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Ban_vaticano01NEGOCIOS VATICANOS
En las secretas salas de la finanza vaticana, más “oscura” no está sólo el caso de Angelo Balducci, figura clave del sistema Anémone * y de los negocios sucios con la política: si se excava más a fondo se descubre que el club más exclusivo del mundo, el de los “Caballeros” de Su Santidad, esconde otras verdades inquietantes, que llevan a preguntarse cómo puede ser que Ratzinger, después de 5 años de su pontificio, no haya hecho limpieza en los oscuros meandros de la economía off-shore que prospera a la sombra del Banco Ior, del Apsa, (Administración del Patrimonio de la Sede Apostólica), de Propaganda Fide y de muchas sociedades participantes del Vaticano.
De hecho Ratzinger, puso al mando del Ior a un banquero del Opus Dei, Ettore Gotti Tedeschi, investigado (y luego absuelto) por el caso Parmalat y muy cercano a Gianmario Roveraro, central en la cotización de Parmalat y luego asesinado por extraños asesinos, y el Vaticano está cubriendo una serie de situaciones aún más extrañas, que tienen raíces lejanas, pero que presentan analogías con el caso Balducci*.
Para hablar de esto es necesario echar luz sobre una figura muy ligada con San Pedro, el  «rey» de la economía off-shore, en Liechtenstein, Herbert Batliner, un anciano profesional, clase 1928, a su vez hijo del arte. Batliner es el máximo experto sobre fiduciarios off-shore, pero también es el hombre en las sombras de la finanza vaticana. Para tener una nítida fotografía de la cual partir para contar esta extraña historia, es necesario fijar una fecha, el 9 de septiembre de 2006.
Una jornada importante para el Papa Ratzinger y para Herbert Batliner, presidente de una fundación con sede en Liechtenstein, la Peter Kaiser Gedächtnisstiftung, que tiene como finalidad la defensa de los valores cristianos en Europa. Ese día el «duende de los duendes» habría encontrado a Ratzinger, en Ratisbona, Baviera, para regalarle un precioso órgano tubular valuado en 730.000 euros, destinado precisamente a la iglesia de Ratisbona.
Era una jornada de gloria esperada desde hacía tiempo por el abogado de Vaduz, luego de los difíciles años y de los intrincados enredos que habían ensuciado su nombre. Por décadas Herbert Batliner, nombrado caballero de Su Santidad por el entonces Papa Juan Pablo II, había trabajado detrás de los bastidores, silenciosamente, por el bien de la Europa cristiana.
El club más exclusivo del mundo, el de los Caballeros de Su Santidad, esconde muchos misterios sobre las relaciones entre cuentas off-shore y el Vaticano. No es sólo el caso de Angelo Balducci. A menudo aparece también el nombre de un discutido banquero de Vaduz, Herbert Batliner, una persona que lavaba dinero por cuenta de un mafioso del tráfico de droga y también involucrado en el escándalo de los fondos negros de la Cdu. El Papa Wojtyla y Benedicto XVI lo cubrieron de honores.
Esos dos preciosos órganos tubulares que el “duende” del Liechtenstein donó a la Iglesia y el salvoconducto para ver al pontífice.
El hombre de confianza del Vaticano desde hace más de 30 años fue definido por el servicio secreto alemán, como el “amigo de evasores y gangsters”.
Figura clave en un pequeño banco italiano: el Rasini, instituto crediticio que financió los inicios de Berlusconi.
