

¿Cuántas cosas debe haber sentido Hugo Lucas en esos instantes? ¿En esos instantes que sin proponérselo era él protagonista de un acontecimiento superado en simbologías y en vibraciones, y en mensajes?

Los minutos que siguieron al hallazgo no fueron menos sorprendentes. No fueron menos impactantes. No fueron causales. Indudablemente, formaban parte de la metodología del Cielo. De esa metodología  que a la especie humana le resulta harto difícil aceptar y asimilar, especialmente en estos tiempos. Tiempos, de confrontaciones y tiempos de signos. Signos en el Cielo y en la Tierra. Signos. Señales.

“Lavando la piedra con agua fui descubriendo que la imagen se hacía más nítida. Fui descubriendo que en la base de la Virgen, las incrustaciones en tonos verdosos dibujaban la silueta de personas alrededor de la Virgen. Y fui descubriendo tonos rojizos, como si se tratara de sangre. Pero hay más, porque observando la imagen de la Virgen descubrí un manto transparente, cubriéndola. Algo maravillosamente frágil. Maravillosamente delicado”.

Hugo Lucas es un hombre que desde su adolescencia fue un protagonista muy particular, de un acontecimiento de similares características. Fue  cuando su padre halló la piedra corazón. En aquellos años del hallazgo, estando junto a sus hermanos, escuchó a su padre decir, que esa piedra (la de corazón) “era algo superior al hombre”. Hugo Lucas no olvidó nunca esas palabras. No olvidó nunca ese momento.

¿Bastantes años después, en ese galpón, ese 1ero de setiembre de 2017, habrá recordado aquella escena? ¿Seguramente deben haber estado aquellas palabras en sus pensamientos? ¿Seguramente aquellas imágenes de la infancia se le deben haber cruzado por su cerebro?. Seguramente, y no por casualidad.

 piedra georges

“Después de todos estos años de haber llevado la piedra corazón por el mundo y de sentir que ese corazón era y es una forma de anunciar el retorno del Cristo, ahora vivir esto, es como la certeza de que estamos haciendo las cosas bien. Ya van cerca de 51 años que la piedra corazón fue hallada. Ya ha recorrido mucho camino y ya ha sido vista por miles de personas. También ha sido estudiada. Y también ha sido un bálsamo para muchas personas que tenías una dolencia física. Encontrar esta piedra con la imagen de la Virgen, siento que es como la continuidad de lo que estamos haciendo con la piedra corazón”

¿Solo la continuidad? No creo. Estoy seguro que hay más. Estoy seguro que se trata de una señal que, fruto de la metodología del Cielo, está destinada a la humanidad. Una señal que se ha manifestado en una zona de mucha energía, dentro del Uruguay.  Una señal para la América Latina, sufriente y azotada por las calamidades y las mezquindades del hombre en corrupción, regenteado por la violencia, el crimen organizado y el poder económico, sembrando muerte, humillaciones, sometimientos, pobreza, injusticias sociales, desequilibrios, injusticias, pobreza espiritual e ignorancia.

Una señal de la Madre Celeste para  que el Anticristo sepa perfectamente que no hay vacíos alrededor de quienes siguen al Maestro. Para que sepa que hay militantes que anuncian el retorno de su hijo, el Cristo. Y que hay tierras que han sido bendecidas por su manto. Y que hay hombres como Hugo Lucas, que no han cedido a las tentaciones de desistir de hablar de los signos del Cielo, anunciando el retorno del Cristo.

Una señal de la Madre Celeste para que sepamos todos, que ella, está atenta, protegiéndonos. Inexorablemente, también es una señal (muy nítida) de la Madre Celeste, para el estigmatizado de Porto Sant’Elpidio: Giorgio Bongiovanni. Porque la metodología divina ha sido, una vez más, pródiga y consoladora para ese instrumento del Cielo, cuya misión está estrechamente relacionada con la misión de Hugo Lucas,  o mejor dicho, con la piedra de corazón. Y estrechamente ligada con la misión de señalar al Anticristo.

Giorgio Bongiovanni, no por casualidad, desde el 12 de octubre de 1990, como instrumento del Cielo, ha recorrido tierras sudamericanas, y en ese recorrido (porque también ha sido designio del Cielo) ha  podido llegar al Uruguay y al departamento de Artigas, para hablar de la piedra corazón junto a Hugo Lucas, reconociéndola  como un signo y “como el código genético del planeta tierra”. No por casualidad.

Estamos en tiempos de señales. Estamos en tiempos apocalípticos. Estamos en  tiempos en que el compromiso con la vida y con la justicia, son primordialmente la ansiada avanzada del retorno del Cristo, precisamente en este tercer milenio.

Estamos en tiempos que los signos dicen más que las palabras. Tiempos de revelaciones. Tiempos de luchas. Tiempos de desapegos. Tiempos de entregas. Tiempos en los que hablar del retorno del Cristo puede llevarnos a la soledad. A la marginación y a la exclusión. Esa exclusión que ha sido siempre el camino que ha deparado el poder a todos los militantes de la verdad.

En la ciudad de Artigas, otra vez doblan las campanas porque una vez más una señal se ha instalado en esa tierra. La Madre Celeste se ha hecho presente en el momento preciso, porque los tiempos son estos. Los tiempos en que la visión de Fátima cumple sus cien años y que Giorgio Bongiovanni vive sus 28 años  de estigmas. Tiempos próximos al retorno del Cristo.

En el departamento de Artigas, el prodigio del Cielo habló otra vez. Y hablará de aquí en más. Otra vez. Día a día. Minuto a minuto. Segundo a segundo.

“Esta piedra con la imagen de la Virgen tiene un peso aproximado a los 30 kilos. Trataré de acondicionarla para poder mostrarla al mundo. No será tarea fácil. Pero lo haré. Aunque no podrá ser tocada como la piedra corazón, porque es notoriamente más frágil, igualmente estará a disposición de todos. Es una señal. Es un signo. Junto a la piedra corazón será para todos. Porque fue hallada para eso. Fue encontrada para eso.”

No por casualidad Hugo Lucas y Giorgio Bongiovanni comparten el mismo sendero de amor al Cristo y la Madre Celeste. Y no por casualidad el diseño divino fue que se tallara a la madre celeste en una piedra artíguense.

No por casualidad. Porque los caminos de Dios con enigmáticos y misteriosos, verdaderamente.

Georges Almendras

6 Settembre 2017