Por Frei Betto
¿Somos bienvenidos al planeta Marte?
29 de agosto de 2012
Los ibéricos de los siglos 15 al 17 conquistaron una buena parte del mundo gracias a las innovaciones tecnológicas de sus carabelas y al talento de científicos extranjeros. Son ejemplo de ello el genovés Cristóbal Colón, que se puso al servicio de la corona española, y Américo Vespucio, que se instaló en Sevilla y dio nombre a nuestro continente.
El capitalismo neoliberal, con sede en los Estados Unidos, domina el mundo actual, unipolar, a pesar de fuertes resistencias. No satisfecha, la voracidad estadounidense mira al espacio cósmico. La historia del imperialismo se basó en incursiones por tierra (los romanos y Alejandro Magno), mar (España y Portugal) y ahora aire.
Después de pisar la luna y plantar en su suelo la bandera de los EE.UU. (si tuviera más sentido, la Casa Blanca debería haber llevado la de la ONU), la Nasa hace aterrizar en Marte el robot Curiosity, después de viajar 570 millones de kms en poco más de 8 meses, con un costo de US$ 2,500 millones.
Sé por fuentes fidedignas cómo fue recibido el Curiosity por los marcianos.
-¿Qué diablos cayó en nuestro territorio? , preguntó Elysium a su mujer Memnonia.
-Por su aspecto parece basura del planeta Agua.
–¿Aquel azul?
-Sí, cuyos habitantes denominan equivocadamente Tierra, aunque esté compuesto de un 70% de agua.
-Pero no me parece que sea basura, Memnonia. Mira, es un aparato articulado.
-Quizás haya venido a espiar nuestra civilización, respondió la mujer.
-Eso no me preocupa. ¿Recuerdas cuando, en la década de 1950, nuestros platillos voladores fueron hasta allá?
-Sí, Elysium, fue una decepción. Las imágenes de la tv captadas por nuestras naves demostraron que allí no había vida inteligente.
-De hecho, en materia de ciencia y tecnología los terráqueos estaban muy atrasados. Sus aeronaves todavía copiaban el formato de los pájaros, y hoy sus naves espaciales tienen aspecto bélico y gastan mucho combustible para atravesar la atmósfera.
-Lo que me impresionó -observó Memnonia- fue el contraste entre la sofisticación de ciertos equipos y la miseria en que vivía tanta gente. Mientras algunos viajaban en vehículos de lujo, otros vagaban por las calles suplicando comida. ¿Cómo es posible una civilización que no prioriza la vida de sus semejantes?
-¿Recuerdas que comentamos que, al contrario de lo que sucede con nosotros, ellos son visibles unos a otros? No tenían el don de la invisibilidad, como lo tenemos nosotros. Todavía viven muy apegados a los sentidos y a la razón. No han ingresado a la esfera de la espiritualidad.
-Elysium, si este aparato vino a espiarnos, no va a obtener mucho más allá de las propiedades de nuestro suelo y de nuestro clima. No podrá captar el avance de nuestra civilización.
-Pero admito que me gustaría exponerles a los terráqueos un poco de nuestra historia; quizás eso les ayudara a evolucionar.
-Pero sabemos, Memnonia, que hay entre ellos no pocas personas que también enseñan lo que nuestros patriarcas dijeron, aunque por desgracia la mayoría no les para mientes.
-Serían más felices -enfatizó la mujer- si cambiaran la devastación ambiental por la preservación; la apropiación privada por el compartir; la guerra por la paz; las armas por herramientas; la opresión por la justicia.
-¡Qué positivo fue para nosotros el recorrer ese camino de sabiduría! Hoy, el alto grado de amorización de nuestro pueblo nos permite una transparencia tal, que tanto nuestro pueblo como nuestra naturaleza son invisibles a los ojos ajenos.
-¿Tú crees que debiéramos arrojar al espacio ese raro aparato?
-Mejor no, Elysium. Preservemos nuestra identidad y la paz con los vecinos. No olvides lo que hicieron los terráqueos cuando descubrieron un nuevo mundo repleto de pueblos indígenas. Nuestra invisibilidad nos dará protección. Mejor dejemos esa maquinita rodando por ahí. Será divertido verla restringida a los aspectos geológicos y climáticos de nuestro planeta.
-Tienes razón, Memnonia. El amor que nos une y nos hace felices no podrá ser captado, puesto que los terráqueos todavía tendrán que hacer un largo viaje hasta conquistar la globoamorización que reina entre nosotros.
Escrito por: Frei Betto
Fraile dominico brasileño, teólogo de la liberación.