Pero luego en un informe del Servicio Secreto alemán Bnd y por Der Spiegel, fue calificado como el «rey de los fiduciarios», la «central del lavado de dinero sucio», «el amigo de evasores y gangsters». Sin embargo Herbert Batliner – pocos lo saben – fue y sigue siendo un auténtico hombre de confianza del Vaticano, desde hace más de 30 años. Y es por ello que aquél 9 de septiembre de 2006 había ido a Ratisbona, para donar ese precioso órgano a Benedicto XVI.  Sin embargo, mientras Batliner hacía esta buena acción, alguien se estaba interesando en él. Era el Departamento 35 de la Fiscalía de Bochum, la flor en el ojal del Estado alemán, en la lucha contra la evasión fiscal. Allí en Bochum, el nombre de Batliner estaba escrito en negrita en más de 400 expedientes abiertos a partir del año 2000, o bien el año en el cual un empleado «infiel» del conocido abogado, entrego al fisco alemán un CD-Rom lleno de datos secretos del estudio de Batliner. En ese momento se abrió un mundo que hasta ese entonces era completamente desconocido para los 007 del fisco alemán. Los 007 llegaron a definir al «sistema Batliner» como un mecanismo perfecto, el cual por años había sustraído al fisco alemán al menos 250 millones de euros sujetos a impuestos. Y ciertamente ésta era una estimación por defecto. El rol de  Batliner resultó central inmediatamente: creaba personalmente las operaciones biombo, las Anstalt, las Stiftung; y luego las administraba a nombre de clientes de todo el mundo que buscaban el absoluto anonimato en Liechtenstein. Quien observó a Batliner el 9 de septiembre de 2006, moverse en la «Pequeña Capilla» de  Ratisbona, pudo notar un cierto nerviosismo en él. Cada tanto el conocido profesional giraba la cabeza, como para cerciorarse si alguien lo esperaba afuera, para darse cuenta mejor de si la policía uniformada y los agentes vestidos de civil se encontraban allí para proteger al Papa y no para ocuparse de él. Sus miedos no eran infundados. De hecho era un verdadero milagro que Herbert Batliner pudiese encontrarse con el Papa Ratzinger: en ese momento, a pesar de residir en  Liechtenstein, era formalmente buscado en Alemania. ¿Cómo había logrado Batliner obtener la posibilidad de encontrarse personalmente con el Papa Ratzinger? Luego de meses de cerradas negociaciones gracias a la «moral suasion» de los ambientes vaticanos, la fiscalía de Bochum cedió a fuertes presiones, garantizándole al caballero del Papa un «salvoconducto» para ese encuentro y concediéndole un recorrido desde la frontera austríaco-alemana hasta  Ratisbona y de regreso. El motivo oficial, que luego se reveló irrisorio, era que Batliner estaba gravemente enfermo. Sólo gracias a este artificio fue evitado el escándalo del arresto dentro de la iglesia, de un caballero del Papa: apenas un año después, en el verano del 2007, Batliner admitió sus culpas y pactó con el Estado alemán, aceptando pagar una sanción de dos millones de euros.
El salvoconducto concedido a Batliner para el encuentro con Benedicto XVI despertó un verdadero escándalo en Alemania. Y hubo quien ironizó con el hecho, comparándolo con la historia del predicador medieval Tetzelm, quien durante el papado de Julio II vendía cartas de indulgencia papal, para la remisión de los pecados a cambio de dinero que servía para financiar la construcción de la basílica de San Pedro: una protesta que en 1517 marcó el inicio de la Reforma, a cargo de Martín Lutero. A continuación la mala fama de Batliner superó las fronteras de Alemania y de Liechtenstein.
En 1999 el Presidente de la república Austríaca Thomas Klestil rechazó un cheque de beneficencia de 56.000 francos, porque provenía precisamente de Batliner. Tres años más tarde, la Suprema Corte de Liechtenstein confirmó en una sentencia que Batliner ya en 1990 era el fiduciario del ecuatoriano  Hugo Reyes Torres, señalado como el jefe mafioso de la droga, que mientras tanto fue condenado. Según señala el periódico “The Independent”, Batliner habría lavado 15 millones de euros para el barón de la droga.
