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ASOCIACION CULTURAL GIORDANO BRUNO

CON LAS ALAS DEL AGUILA, EL ESPIRITU LIBRE DE EUGENIO SIRAGUSA

 
 

Si en el ayer, en ese mismo punto sentíamos la voz de Eugenio, hablándonos con la ternura y la paz que lo caracterizaban, hoy, otros mecanismos de la metodología del Cielo le permitían nuevamente comunicarse con nosotros, a través de un enorme águila sobrevolando el volcán Etna, desplegando sus alas con sobriedad y dominio de las alturas. Alas mágicas, servidoras del espíritu libre.


A la noche en cambio, otro mensaje suyo fue advertido por todos: fuego y lava emergían periódicamente de las entrañas del majestuoso Etna, el volcán de Eugenio. Un fenómeno que fue advertido en las semanas previas a su deceso
Pero días antes –durante el sepelio en el Cementerio, a las cinco de la tarde del 29 de agosto- los presentes advirtieron que en el momento de ser colocado el féretro en un nicho alto –y sorprendentemente carente de identificación- del bloque mortuorio 12 de la necrópolis, dos palomas –una blanca y otra negra- aparecieron inesperadamente, emprendiendo vuelo en dos direcciones, hasta perderse en el horizonte. Abajo, entretanto, se daba cumplimiento al rito mortuorio: breve y carente de palabras, ante una muy reducida concurrencia.
Giorgio Bongiovanni había sido impedido de asistir al funeral por decisión de la propia esposa de su padre espiritual Eugenio Siragusa. No obstante, estuvieron presentes en ese momento, representándolo: Tino Favazza, su esposa María José, Lina Andaloro y Flavio Ciuccani.
Dos jornadas después, el jueves 31 de agosto –cuando Giorgio partía urgentemente de Montevideo-Uruguay hacia Italia- el diario “La Sicilia” publicaba en su página diez un articulo alusivo; “Personaggio da leggenda. Morto l´amico degli alieni. Eugenio Siragusa nel 62 racconto di aver incontrato gli extraterrestri sull Etna”
La publicación fue acercada a nuestro grupo cuando despuntaba el día 5 de setiembre en el Gemmellaro. Un día soleado, de mucho calor. Con el cielo despejado y con un volcán Etna humeante.
A las nueve de la mañana un ómnibus con más de cuarenta personas y varios automóviles, conformamos la caravana que puso proa al Cementerio de Nicolosi. Las puertas cerradas no fueron obstáculo para un respetuoso homenaje porque un comandante de la Policía local –responsable de la necrópolis- autorizó el ingreso explicándonos que la familia había prohibido todo registro gráfico del nicho asignado a los restos de Eugenio. Descendimos un tramo de escaleras y visualizamos el lugar donde el rito funerario permitía guardar la materia de un hombre inmenso. Advertimos que la numeración asignada a la lápida estaba incompleta.
Espontáneamente se impuso un respetuoso silencio entre todos nosotros. Giorgio se apartó unos instantes del grupo, con la mirada hacia el Cielo.
Estando en ese lugar, a Eugenio lo sentimos vivo. Más cerca nuestro. Más libre. Enseñándonos desde la Luz. En eterna sintonía con su hijo espiritual: un Giorgio Bongiovanni que no dudó, ni duda, ni dudará en amarlo como padre espiritual, amigo, guía, pero siempre después del Cristo, entregándole su vida y perpetuando su memoria, con el ejemplo, con obras, mas que con palabras y llevando sobre sus espaldas la incomprensión de algunos -y el amor de muchos más- y las causas en favor de la vida y de la justicia. Exactamente todo lo que le fuera enseñado por Eugenio, cuando vivía su adolescencia.
Abandonamos finalmente el recinto y antes del mediodía nos dirigimos al Monte Sona-Manfré, al pie del Etna, a unos 1.398 metros sobre el nivel del mar. Donde un 30 de abril del año 1962 –y después de diez años de preparación Eugenio Siragusa tuvo el primer encuentro con dos seres de Luz, junto a una pequeña encina, hoy árbol crecido e imponente. Una parte del grupo se separó ascendiendo a la cima del Monte para ubicarse en círculo y tomados de la mano dentro del cráter, apagado desde hace mucho tiempo.
Según los relatos de muchos, en determinado momento una mariposa se fue instalando entre cada una de las personas, sin alejarse del área. No es común que una mariposa haga ese trayecto tomando en cuenta la gran presencia humana. El episodio generó comentarios y reflexiones.
Mi trabajo periodístico me llevo después a realizar algunas entrevistas para un documental destinado a la televisión uruguaya. Fue la oportunidad para escuchar testimonios relacionados con la experiencia del encuentro y sobre las secuencias de vida con Eugenio Siragusa
Más tarde, cerca de las cinco de la tarde, nos encontramos todos juntos en uno de los salones del hotel para protagonizar un encuentro al que asistieron todos los hermanos procedentes no solo de Porto Sant´Elpidio, Pordenone, Bari, Catania, Siracusa, Messina, sino además de España. Algunos de los presentes eran amigos de Giorgio, a quien no veían desde hace unos diez años.
