Es de hace pocos días la triste noticia de seis jóvenes soldados italianos muertos y de otros cuatro heridos en Kabul, a causa de la explosión de un autobomba lanzado contra los convoyes italianos.
En una conferencia reciente, en el Royal Palace Hotel, de Lido di Fermo, en Le Marche, Giorgio Bongiovanni había predicho lo que desgraciadamente sucedió: “Pronto las madres italianas llorarán a sus hijos”.
El Cielo a través de un mensajero suyo, ha querido dar esta advertencia, porque Italia debe retirarse de Afganistán. Sus soldados deben ser portadores de paz, no de guerra.
Quizás si al lado de los ataúdes de los jóvenes italianos hubiesen estado los de los niños, de las mujeres y de las tantas otras víctimas inocentes que mueren día a día, incluso bajo los disparos y las bombas de nuestros italianos, aunque resulte cómodo no recordarlo, o hacer como que no pasa nada, nos habríamos dado cuenta de que nuestra tan enaltecida misión de paz en Afganistán, es en realidad una acción de guerra real, causada y alimentada por quien tiene todo el interés de controlar determinados territorios por sus recursos y para incrementar el comercio de armas.
Todos nosotros, incluso quien hoy llora a éstos jóvenes, somos en parte cómplices.
La Redacción
21 de septiembre de 2009
La inútil guerra afgana ha matado de un golpe a seis italianos. No estamos acostumbrados a hacer cuentas con estos precios que pagar y por esta razón la noticia ocupará las primeras páginas durante días. Podría ocupar mucho menos espacio quitando la retórica, el duelo estereotipado, los análisis equivocados por parte de éste o de aquel exponente del Gobierno o del Partido Democrático.
Habrá sin embargo poco espacio para la única reflexión que cuenta ahora: ¿Cómo irse? La noticia del estrago de Kabul ha llegado al presidente de la República, Giorgio Napolitano, durante su visita oficial a Japón. Es probable que interrumpa el viaje para rendir honor a los caídos con un solemne funeral de Estado. Todos esperan esto de él, que ya de por si no es una persona que se tiene fuera de los rituales de un mundo político que llora mucho pero que piensa poco. Sería un acto de coraje si en cambio continuase su visita en Tokyo. Donde acaba de tomar posesión el nuevo gobierno, formado por primera vez por un partido, el Partido Democrático (el japonés, que es otra cosa), el cual desde hace tiempo afirma la urgencia de cambiar totalmente el modo de afrontar la guerra afgana, comenzando por la justificación inicial, los atentados del 11 de septiembre 2001, cuyas versiones oficiales son puestas en duda incluso por sus máximos exponentes. Un coraje que donde nosotros no merece ni siquiera pocos renglones.
Y así continúa el enorme derroche de vidas, de recursos, de prospectivas.
Recientemente, en el “Asia Times”, el periodista de investigación Pepe Escobar ha hecho un análisis sin piedad sobre las prospectivas de la guerra en Afganistán: “desde noviembre del 2001 a diciembre del 2008 la administración Bush ha quemado 179 mil millones en Afganistán, la OTAN 102 mil millones. El ex jefe de la OTAN Jaap de Hoop Scheffer dijo que Occidente hubiera mantenido sus propias tropas en Asia Central durante 25 años. El jefe de Estado mayor británico, General David Richards, lo corrigió: los años habrían sido 40. Podéis estar seguros de que en el 2050 los talibán – “malos”, en forma e inmunes al calentamiento global- combatirán aún contra Enduring Freedom.»
No sabemos si la guerra durará hasta entonces, también porque ignoramos si se considerará sostenible aún continuarla.
El general Stanley McChrystal pide otros 45 mil soldados estadunidenses que se sumen a los otros 52 mil americanos y a los 68 mil mercenarios presentes desde marzo 2009. No estamos incluyendo en la cuenta decenas de miles de soldados OTAN. Una estrategia como esta implica que en breve tiempo serán empantanados en Afganistán más americanos de los soviéticos que estaban en el pleno de la ocupación de ese país hace más de veinte años. Entre las promesas fáciles de Berlusconi ahora tenemos el sonoro “yes” a Barack cuando le pidió que duplicasen el contingente italiano, después de ocho años de una “Guerra al Terror” que incluso la mayoría de los ciudadanos americanos considera prácticamente sin salida, es decir, perdida.
Un estrago, Kabul como Nassiriya, despertará sin embargo la retórica, las plazas que llevarán el nombre de “nuestros mártires”, en una óptica completamente provincial que no capta que en esa parte del mundo suceden cuatro “Nassirya” al día. Servirá una gran operación de decir la verdad sobre la misión en Afganistán. Una misión de guerra, que ningún esfuerzo orwelliano ni la repetitiva expresión de circunstancias de Napolitano pueda enmascarar –aún hoy- como una “misión internacional por la paz y la estabilidad”.
