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desierto_01MORIR EN EL DESIERTO
Un video documenta el trágico fin de los inmigrantes expulsados de Libia. Así como prevé el acuerdo sellado entre Berlusconi y Gaddafi.
Las manos negras levantadas y aferradas al aire, pocos pasos más allá el viento sobre la camisa anima la mueca del último suspiro de una mujer. E inmediatamente al lado el cuerpo de un chico, todavía inclinado en la plegaria de la cual nunca más se levantó. Así mueren los inmigrantes. Así terminan los hombres y las mujeres que ya no desembarcan en Lampedusa. Atascados en Libia desde el acuerdo Roma-Tripoli y reenviados al desierto. Abandonados en la arena, apenas pasando la frontera. A veces son obligados a continuar a pie: hasta el fortín militar de Madama, pequeña avanzada del Ejército de Níger, 80 km más al Sur. Otras veces se pierden, caen boca abajo agotados, hambrientos, sedientos, sin que nadie encuentre más sus cadáveres. Pero una filmación revela una de estas masacres. Un breve video que la revista “L'espresso” ha logrado sacar de Libia y luego de Níger. Una operación de repatriación que ha salido mal. Once muertos, siete hombres y cuatro mujeres, por lo que se puede ver en las imágenes.
El video fue registrado con un teléfono celular de una persona que viajaba desde Libia a Níger a lo largo de la ruta que desde Al Gatrun, último oasis libio, lleva a Madama y a Dao Timmi, avanzadas militares de la República de Níger. Es la ruta de los esclavos. La misma es recorrida desde el 2003 por decenas de miles de inmigrantes africanos. Hombres y mujeres que buscan trabajo en Libia, para luego pagarse el viaje en barco hasta la isla de Lampedusa. Según la fecha de creación del archivo, el video fue realizado el 16 de marzo de 2009 a las 12:31 horas. La hora central de la jornada se confirma por la ausencia de sombra en las imágenes. El hombre que filma está acompañado por una patrulla militar. En una breve secuencia se ve a un todoterreno pick-up con una ametralladora. Las 11 personas habrían llegado hasta ese punto a pie. Se reunieron cerca de una colina de piedras y arena. Tal vez esperaban ver desde esa altura algún convoy de pasaje y pedir ayuda.
Encima o al lado de los cadáveres hay zapatos y pantalones de marca que se compran en Libia. Alrededor no hay otros todoterrenos o camiones. No hay calles ni pistas trazadas. Es una región del Sahara en la cual uno se orienta solo con el sol y las estrellas.
En esos días miles de inmigrantes del África subsahariana suben hasta Libia desde Agadez, la última ciudad de Níger, todavía aislada del mundo por la guerra civil entre el ejército y un sector de Tuareg. Desde finales del 2008 se calcula que salen del país al menos diez mil inmigrantes por mes, luego de una larga interrupción del tráfico de clandestinos. Los contrabandistas del Sahara reanudan los negocios aprovechando la rebelión Tuareg, sostenida por Francia para obtener la explotación del segundo yacimiento en el mundo de uranio, en Imouraren, cerca de Agadez. El 2 de marzo el presidente del Consejo Silvio Berlusconi está en cambio en Libia para firmar el enésimo acuerdo con el coronel Muammar al-Gaddafi. Es la visita en la cual pidió disculpas por la ocupación colonial. Aquella en la cual los gobiernos de Roma y Trípoli pusieron las bases para colaborar en patrullar las costas contra las salidas hacia Lampedusa. En el 2008 el régimen de Gaddafi había dejado zarpar hacia Italia a más de treinta mil inmigrantes, un récord que ha hecho que ahora tengan que volver de nuevo a Libia miles de personas que hasta ese momento estaban bloqueadas en Agadez.
En el encuentro Berlusconi y Gaddafi no sólo hablan de inmigración. Discuten negocios personales, sobre los 5 mil millones de dólares en 20 años a cargo del ENI (Ente Nacional Hidrocarburos), por el resarcimiento económico por los daños de guerra, sobre los contratos para el petróleo y el gas. Trípoli ofrece inmediatamente una señal de buena voluntad y devuelve a Níger a centenares de inmigrantes prisioneros en el campo de detención de la base militar de Al Gatrun. Tal vez los cadáveres filmados con el teléfono celular son la trágica conclusión de una de esas operaciones.
Al Gatrun y Agadez están separadas por 1490 kilómetros de desierto. Diez días de viaje y en medio un solo oasis, Dirkou. Hasta que no se llega a Agadez no se puede decir que se sobrevivió al Sahara. Una vez que han pasado la frontera con Níger los inmigrantes expulsados son descargados de los camiones militares y obligados a continuar a pie. O bien son confiados a traficantes que a menudo los abandonan antes de llegar a destino. Desde la línea de frontera delineada en el mapa geográfico, el primer puesto militar de Níger es sólo el de Madama, a 80 kilómetros de colinas y valles sin pozos. No hay nada más. Ochenta kilómetros en los cuales una vez perdida la ruta y abandonado el bidón de agua, para caminar más ligeros, se está destinado a morir. Ya en el 2005 'L'espresso' había descubierto que las operaciones de repatriación hacia Níger, después del primer acuerdo entre Berlusconi y Gaddafi, habían provocado 106 muertos en cuatro meses. Y eran solo las cifras oficiales. Como los 50 aplastados por un camión sobrecargado que se volcó. O bien el chico de Ghana que nunca fue identificado, devorado por una manada de perros salvajes durante una parada en Madama. Y las tres chicas de Níger muertas de sed, o las 15 que estaban al borde de la muerte recogidas con cuatro hombres por un convoy humanitario francés, luego de haber sido abandonadas. Todos condenados a muerte por quien había organizado su repatriación.
La noticia del video llega a  'L'espresso' en la primavera del 2009, durante la preparación del documental  'Sobre el camino de Agadez'. Pero el hombre con el teléfono ya no está en la ciudad de barro rojo: “Ha regresado a Libia”, precisa una fuente: “El mismo día de la filmación, a muchos kilómetros de esos cadáveres, socorrieron a dos jóvenes que todavía estaban con vida. Los dos dijeron que fueron obligados  por los militares a marchar de Al Gatrun. Al llegar a la zona de la frontera tuvieron que continuar a pie”. En el Sahara la información de “boca en boca” demanda mucho tiempo, pero por lo general llega a destino. El 16 de julio el dvd con el video fue entregado en la redacción. Faltan otras confirmaciones. Es necesario esperar que el hombre con el teléfono celular regrese a Agadez y pasan 5 meses. Es el 9 de enero de este año cuando finalmente llegan las respuestas. Mientras tanto el video va a parar a otras manos. El 13 de diciembre alguien lo sube a You Tube de los Estados Unidos. Dice haberlo recibido de Augustin, quien estuvo en un campo de refugiados en Malta. Pero Augustin no conoce la historia de las expulsiones a pie.
El Palazzo Chigi (sede del gobierno italiano) sabe oficialmente que desde el 3 de marzo de 2004 los inmigrantes bloqueados en Libia, padecen maltratos. Es la fecha impresa en un informe reservado de la presidencia del Consejo, que 'L'espresso' ha podido leer. El informe es entregado al staff de Berlusconi, luego de la visita al Sahara de la delegación de la Protección Civil, que tiene que proyectar la construcción de centros de detención libios: “Se considera elegir, por motivos de oportunidades y para una fluidez de las operaciones, el camino que comprometa al gobierno italiano de forma limitada”, dice el informe: “Tal solución nos haría intervenir menos en la configuración de los centros, considerando también el tratamiento que los libios le reservan a los ciudadanos extra comunitarios detenidos en sus centros, de lo cual se adjunta la documentación fotográfica”. En cambio el gobierno se mete dentro y cómo. Hasta el punto de pedirle a Gaddafi que proteja nuestras fronteras meridionales. Cueste lo que cueste. Olvidándose de que en Italia todavía existe el artículo 40 del código penal que dice así: “No impedir un acontecimiento, que se tiene la obligación jurídica de impedirlo, equivale a causarlo”.
por Fabrizio Gatti
14 de Enero de 2010