El caballero de Su Santidad, el «más conocido y discutido fiduciario del Liechtenstein», como lo define el semanario suizo Weltwoche, sponsor del Hockey Club di Davos, fuerte de un patrimonio estimado en 200 millones de euros, por primera vez se había hecho conocido en Alemania al inicio de la década del Noventa, en el ámbito del escándalo de las cajas negras de la Democracia Cristiana alemana, el Cdu. Un déficit de más de 8 millones de euros. «Apropiación indebida personal», se justificó el jefe de la Cdu de Asia Roland Koch, gravemente involucrado en el asunto. Un asunto que vio a Batliner en un rol central de seguro, pero del cual las reales implicancias todavía quedan turbias, dado que Liechtenstein no colabora con las administraciones judiciales de los demás países, excepto en casos de homicidio o tráfico de droga. Batliner era el hombre justo para estas operaciones. Quien buscaba un refugio seguro se dirigía a él, el decano de los fiduciarios. El comentario que realizó una vez el abogado en relación a las graves acusaciones, es bastante elocuente: «No soy un padre confesor, que tiene que interrogar a sus clientes para descubrir si éstos respetan o no las leyes de sus respectivos países de origen».
El encuentro en Ratisbona fue para Herbert Batliner ni más ni menos uno de los momentos más altos de su vida. Las crónicas del encuentro nos reconstruyen la atmósfera. El órgano comienza a sonar. El organista entona una pieza de Bach. Herbert Batliner está radiante y parece que ha exclamado: «Si los ángeles suenan para Dios eligen a Bach. Si suenan para sí mismos eligen a Mozart». Pero ese órgano no era el primero que el benefactor del Liechtenstein habría regalado a la Iglesia católica: el 14 de diciembre de 2002 el Cardenal Angelo Sodano, Secretario de Estado y Vice Decano del Colegio Cardenalicio presidía el rito de bendición del nuevo órgano de la Capilla Sixtina, regalado también en este caso por el mismo Batliner. El maestro de celebraciones litúrgicas pontificias, monseñor Piero Marini, se dirigía directamente al benefactor afirmando solemnemente: «Nuestro agradecimiento va al Prof. Dr. Herbert Batliner, Presidente de la Fundación Gedächnisstiftung Peter Kaiser y Caballero de Su Santidad». El abogado de Vaduz, ésto es seguro, gozaba de la máxima confianza de los Papas: ya en 1998 Juan Pablo II lo había nombrado Caballero de Su Santidad, el más alto rango que un laico puede alcanzar en el Vaticano. La primera condecoración papal, la cruz «Komturkreuz des Päpstlichen Silberordens mit Stern», pero ésta le había sido conferida ya en el lejano 1970. En 1993 siguió el «símbolo de oro» de la diócesis de Innsbruck, por méritos especiales. Al nombramiento de Caballero de Su Santidad se añadía, en el 2001, también la Gran Cruz de la orden Papal de San Gregorio: Herbert Batliner era y es uno de los laicos más adornados en el Vaticano.  
Además desde 1994, Batliner es Presidente del Consejo de la Fundación de la Academia Pontificia de Ciencias Sociales. Es curioso lo que escribió el 1º de enero de 1994 el Papa Juan Pablo II en el documento de nombramiento: «Los miembros de la Academia son elegidos por el Pontífice en base a su competencia y a su integridad moral». A este punto se imponen algunas preguntas: ¿en base a qué competencia «moral» ha sido elegido el rey de los fiduciarios vaticanos en Liechtenstein? Desde 1990 se sabía de la implicancia de Batliner en el escándalo de las cajas negras de los demócratas cristianos alemanes; desde al año 2000 en adelante su nombre estaba asociado al más grande escándalo de evasión fiscal en Alemania. Es difícil descifrar los motivos de un comportamiento «con un alto riesgo de vergüenza» como el muy estrecho e inexplicable informe del Vaticano con Herbert Batliner, de vago sabor nibelungo.
Entre otras cosas, sus problemas legales incluso continuaron consecutivamente. En enero de 2009 el tribunal de Liechtenstein tuvo que ocuparse del viejo «tesoro» de los demócratas cristianos alemanes del Asia en la fundación  Alma Mater, administrada por Batliner.
