Entre el 17 y 19 de agosto se desarrolló en Asunción del Paraguay las jornadas del “II Seminario de Soberanía Energética, integración eléctrica y gestión pública para el buen vivir” organizado por Jubileo Sur. Allí asistieron personalidades de diferentes países como Brasil, México, Chile, Bolivia y Argentina. Pero también pudimos conocer líderes de pueblos aborígenes, distribuidos históricamente en un territorio que no distingue fronteras y que padecen las consecuencias del progreso que decimos aspiramos a alcanzar.
Por lo general, cuando hablamos de progreso, en realidad nos referimos a un imaginario construido por la clase media blanca occidental, que se proyecta sobre el resto, quién sabe bien por qué. La historia reciente de la segunda mitad del siglo 20 y los tiempos actuales, nos da cuenta de centenares de crímenes cometidos sobre poblaciones enteras como consecuencia de esa lógica. Pero es solo un imaginario tan válido y real como uno quiera, cuyo discurso intenta justificar el standard de vida de algunas pocas poblaciones a costa del sufrimiento de muchas otras. Los daños intrínsecos que se producen son mostrados de manera inversa, en donde a las víctimas no se las identifica como tal, ya que están en un estado primitivo en donde les falta desarrollo. En el caso de la energía nuclear, ese mecanismo perverso se repite y es lo que en este caso vinimos a denunciar a Paraguay delante de todos, evidenciando las consecuencias del plan nuclear argentino.
Nos iniciamos como movimiento antinuclear de Zárate hace poco más de una década y podemos poner como punto de referencia temporal al desastre de Fukushima (Japón) del 2011 y el caso actual de los riesgos de los reactores de Zaporiyia (Ucrania) 2022, para hacer el balance de este período. En ambos casos estas situaciones son reducidas por los organismos internacionales con argumentos técnicos, de modo tal, que los accidentes o el riesgo de que uno nuevo suceda queda justificado y se desligado por fuera de sus responsabilidades. Tal vez, las paredes de contención en Fukushima se deberían haber sobredimensionado para evitar el impacto de una ola mucho mayor, que nadie jamás hubiese podido imaginar. En Zaporiyia, las facciones de ambos bandos han llevado el conflicto hasta el extremo de convertir al predio nuclear en zona de guerra. Tampoco aquí no hay nada más que se pueda hacer, circunstancias ajenas ponen el riesgo por fuera de sus posibilidades.
Lo cierto es que las catástrofes nucleares son consecuencias de procesos históricos, mucho más complejos, desarrollados en el tiempo y reducir esta problemática sin poner en perspectiva todo el cuadro, desplaza el eje del debate a un punto sin sentido, donde terminamos discutiendo con falsos interlocutores. La CNEA o la OIEA poco tiene para decirnos de cómo han sido vulnerados los derechos de las diferentes poblaciones, inclusive la nuestra, de manera unilateral, para emplazar en nuestros territorios instalaciones nucleares, por cuyas consecuencias son incapaces de responder.
Rafael Grossi presidente de la OIEA exponiendo los riesgos de un accidente en Zaporiyia ente el Consejo de seguridad de las Naciones Unidas.
El problema de Ucrania es similar. La OIEA durante el inicio del conflicto salió pronto a tranquilizar a la población mundial, comunicándonos que “por suerte” no habían ocurrido accidentes. Pero luego, al prolongarse los combates, tuvo la obligación de declarar que nada pueden garantizar, porque no tienen acceso a la planta. Por lo tanto, al no poder cumplir con su misión, queda desligada de su responsabilidad histórica si ocurriese un accidente. Pero aquí también hay un proceso histórico, político y social de por medio que se ignora como otro elefante dentro de la habitación. Por lo menos, nos podemos remontar al 2014, cuando se produce el golpe de Estado financiado por el extranjero y que termina armando a las facciones nacionalistas ucranianas, que masacraron el Donbass hasta 2 días antes de que Rusia invadiera. Tuvieron todo ese tiempo para analizar el riesgo de un problema de Zaporiyia. Si cualquiera de nosotros podía advertirlo, los promotores de la energía nuclear también.
Estos tipos de discursos del sector nuclear, en apariencia, podrían entenderse como un rasgo propio de la naturaleza de estos organismos cuyos miembros están formadas en campos específicos del conocimiento. Pero nada más falso que una supuesta neutralidad. En el caso particular de Ucrania, la OIEA designó puntualmente a dos argentinos, Dan Beninson y Abel González (en 1986 y a partir del 2000) para, deliberadamente, trabajar en justificar el número de víctimas provocados por el accidente de Chernobyl y reducirlas ridículamente a un mínimo. Algunos organismos y universidades, por fuera del negocio de los cientos de miles de dólares de la industria nuclear, han estimado en alrededor de 100 millones las personas afectadas hasta el día de hoy por la nube radioactiva. Muy lejos, muchos ceros lejos por fuera del orden de magnitud, quedan el puñado de miles oficialmente reconocidos por el lobby nuclear, que al no existir según la propaganda oficial, quedan imposibilitados de recibir ayuda por la comunidad internacional.
Participantes del II Seminario de Soberanía Energética (Asunción Paraguay)
En el contexto del cambio climático se siguen proponiendo a los reactores nucleares como parte de la solución, sin salir a identificar y desmantelar las decenas de potenciales accidentes que pueden ocurrir con estas instalaciones actuales, bajo los nuevos escenarios de inundaciones y otros fenómenos climáticos. Se habla de la opción nuclear como tecnología de emisión cero, invisibilizando así el trágico tendal de guerras, conflictos y pasivos que la minería de uranio ejerce sobre los pueblos periféricos del mundo. Se lo plantea falsamente como opción para el reemplazo de la matriz energética, cuando el horizonte de extracción del uranio nos permite proyectar un porcentaje mínimo antes de que el recurso quede agotado.
La dinámica caótica provocada por los múltiples trastornos del cambio climático, puede terminar en un nuevo escenario de crisis nuclear. En ese marco deberemos afrontar en simultáneo, complejas situaciones límites para nuestra supervivencia, imposibles de poder responder a todas con eficiencia. Es decir, que también las próximas catástrofes serían desarrolladas a partir de un proceso histórico, en donde el lobby nuclear jamás quiso comprender las consecuencias de la industrialización desmedida, que ha forzado un nuevo punto de equilibrio violento de la Madre Tierra.
Al tener que resistir y enfrentar como comunidad los proyectos nucleares, nos encontramos en la obligación de dejar expuesta la lógica perversa que muestra a sus protagonistas como son: subordinados, cómplices y responsables por crímenes a los que todavía no han dado respuesta.
De Fukushima a Zaporiyia… no olvidamos, no perdonamos, no nos reconciliamos.
HLVS.
Agustin Saiz (MARA), 20/08/22 Asunción del Paraguay.
Fotos:
1)
https://www.nytimes.com/2022/08/12/world/europe/ukraine-russia-nuclear-plant.html
2)
Participantes del seminario de energía 17 Agosto, Asunción Paraguay (foto grupal)
Adjuntos:
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