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coordinadoraDe Erika Pais

Desde los inicios del pensamiento consciente y el desarrollo colectivo de la experiencia comunitaria, la guerra ha sido y es el Estado Natural del Hombre.


En épocas prehistóricas las herramientas concebidas y creadas para defenderse de criaturas ubicadas más arriba en la cadena alimenticia y como accesorios de caza para las ubicadas más abajo, de inmediato se convirtieron, también, en objetos útiles para herir y dar muerte a sujetos de la misma especie, así como valiosos para someterlos por la fuerza. La estrategia de la organización grupal de acuerdo a las edades, contexturas físicas, sexos y cualidades propias de cada individuo, tan necesaria para la obtención de alimentos y la supervivencia, se transformó en gestora de grupos dominantes, de poder y conquista.
Hemos sido formados, educados y estructurados para vivir en una guerra continua dibujada de varias formas y naturalizada de muchas maneras.

De alguna forma la sociedad humana se ha convencido de que la paz es solamente un estado anímico interior, un objetivo a alcanzar prescindiendo de los estímulos externos. Aferrándose tanto a ese concepto que, materialmente, hoy en día para el Ser Humano, la paz y la guerra dejaron de ser hechos o situaciones sociales que, en una estructura, en un conjunto de interacciones dinámicas y cambiantes, aluden a un valor jurídico relacionado íntimamente con la felicidad colectiva y han pasado a ser meras declaraciones políticas de aquellos que detentan el Poder. Y éstos, para engañarnos más aun y convencernos de que somos libres, han disfrazado a la paz de derecho para que, dentro de esa dinámica, concibamos este derecho como una de las cosas más para conquistar y obtener como una recompensa, reclamando esa “declaración”, no a la paz en si misma, como valor fundamental.

Es decir que, lo que determina si se vive en un estado de guerra o de paz, son las declaraciones de los gobernantes y no las condicionantes prácticas, los hechos tangibles y la situación de las cosas. Sino ¿cómo responderíamos al hecho de que de cara al conflicto que hoy nos ocupa y que tiene como protagonistas visibles a Rusia y Ucrania, se sigue hablando de guerra entre dos partes solamente a pesar de que es clarísima y oficial la intervención de la OTAN y sus países miembros en dicho conflicto. Cuando tenemos una Alemania que suministra armas, un EEUU que suministra dinero armas, ejércitos, una Inglaterra, una Francia realizando maniobras militares, aplicando sanciones económicas con alcance global ¿esos hechos no son acaso una clara característica de un conflicto bélico, de una guerra mundial? Pero como la comunidad internacional no ha pronunciado aún la “declaración” del estado de guerra, entonces para la población del planeta en general significa estar en estado de paz.

Nuestra estructura social como la concebimos hoy, nace, se reestructura y se adapta como frutos de estados de crisis y de guerra más o menos violentos. La economía mundial depende de los conflictos armados y de la industria armamentista. El capitalismo mismo que abrazamos se nutre y se sostiene en el conflicto constante.
Desde el punto de vista académico, siendo la guerra un hecho social tan dramático, definitivo y quizás aquel que más determina el futuro de las sociedades, sus panoramas geopolíticos y económicos futuros, llama la atención como las Ciencias sociales no le han dedicado la atención y el análisis que debería tener. Obviamente esto responde a la lógica con la que se formulan las líneas de pensamientos de los fomentadores de guerras. La guerra como fenómeno tan complejo, para comprenderla e interpretarla requiere ser analizada desde un enfoque interdisciplinario y como contraposición a la paz los enfoques sociológicos, políticos, psicológicos y económicos requeridos no pertenecen al orden mundial regente.