Además de los 6 millones de marcos desaparecidos de las cuentas, todavía quedan algunas preguntas de los investigadores: ¿cuánto dinero negro yacía todavía en las cuentas del Alma Mater y quién exactamente había depositado ese dinero? Oficialmente como titular de la sociedad, figuraba una viuda llamada Christa Buwert. Pero en el proceso, delante a la Corte del Liechtenstein se descubrieron hechos sorprendentes: por ejemplo Batliner, fiduciario de la fundación, en 1998 habría efectuado un depósito de 10 millones de francos suizos de estos fondos a sus propias cuentas personales. Un año después de ese depósito Batliner recibió de la viuda (la cual en ese ínterin se había enfermado de demencia senil) 1.2 millones de francos para comprar un cuadro. Pero la Corte del Liechtenstein, bajo instancia del abogado defensor de la viuda, obligó a Batliner a devolver ese dinero. Batliner se lamentó de esta sentencia, porque el «cuadro tenía un alto valor emocional, hecho de recuerdos». Batliner es además el hombre clave en un extraño pequeño banco italiano: el Banco Rasini, instituto crediticio que financió los inicios de Silvio Berlusconi y que estaba dirigido por el padre Luigi. De hecho Batliner era el hombre que administraba y representaba las tres sociedades misteriosas que eran fuertes accionistas del Rasini: se trata de la Wootz Anstalt de Eschen, de la Brittener Anstalt de Mauren y de la Manlands Financiere S.A. de Schaan, todas situadas en Liechtenstein.
Batliner era representante legal de la finanza vaticana junto a otro “duende” Alex Wiederkehr. Wiederkehr también era miembro del “círculo interno” de la finanza vaticana y forma parte de una conocida familia de duendes suizos. Junto a Wiederkehr, Batliner era una figura clave en el Banco Rasini, involucrado en el asunto de San Valentín del 14 febrero de 1983 que llevó al arresto de muchos mafiosos de salón en Milán; un banco señalado por el mismo Sindona como el banco de la mafia en Milán. La prueba de que Batliner fuese el hombre de la finanza vaticana en el banco Rasini lo demuestra también el hecho de que importantes accionistas del Rasini, los Azzaretto, eran fiduciarios de la finanza vaticana desde los tiempos del Papa Pacelli, como recientemente admitió Dario Azzaretto en una entrevista que yo le hiciera. Un «detalle» igualmente interesante e inquietante es que Batliner, caballero del Papa “longa manus” del Vaticano en el Banco Rasini, está involucrado en el asunto del tesoro escondido de la Fiat. De hecho Batliner es el fundador de la Prokuration Anstalt, que a su vez controla el First Advisory Group, el cual ha constituido materialmente el Trust Alkyone, la principal caja fuerte off-shore destinada a recolectar el patrimonio exterior del abogado Agnelli. Y en el consejo de administración de Alkyone aparecen la mujer del abogado Batliner,  Angelica Moosleithner, Ivan Ackermann y Norbert Maxer de la Prokuration Anstalt. En el 2001 también se nombraban al lado de los consejeros de administración, los protectores del Trust: Gianluigi Gabetti, Franzo Grande Stevens y naturalmente, Gianni Agnelli.
Hoy Herbert Batliner se divide entre su clientela «top» y los campos de hockey de Davos. A pesar de haber sido acusado de ser el hombre del lavado de los fondos negros de la política y haya reconocido ser uno de los mayores expertos de la evasión fiscal, Ratzinger no hace nada para removerlo. Luego de la explosión del caso Balducci-Anemone*, el Vaticano ha declarado formalmente que los caballeros de Su Santidad son «profesionales de indudable moralidad y en caso de que se demuestre lo contrario las dimisiones de su cargo son necesarias». Sin embargo si se entra en la nutrida librería del Vaticano, situada al lado de la Plaza San Pedro y se compra el gigantesco Anuario Pontificio, en la página 1822, se descubre que Herbert Batliner está siempre allí, en el corazón del organigrama del poder vaticano, como presidente del Consejo de la Fundación para la Promoción de las Ciencias Sociales. Los viejos amigos no se abandonan jamás.

por Ferruccio Pinotti y Udo Gümpel
LA REPUBBLICA 10 DE JUNIO DE 2010                 

*http://www.elpais.com/articulo/internacional/escandalo/Proteccion/Civil/extiende/sacude/Gobierno/italiano/elpepuint/20100514elpepuint_9/Tes