Por Flavio Ciucani
“El mundo va a ir a otra guerra, más despiadada que las anteriores... La ira de Satanás ya no se contiene; el Espíritu de Dios se retira de la tierra, la Iglesia quedará viuda, ella va a ser dejada a merced del mundo. Hijos, volveos santos y santificaos más, amaos mucho y siempre. La oscuridad de la conciencia, el mal que aumenta, será el testimonio del momento de la catástrofe final que llega… se desencadena la ira en toda la Tierra, la libertad satánica, que ha sido permitida, hará estragos en todo lugar.
Tiempo de desorientación y desconcierto que vendrá sobre vosotros; uníos en el amor de Dios, tened una sola regla: el Evangelio vivo!... ¡Hijos míos no cometáis pecado, no cometáis pecado! Porque en un instante seréis llamados al juicio, y el juicio de Dios es infalible. Si, hijos míos, el sol se oscurecerá, y las estrellas caerán, pero no se trata sólo de una realidad material: hay una parte interpretativa y espiritual, y será el sol de los soberbios y las estrellas de los orgullosos los que caerán, pero no lo entendáis solo en la parte material del pensamiento: está la parte interpretativa espiritual y serán los soles de soberbios y las estrellas de orgullosos los que caerán, como ya había caído Satanás. Rezad, rezad mucho y haced penitencia con todos los medios y sistemas, sin superar los límites permitidos por la voluntad de la razón; haced penitencia en cada oportunidad que se os presente, es un pedido de mi Hijo, y el pedido de Jesús mi hijo es fácil, porque es un pedido de amor. La penitencia que os pide es la de amar al prójimo y de dar un buen ejemplo de vida. Con mi Hijo, en Dios Padre, no odieis a nadie, perdonad siempre, no os venguéis, Jesús es Juez”.
Esto no forma parte de un discurso del Papa frente a la terrible situación del momento, sino que es un fragmento del mensaje que la Virgen, Madre de Dios, dio entre los años 1946 y 1949, a un hombre llamado Bruno en el parque de las tres fuentes en Roma. El mensaje fue transmitido casi inmediatamente a la Santa Sede y en la misma fue leído y apreciado.
Unos años antes una joven catequista tuvo una visión en el mismo lugar: La Virgen le dijo que fuera a ver a la hermana de un cardenal y que lo advirtiera de que en ese mismo lugar ocurriría una aparición en la que daría un mensaje importante. El cardenal era Eugenio Pacelli y en poco tiempo se convertiría en el Papa Pio XII.
Entonces el Papa sabía, leyó el mensaje y lo apreció. Alguien de la Curia insistió en la aprobación no solo de la aparición sino además para que se divulgara el mensaje; otros se opusieron muy violentamente porque la tarea de examinar y de estudiar las apariciones correspondía a la Sagrada Congregación del Santo Oficio, ex Sagrada Congregación de la Romana y Universal Inquisición del Santo Oficio y que sería luego con Paolo VI la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe. El mismo Papa, Pio XII, quien por ley era el jefe de la Congregación se vio involucrado en la disputa. El Papa Pacelli no quiso oponerse al secretario de la Congregación, a quien él mismo había nombrado, el Cardenal Alfredo Ottaviani, el más rígido en esta cuestión, y dijo una frase que con el tiempo se haría famosa: “¡Dejemos que se encargue la Virgen, ella es mejor que nosotros!” Sin embargo Pio XII, que había sido advertido, quiso conocer al vidente Bruno Cornacchiola y lo hizo: llegó a las dos de la mañana en un coche para buscar a Bruno a escondidas y se lo llevó al Vaticano para ver al Papa. ¡No solo eso! A las tres de la mañana del 18 de Enero de 1948 a Bruno lo volvieron a llevar en coche hasta San Pedro. “Vamos hasta el portón que le dicen de bronce, subimos las escaleras, tomamos el ascensor y allí está el Papa sonriente que me abraza, estoy conmovido. Todos se quedan afuera, entro y me encuentro con una monja que está rezando en un rincón. El Papa me dice: ‘Es nuestra Sor Lucía de Fátima’. Se levanta y nos saludamos con una reverencia, hablamos del mensaje y de lo que ocurrirá en la Iglesia por culpa de los curas que se han desviado del camino... Ambos frente a Pio XII hablamos de la experiencia de los hechos ocurridos y del mensaje”.
Todo este forma parte del relato del periodista Saverio Gaeta en el libro “Il veggente” (El vidente). ¡No solo eso!
Además se ha sabido que en 1960, año en el cual, por orden de la Madre de Dios, se tenía que revelar el mensaje de Fátima, Sor Lucía se había enterado de que Juan XXIII, en Agosto de 1959, estando de vacaciones en Castel Gandolfo, había leído el mensaje, pero había establecido que no se procediera con la divulgación. Sor Lucía, fiel a las órdenes de la Virgen, quería hablar en la radio, pero “el Papa, estando de acuerdo con los cardenales Tardini y Ottaviani, le había negado la autorización a Sor Lucía para dar el mensaje radiofónico al mundo”.
El Catequismo de la Iglesia afirma que “aunque las apariciones privadas no pertenecen al depósito de la fe éstas pueden ayudar a vivir la misma fe, siempre y cuando mantengan una estricta orientación a Cristo”.
Pero ¿qué es lo que contienen los mensajes marianos que no hagan referencia a Cristo?
Además si los mismos mensajes son consejos para la humanidad para afrontar mejor, “en la fe en Cristo”, los graves acontecimientos que están por llegar ¿por qué esperar que los mismos acontecimientos ocurran para aprobar el mensaje? Pero si los hechos confirmaran lo que ha sido aconsejado ¿para qué sirve el consejo?
Pero las respuestas son demasiado evidentes. La jerarquía de la Curia vaticana conocía y conoce cada uno de los sentidos llamados de la Virgen; sabe distinguir perfectamente lo que es real y lo que es falso; está en contacto directo con los videntes; tiene una organización muy bien distribuida como para poder controlar los acontecimientos durante y después de las apariciones; logra tener bajo control a la gran cantidad de peregrinos que se trasladan hasta los lugares de las apariciones incluso cuando estas son consideradas dudosas. Por lo tanto sabe, controla y organiza. Entonces la realidad es que tienen miedo de divulgar algo que durante la celebración de la misa afirma creer tres veces: El Retorno de Cristo. Tiene razón el Padre Laurentin, un gran conocedor y estudioso de las apariciones marianas: las apariciones de Maria son una contradicción para la Iglesia ya que la misma las mira con desconfianza y en lugar de darles un lugar de honor aconseja no prestarles atención!
Flavio Ciucani
Sant'Elpidio a Mare
26 de Octubre de 2016