17 settembre 2009
www.megachip.info
En una conferencia reciente, en el Royal Palace Hotel, de Lido di Fermo, en Le Marche, Giorgio Bongiovanni había predicho lo que desgraciadamente sucedió: “Pronto las madres italianas llorarán a sus hijos”.
El Cielo a través de un mensajero suyo, ha querido dar esta advertencia, porque Italia debe retirarse de Afganistán. Sus soldados deben ser portadores de paz, no de guerra.
Quizás si al lado de los ataúdes de los jóvenes italianos hubiesen estado los de los niños, de las mujeres y de las tantas otras víctimas inocentes que mueren día a día, incluso bajo los disparos y las bombas de nuestros italianos, aunque resulte cómodo no recordarlo, o hacer como que no pasa nada, nos habríamos dado cuenta de que nuestra tan enaltecida misión de paz en Afganistán, es en realidad una acción de guerra real, causada y alimentada por quien tiene todo el interés de controlar determinados territorios por sus recursos y para incrementar el comercio de armas.
Todos nosotros, incluso quien hoy llora a éstos jóvenes, somos en parte cómplices.
La Redacción
21 de septiembre de 2009
FUERA DE KABUL, DONDE SIEMPRE ES UN ESTRAGO
Pino Cabras – Megachip
Pino Cabras – Megachip
La inútil guerra afgana ha matado de un golpe a seis italianos. No estamos acostumbrados a hacer cuentas con estos precios que pagar y por esta razón la noticia ocupará las primeras páginas durante días. Podría ocupar mucho menos espacio quitando la retórica, el duelo estereotipado, los análisis equivocados por parte de éste o de aquel exponente del Gobierno o del Partido Democrático.
Habrá sin embargo poco espacio para la única reflexión que cuenta ahora: ¿Cómo irse? La noticia del estrago de Kabul ha llegado al presidente de la República, Giorgio Napolitano, durante su visita oficial a Japón. Es probable que interrumpa el viaje para rendir honor a los caídos con un solemne funeral de Estado. Todos esperan esto de él, que ya de por si no es una persona que se tiene fuera de los rituales de un mundo político que llora mucho pero que piensa poco. Sería un acto de coraje si en cambio continuase su visita en Tokyo. Donde acaba de tomar posesión el nuevo gobierno, formado por primera vez por un partido, el Partido Democrático (el japonés, que es otra cosa), el cual desde hace tiempo afirma la urgencia de cambiar totalmente el modo de afrontar la guerra afgana, comenzando por la justificación inicial, los atentados del 11 de septiembre 2001, cuyas versiones oficiales son puestas en duda incluso por sus máximos exponentes. Un coraje que donde nosotros no merece ni siquiera pocos renglones.
Y así continúa el enorme derroche de vidas, de recursos, de prospectivas.
Recientemente, en el “Asia Times”, el periodista de investigación Pepe Escobar ha hecho un análisis sin piedad sobre las prospectivas de la guerra en Afganistán: “desde noviembre del 2001 a diciembre del 2008 la administración Bush ha quemado 179 mil millones en Afganistán, la OTAN 102 mil millones. El ex jefe de la OTAN Jaap de Hoop Scheffer dijo que Occidente hubiera mantenido sus propias tropas en Asia Central durante 25 años. El jefe de Estado mayor británico, General David Richards, lo corrigió: los años habrían sido 40. Podéis estar seguros de que en el 2050 los talibán – “malos”, en forma e inmunes al calentamiento global- combatirán aún contra Enduring Freedom.»
No sabemos si la guerra durará hasta entonces, también porque ignoramos si se considerará sostenible aún continuarla.
El general Stanley McChrystal pide otros 45 mil soldados estadunidenses que se sumen a los otros 52 mil americanos y a los 68 mil mercenarios presentes desde marzo 2009. No estamos incluyendo en la cuenta decenas de miles de soldados OTAN. Una estrategia como esta implica que en breve tiempo serán empantanados en Afganistán más americanos de los soviéticos que estaban en el pleno de la ocupación de ese país hace más de veinte años. Entre las promesas fáciles de Berlusconi ahora tenemos el sonoro “yes” a Barack cuando le pidió que duplicasen el contingente italiano, después de ocho años de una “Guerra al Terror” que incluso la mayoría de los ciudadanos americanos considera prácticamente sin salida, es decir, perdida.
Un estrago, Kabul como Nassiriya, despertará sin embargo la retórica, las plazas que llevarán el nombre de “nuestros mártires”, en una óptica completamente provincial que no capta que en esa parte del mundo suceden cuatro “Nassirya” al día. Servirá una gran operación de decir la verdad sobre la misión en Afganistán. Una misión de guerra, que ningún esfuerzo orwelliano ni la repetitiva expresión de circunstancias de Napolitano pueda enmascarar –aún hoy- como una “misión internacional por la paz y la estabilidad”.
17 settembre 2009
www.megachip.info