Por Mara Della Coletta
Es de madrugada y estoy conduciendo. La música me acompaña y no se cómo mi pensamiento viaja hacia mis hermanos jóvenes y muy jóvenes de las arcas pero por asociación mental se concentra en el grupo “Our Voice”. De repente me siento como si fuera arrastrada por una ola... no es correcto decir “arrastrada”, en realidad invadida, envuelta por la energía de esa ola. Fresca, suave, dulce, pura y seguro, si, ... que no es de este mundo. Proyecta a mi Ser a una fugaz visión.
En la oscuridad la imagen de un grupo de jóvenes alegres y sonrientes proyectados al frente. Con sus sonrisas espontáneas que como imanes contagiosos penetran en el corazón. De ellos emanan, como si fuera una cola, hilos luminosos que se extienden. Inconscientes (o ¿quizás conscientes?) arrastran algo que la oscuridad no me deja ver.
Somos nosotros. Una lágrima me toma por sorpresa.
No hemos cumplido, hemos eludido nuestra misión de vida a pesar de que la Luz haya descendido para abrir las conciencias adormecidas y los corazones endurecidos.
El equipaje que arrastran dulcemente es la misma fuente que les ha dado a luz pero no hablamos de cuerpo sino de Espíritu, no de padres, madres y parientes, sino de hermanos que, como ellos, han bebido de ese Manantial inagotable.
Por un instante me entristece esta verdad pero luego comprendo que es importante participar en su “esfuerzo” que es y será siempre de ellos.
Hay una forma de ayudarlos y no es la de, haciendo un gesto para quedar bien, cortar el hilo de plata para que vuelen más alto sin dificultad, sino que nosotros tenemos que participar. Llevar adelante con más alegría, con más fuerza, con más conciencia nuestras tareas hace más fácil la suya. Apoyarlos, alentarlos, hasta incluso protegerlos, será luego la Vida la que regule el flujo.
Con ellos sí Padre, una porción infinitesimal de ti se expresa en la encarnación que propaga una Luz con desmesura.
Con amor
Mara Della Coletta
13 de Octubre de 2016