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francescaUN PLANETA, DOS UNIVERSOS
Por  Francesca  Bianchin
Un planeta y dos mundos completamente diferentes en su forma de vivir, lejanos años luz uno del otro, como si fueran dos planetas de dos universos paralelos.
Para un niño que nace en un país hambriento del tercer mundo, en el que tener el plato lleno de comida es un milagro, o recibir la caridad da algún ente benéfico, el estilo de vida de los países occidentales es un espejismo.
Imaginaos la conversación entre un niño que haya vivido en Europa o en América, y que al  regresar al pueblo de África en el que nacieron sus padres, mientras les cuenta a esos niños que tienen hambre, ese hambre verdadero que nosotros ni siquiera somos capaces de comprender ni por un instante, o de imaginar, por la forma en la que vivimos.
Esos niños que sueñan con tener un trozo de pan en el bolsillo, siempre que tengan un bolsillo en el cual poner algo adentro, que sienten las puntadas del hambre desde el día en que vinieron al mundo, y que ni siquiera saben lo que es tener la panza llena, porque jamás tuvieron esa sensación que todos tenemos después de comer y que a veces cuanto terminamos de almorzar en las fiestas nos vemos obligados incluso a desabrocharnos el botón del pantalón porque la panza está demasiado llena.
Imaginaos a este amigo llegado desde occidente, que les cuenta a estos niños africanos o de cualquier otro país del mundo pobre, cómo viven en este otro planeta, un planeta que podría parecer de ciencia-ficción, el paraíso en la tierra.

-De donde yo vengo hay negocios llenos de cosas para comer, hay negocios en los que se venden sólo golosinas y caramelos.
¿Pero qué saben estos niños de golosinas y caramelos?
Aquí sólo tenemos la tierra, el polvo y alguna choza de paja, le responden.
-De donde yo vengo hay galerías inmensas en las que hay 30 o 40 negocios, con escaleras mecánicas para ir de un piso a otro, se llaman “centros comerciales”.
¿Pero qué saben estos niños de lo que son los centros comerciales? ellos que tienen como techo las estrellas, y quienes tienen suerte tienen un techo de chatarra.
-De donde yo vengo a las casas llega el agua fresca y limpia y podemos beber cuanto nos plazca y bañarnos cuando queremos.
Nosotros tenemos únicamente charcos de agua podrida, y cuando la bebemos rogamos que no nos haga demasiado mal, sólo nos bañamos cuando el cielo nos manda la lluvia.
-De donde yo vengo hay tiendas en las que venden medicinas para curar enfermedades.
¿Pero qué saben ellos de las medicinas que si no se mueren de hambre, mueren por diarrea?
-De donde yo vengo hay hasta hospitales para perros y gatos.
¿Hospitales para animales? Aquí ni siquiera tenemos médicos para nosotros.
-De donde yo vengo hay tiendas en las que sólo se vende alimento para animales, todo en cajas, higiénicamente protegidos, y la gente los compra para alimentar a sus propios animalitos.
El niño pobre da un brinco.
¡Pero como! ¿hay tiendas a las que personas van a comprar comida para animales? ¿Y aquí nosotros no tenemos comida suficiente para nutrirnos?
¿Tenéis tiendas para ello? Nosotros no somos capaces de dar de comer a nuestros animales, porque ni siquiera tenemos comida para nosotros ¿pero qué sitio es este del que vienes?
¿Acaso está en otro planeta? 
¿Eres un extraterrestre?
Tiene que estar muy, muy lejos de aquí.
-Oh no, es a pocas horas de avión, a pocos días de coche, a algunos meses a pie, le responde el niño.
Es aquí cerca, está en nuestro mismo planeta, pero parecen dos planetas diferentes, dos mundos, dos universos, uno irreal y uno fantástico, dos mundos paralelos que conviven juntos ante la indiferencia de la gente, de los políticos, como si fuera normal que una parte de la humanidad tenga que vivir peor que en tiempos del hombre prehistórico, mientras la otra parte, vive por encima de las posibilidades que debería.
No tenía que tomar ese curso la historia de la humanidad, tendríamos que haber crecido juntos, caminar uno junto a otro, con las mismas posibilidades de desarrollo, teníamos que crecer, multiplicarnos juntos, como Dios nos pidió que hiciéramos, tomándonos de la mano, lado a lado, sin desigualdades, sin el egoísmo de quitar para tenerse para sí lo que Dios entregó a toda la humanidad, un planeta maravilloso lleno de frutos y de tesoros inmensos.
Dios ha creado un único planeta, el hombre en cambio quiso dividirlo en dos universos. 
Y un día él pedirá que le sea devuelto con intereses, lo que una parte de sus hijos le ha quitado injustamente a la otra parte de sus hijos.
Ese día no tendremos excusas que dar, ese día por fin la tierra, será un único planeta.

Bianchin Francesca

Pordenone, 17 de Octubre de 2011