Ahora bien, resulta que el cerebro humano está programado para enfocarse en lo negativo. ¿Qué quiere decir y por qué? Que por supervivencia de la especie nuestro cerebro se enfoca más en los peligros y las amenazas del entorno para adaptarse naturalmente a las situaciones adversas y mantenerse con vida. De lo contrario no hubiéramos podido sobrevivir como especie durante el estado primitivo.
Esta característica neuro física es la que los potentes aprovechan para controlarnos y la que nos ha vuelto incapaces de reaccionar contra las decenas de conflictos armados en el mundo, simplemente porque nos hemos adaptado a ellos. Esta condición nos define como seres pasivos frente a las imágenes continuas de ataques y bombardeos, concibiendo la guerra como algo natural y hasta necesario. Obviamente esta característica física responde a un estado primitivo anterior que aún hoy traspasa, porque así lo permitimos, la consciencia espiritual.
En el estadío actual, el entorno natural y planetario no es una amenaza para el Hombre, basta concebirlo como un todo y concebirse como parte de ese todo e integrarse al equilibro cósmico y Divino de todas las cosas creadas por el Padre y manifestadas en el aquí y el ahora.

Pero es el Hombre ejerciendo su libre albedrío continúa eligiendo mantenerse en ese estado primitivo con la materia condicionando la consciencia y el espíritu. Sin observar que, haciendo el camino contrario, podría ser el espíritu el que definiera la materia, en ese momento dejaríamos de percibir la vida como una amenaza contra la vida misma, percepción con la que justificamos el estado de guerra. Pudiendo comenzar a concebir la vida como lo que es, una oportunidad evolutiva, en la que la paz comenzaría a ocupar, de forma natural, todos los ámbitos humanos materiales y como consecuencia, sería el estado de consciencia el que definiría la materia, reprogramando nuestro cerebro y activando sectores desconocidos que actuarían a favor del espíritu.
Debido a su resistencia a la renuncia de este estado primitivo la Humanidad parecería sentenciada a la extinción.
Estado en el que el bien y el mal son siempre relativos y elásticos porque se encuentran condicionados por el instinto de supervivencia física, el mal se justifica por el bien de la especie, la guerra y el sacrificio de los más débiles son necesarios y el bien termina sirviendo al mal
Primitivismo en el que, además, debido a las Leyes Divinas que rigen La Creación, el proceso que nos permite realizar la concepción del Padre, de Su Justicia, del Amor, la Gnosis y la construcción de la consciencia espiritual se realiza a través de la intuición, de las sensaciones y los recuerdos atávicos y como consecuencia Dios omnipotente aún es concebido únicamente dentro nuestro, y no dentro y afuera al mismo tiempo, por lo que no lo reconocemos ni lo buscamos más allá de nuestro ser, ni en todas las cosas manifiestas. Esta concepción sostiene y alimenta la visión Antropocentrista tan maliciosa de la sociedad humana en general y nos aleja de Él.
Sin embargo, renunciando a ese estado, comenzamos a recorrer el nuevo camino evolutivo en el que el Alfa y el Omega viene al encuentro de nuestros espíritus a través de la ciencia del espíritu, del razonamiento lógico de la inteligencia emocional y se manifiesta en toda Su Potencia.
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El puente entre ese estado anterior de Homo Sapiens Sapiens y uno nuevo que nos conduciría al estado de Homo Divinus está tendido desde hace miles de años, pero la Humanidad condicionada no logra cruzarlo, no quiere cruzarlo y los unos impiden que los otros lo crucen.
Es dentro de este contexto y las elecciones tomadas por el Hombre que los mensajes provenientes de los Hermanos del Cosmos que prometían una intervención drástica antes de ser utilizada cualquier arma nuclear contra la población, comienzan a cambiar y la promesa de intervención temprana se evapora, así como se evaporarán los cuerpos con las bombas atómicas.
La Humanidad observa pasivamente la amenaza inminente de una guerra nuclear. Dormida en la materia y en las situaciones que la condicionan, es arrastrada a un estado de consciencia tan precario o inexistente que no reacciona ya ni siquiera por supervivencia frente al peligro de extinción. Pero el conocimiento le fue ofrecido, la redención y el crecimiento le fueron mostrados y el perdón le fue otorgado, entonces no se trata de ignorancia, se trata de una elección concreta.

