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ERIKA100X100Por Erika Pais
El Cielo Habla, cierto que lo hace. Pero su lenguaje es tan sutil y profundo a la vez que sus sonidos muchas veces son apenas percibidos por los corazones cansados.
El Cielo habla, vaya que sí, pero sus guturales anuncios renacentistas traspasan la luz de los planetas, los caminos de las estrellas y el azul del mar, traspasan los universos y regresan a casa arrastrando tras de sí miles de olvidos y desaires.
El lenguaje de las estrellas es el lenguaje del amor solar, aquel que se disfraza de polvos galácticos y de discursos completos y coherentes, pero que se estrellan contra el muro famélico de la razón humana.  Un muro que divide al Hombre con el Hombre, al Hombre con el Padre, al Hombre con el Sol. Y vivimos nuestras vidas virtuales confundiendo el amor con la posesión, la palabra unión con estar juntos, aislando y clasificando a los milagros como falsos o verdaderos, confundiendo visiones con verdades. Vivimos viviendo a medias. Siempre a medias, siempre grises, casi llenos, casi completos, casi vacíos, casi, casi ,casi todo.
Y los sentidos se escurren de entre los dedos así como el agua cristalina. Y los conceptos se escapan del alma así como dejamos escapar esos mágicos momentos en los que tocamos la luz.
¿Qué es el amor si no es el único verdadero motor de todo lo que se mueve y de todo lo estático también? ¿Qué es el amor, si no es lo dulce de un beso y lo amargo de una distancia? ¿Qué es el amor, sino es la Sangre que brota de las heridas de los mártires y el hecho mismo de ser martirizados? ¿Qué es el amor sino es aquella fuerza que te permite ver en los ojos de todas las personas la chispa Divina de la oportunidad mesiánica de participar en la construcción de un Nuevo Reino para aquellos que deben heredarlo? ¿Qué es el amor sino aquello que debes hacer sin ningún motivo más que porque es Justo y Verdadero Hacerlo? ¿Es amor acaso esperar recibir algo siempre?
En la dialéctica del Cielo amor es la víctima que sufre y el victimario que tiene la oportunidad de redención. Amor es la oportunidad eterna de elegir lo Justo.
Amor es no vivir en el escepticismo y la ignorancia calcificada que se disfraza de justicia moral. Amor es reconocer lo Justo y vivirlo en el manto sutil de nuestras diferencias humanas. Amor es vivir las estrellas en el cielo y acariciar a un hermano cuando nuestras diferencias nos agreden. Porque todo acto, sea humano o no, es producto de la conjunción de momentos Divinos, digitados por la Mano de Dios.  En la dialéctica del Cielo todo aquello que vivimos sea agradable a nuestros sentidos básicos o no, se explica solamente con una sola palabra: Justicia. Justicia como Fruto Sublime del Amor.
En la dialéctica del Cielo todo es verdadero, todo es cierto y si fuera falso, es cierto también porque es originado en el pensamiento omnicreante del Espíritu Santo y herramienta útil para el alma. En nuestras vidas lo único falso es la ilusión bestial creada por el sistema al que estamos sometidos. Falso es estar dispuestos a dar la vida pero no a perdonar al hermano en sus pecados y errores, falso es amar al Cristo pero sentir rechazo hacia un hermano que sufre este mundo igual que uno. Falsos son los valores bajo los cuales juzgamos los actos humanos y a los que somos sumisos, cuando estos responden a imágenes aparentes productos de nuestras psiquis enfermas y disgregadas. Y a pesar de todo, eso también es permitido por Dios.
En la eternidad del alma y la infinidad del universo navegamos por un mar de luz y atravesamos espacios donde la ausencia de ésta, de la luz opaca continuamente nuestra oportunidad de Ser. Pero somos ignorantes que la luz va con nosotros a todas partes, porque emana de nosotros mismos, si la dejamos fluir.
Somos ignorantes que somos partículas latiendo al ritmo del infinito, disgregados por aquí y por allá viajando en la inmensidad de la Vida, de la Verdad que allí está para beberla a sorbos completa, para empaparse de ella hasta morir de sabiduría que es lo mismo a perecer de Amor.
Y las flores, los cometas, los arcoíris, las estrellas, los universos completos somos nosotros mismos mirándonos al espejo. Y en la dialéctica absurda del Hombre olvidamos que estallar en mil pedazos o volver a nacer es parte de una única cosa, es lo mismo y lo es todo. Llorar, andar, amar, reír, meditar, obrar y volver a amar, es siempre y eternamente morir y nacer, porque cada instante fugaz de nuestras vidas nace y muere al inicio y al final transformándonos en creadores absolutos de nuestros rastros por el universo infinito. En la dialéctica del Cielo lo estático es movimiento y el movimiento es quietud. En la dialéctica del Cielo el universo tiene el límite de tu mente y a tu mente la traspasas con el alma dejándola flotar libre con el Padre.
En la dialéctica del Cielo amas para ser libre de Verdad, porque el Amor es la gnosis, es el pan, es el camino.
En la dialéctica humana quieres ser libre para amar y llegar a la gnosis que te guiará al camino y le soltamos la mano a la Única Verdad.
En la dialéctica del Cielo la Unidad es la ínfima, absoluta y mínima partícula  para Ser. De la Unidad venimos a la Unidad vamos y la Unidad debemos transitar. En la dialéctica humana estar juntos es la unidad, pero olvidamos que ser uno con el Padre es la empatía hecha carne, es el Nosotros antes que el Yo, simplemente porque no existe el mío y el Yo solo sirve para describir un estado evolutivo arcaico ya de todas formas. Los pecados de uno son los pecados de todos, el error de uno es la ausencia del “todos”, pero el dolor del Padre es el dolor de cada uno de Nosotros.
En la dialéctica del Cielo miles de colores nos perfuman, y las flores colorean la luz del Sol. Los mares nos secan y los vientos huracanados nos mojan, la luz tiene sonido y el silencio toca hermosas melodías.
En la dialéctica del Cielo Somos, pero Somos de Verdad.

Erika Pais.
8 de Septiembre 2016