“Este no es un encuentro formal. Tampoco es una conferencia pública. Es una reunión espiritual, donde puede participar quien quiera. Es un reencuentro de amigos” fueron las palabras iniciales de Giorgio.
Trece años antes en ese mismo salón protagonizábamos otras vivencias. Pero pronto los distanciamientos marcaron otros rumbos y los sufrimientos salieron a la palestra pública. Verdades distorsionadas. Muchas veces difamantes. Equivocadas y especulativas. Pero en realidad entre ellos, la esencia no se quebró en ningún momento. No hubo divergencias. Solo hubo un alejamiento entre ambos.
Pero el hijo espiritual –mi amigo y hermano Giorgio Bongiovanni- continuó divulgando la obra de su padre, lo que es decir, la obra del Cristo, el único a quien ellos y nosotros –los pecadores de este tiempo, y de este planeta- debemos siempre llamarlo nuestro Maestro. El único Maestro.
“El 99 por ciento de los presentes me conocen, soy Giorgio Bongiovanni, un estigmatizado. Soy una persona que porta un mensaje espiritual en todo el mundo. Estamos aquí junto a mi familia y otros amigos y hermanos, como Georges Almendras, de la televisión uruguaya, para recordar a Eugenio Siragusa. Somos pocos, pero la persona que recordamos merecería la presencia de muchos más. Pienso que si sabían sobre la muerte de Eugenio, toda la Sicilia estaba acá. No estoy aquí para representarlo. Represento, si me permiten decirlo, al refugio eterno de todos nosotros, que es Jesús Cristo”.
“Nadie. Ninguno, puede impedir amar a Eugenio. Hoy estamos acá para hablar de él. No haré un monólogo. Estoy dispuesto a responder a vuestras preguntas e invito a decir lo que cada uno sienta”.
Reiteradas veces convocó a la concurrencia a expresarse.
Reiteradas veces intervino reflexionando en voz alta sobre todos los acontecimientos de la vida de Eugenio y no pocos que lo conocieron en años anteriores se refirieron a las circunstancias en que lo conocieron.
Predominaron los recuerdos de su personalidad, de su sabiduria y de la importancia de su pasaje por el planeta, lejos de su rosal. Predominaron los agradecimientos hacia él, por haberlos ayudado a superar dificultades propias que podían haberlos llevados por caminos equivocados.
“Eugenio vive, porque la muerte no existe. Eugenio está en todos los lugares, dentro de todos los corazones de aquellos que lo han amado y que desearon que esté en la Luz. Eugenio está en todos los lugares a donde quiere ir. No tiene vínculos con nadie. No tiene que pedir permiso a los humanos para que una persona lo sienta”.
Los sentimientos traducidos en palabras retumbaron con justicia en el salón. Fue el momento propicio para una invitación al respeto y al recuerdo dirigido hacia Eugenio, convocando Giorgio a realizar unos 30 segundos de silencio haciendo la señal de la Cruz, sin los guantes que cubren sus estigmas. Así se llevó adelante ese pequeño gran homenaje, dentro del gran homenaje que Giorgio lleva adelante a diario, con el sufrimiento de sus estigmas y su intenso trabajo en favor de la vida. Y finalmente pidió un fuerte aplauso que hizo vibrar la sala.
“Las jóvenes generaciones deben recordar a los grandes hombres; deben recordar lo que han hecho, sobre todo los hombres que han servido a una causa justa, que han servido al Cristo, hombres que le han dado toda su vida, y que también han tenido sus equivocaciones, como yo, el primero de ellos y como algunos de nosotros. Por eso los hombres grandes son grandes, porque son mensajeros de Dios. Vivían aquí y tenían que sufrir aquí y han superado los límites de la materia. Cuando un ser deja su cuerpo, si ha trabajado por la causa de Cristo, de Dios, es necesario recordarlo siempre”.
La velada tuvo además ribetes especiales, entre otras cosas porque aquellos viejos amigos de Giorgio, los de Sicilia, compartieron con muchos de sus conceptos despertándose en conciencia y profundizando sobre el sentido del homenaje y de ese encuentro que dignificó el sacrificio de su padre espiritual.
Fue consenso que para todos nosotros resultó ser una velada deseada en el tiempo. La alegría, de saberla destinada a Eugenio Siragusa, incrementó mas aún nuestra apertura de conciencia, para practicar con el ejemplo las enseñanzas suyas.
Dejamos entonces que los minutos transcurrieran optimistas y seguros de que el homenaje no se limitaba a una sola jornada. Al día siguiente dejamos el Hotel Gemellaro conscientes que el homenaje a nuestro “Papá Eugenio” sería tarea de todos los días. Sobre nuestras espaldas llevamos –desde hace tiempo unos y desde hace poco, otros- una responsabilidad muy grande. Tanto, que seguramente Nicolosi estará en nuestra próxima agenda. No para rendirle culto a la muerte, sino para rendirle culto a la vida. A la vida de un hombre, cuyas obras y acciones fueron y siguen siendo ejemplo de vida. Sin tiempo y sin límites. Libre, eternamente libre, como el Aguila que sobrevoló el Etna, con las alas desplegadas.

Jean Georges Almendras
7 de setiembre 2006
Sicilia, Italia.

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