Y un día los hermanos de las estrellas dijeron: No intervendremos, los dejaremos a la suerte de su propia elección por la cual experimentarán las atroces consecuencias y sufrimientos que son capaces de producir las armas que ustedes crearon y que ustedes permitieron que sean utilizadas contra su propia raza, contra sus propios hermanos, contra sus padres, sus hijos y contra el planeta que los cobija por su silencio cómplice. Salvaremos solo lo salvable.
La única y última oportunidad solamente es la de poder acelerar o retrasar lo inevitable en un intento casi desesperado por extender el tiempo que permita tomar de la mano y ayudar a cruzar el puente a las últimas almas pensadas, elegidas, señaladas y encomendadas por el Cristo a Su Padre como un último deseo en Su paso por la Tierra.
Y así como ha sido escrito desde antes de los tiempos, la enorme responsabilidad de superar la materia, superar las doctrinas, las ideologías, vencer la maldad, encarnar el Verbo, trasmitir la consciencia, detener el tiempo y sobrevivir la VIDA, recae sobre la Tribu milenaria del Discípulo Amado, portador del Mensaje, anunciador del final de los tiempos y del Regreso prometido, la Tribu de Juan.
Llegó el momento de salir a las calles, mostrar la cara, llegar a cada rincón del planeta donde aún podría haber algunos de los Suyos, aquellos que están en el mundo, pero no son del mundo.

¿La misión?

Movilizar a las masas dormidas, crear una consciencia crítica, gritar la verdad de la guerra, desenmascarar la mentira de la paz, detener el tiempo, encarnar nuestra verdadera identidad espiritual, vencer los límites propios que aún nos quedan y enseñar a otros a vencer los suyos. Denunciando la guerra, hablar del amor y la justicia, quitando el velo con el que cubren y esconden el horror de las armas atómicas, proteger la existencia.
Detener el tiempo.
Y la Tribu dijo sí a su amado maestro, amigo, guía. Y la Tribu se dejó elevar a los cielos celestes sobre las alas del Águila Solar hacia lo más alto que le era permitido llegar, allí donde todo se hace UNO. Y el aliento del Padre sopló en sus corazones y se dejó escuchar por sus oídos.
El sacrificio de UNO de la Tribu, fortaleció la identidad del SOMOS y sin darse cuenta, todas las arcas del mundo se encontraron en una sola misión, una sola idea, un solo objetivo que los abraza a todos y trasciende las fronteras, haciendo más inmenso aún el grito contra la guerra y a favor de la vida en todo el mundo.
COORDINADORA CONTRA LA GUERRA NUCLEAR es el nombre, la imagen, la estructura de las alas del Aguila que unió por primera vez a todas las arcas del mundo. En pocos días cientos de seguidores se fueron sumando. La información y el material gráfico es divulgado en español, italiano, inglés, francés, alemán, húngaro, guaraní, mapudungun, japonés. Todos ofrecen su tiempo, su disponibilidad, su consciencia. La Tribu tomó las armas del Verbo, de la consciencia y de la lucha y salió a las calles para intentar detener el tiempo.
Lo irónico es ¿lo hacemos por amor? No. El amor está intrínseco en nuestras consciencias.

¿Lo hacemos por Justicia? No. La Justicia del Padre está reflejada en cada cosa que hicimos luego de decidir de cruzar el puente, se refleja en cada cosa que hacemos y que haremos en unidad.
¿Entonces, por qué lo hacemos?
Esa es la ironía…lo hacemos caminando hacia el destino sutil que nos señala la consciencia…lo hacemos por supervivencia.

Erika Pais
23 de noviembre 2022

Adjuntos:

06-10-22 Los seres de luz solar contra la guerra
https://www.thebongiovannifamily.com/mensajes-2022/10189-los-seres-de-luz-solar-contra-la-guerra-nuclear.html

24-10-22 Los pacifistas de la nueva revolucion
https://www.thebongiovannifamily.com/mensajes-2022/10209-los-pacifistas-de-la-nueva-revolucion.html