Link: http://espresso.repubblica.it/dettaglio/morire-nel-deserto/2119367&ref=hpsp



LIBIA, LA “SOLUCION FINAL”

Un lazo de cuero mojado, apretado al cuello del prisionero, encadenado y abandonado al sol por un día. El sol secará gradualmente durante el día el lazo de cuero, llevándolo a la asfixia. Depende de la hora en que se acuerden de liberarte, depende de los intentos desesperados de liberarte por ti mismo, si a la noche te recogen vivo, para tirarte nuevamente a la celda sin aire, sin luz, de tres metros por tres metros, doce o quince personas, o si tiran el cuerpo de otro clandestino, entregado a Libia, en la fosa común en el desierto, alrededor del centro de detención infinita de Cufra.
Un bastón detrás de las piernas, a la altura de las rodillas. Te obligan a tenerlo con las manos atadas, permaneciendo doblado, pero de pie. Hasta que resistes. Luego caes, como sea: de cabeza, de lado, de costado y quedas abandonado bajo el sol – vivo o muerto – hasta la noche.
Un agujero en el cual te obligan a bajar hasta la mitad de los muslos. En esa posición y con los brazos inmovilizados, debes inevitablemente permanecer derecho de pie, porque no puedes doblarte ni si quiera si te desmayas. O bien te doblas hacia adelante cabeza abajo, hasta que no te llevan, vivo o muerto.
Es lo que comentan frente a las cámaras de televisión de la Rai3, prisioneros sobrevivientes al tormento libio, casi siempre con la corrupción o la fuga. Lo ha visto toda Italia, la noche del 6 de septiembre en la transmisión – denuncia “Respinti” (Rechazados) de Riccardo Iacona.
Los prisioneros de esta terrible historia son los “rechazados en el mar” por los militares italianos. Espero que lo hayan visto los diputados y senadores, casi todos en el centro-derecha, casi todos en el centro-izquierda, que han votado el tratado de amistad e integración militar entre Italia y Libia, en junio del 2009. El tratado en base al cual Italia le paga a Libia para hundir las barcazas de los desesperados, para prohibir a los pescadores italianos ayudarlos (la pena acusa de ser mercaderes de esclavos) para ordenarles a la Marina Militar Italiana y a la Guardia del Ministerio de Hacienda de "socorrer" los náufragos – niños y mujeres embarazadas incluidos – para reenviarlos a Libia. En Libia los esperan, por un tiempo infinito y sin que ninguna autoridad internacional intervenga, las cárceles de Gaddafi, la tortura, la muerte. Todo votado en su totalidad por el Parlamento Italiano y ejecutado por el Ministro del Interior Maroni.
Esta espantosa serie de hechos que está sembrando miles de muertos en los mares entre África e Italia, está llevando a la muerte forzada, en Libia a otros miles y miles de seres humanos “rechazados” en el mar, mientras el Ministro Maroni - frente a las protestas indignadas de Europa y de las Naciones Unidas – confirma: “No cambiaremos nuestras directivas ni siquiera por un milímetro”. Es más, incluso con una macabra sonrisa, repite: “Adelante a toda marcha”.
Esta espantosa serie de hechos es una inversión. Acumula, alrededor de Italia y contra cada uno de nosotros, un vasto reservorio de odio. De hecho provoca desesperación, dolor, insoportables imágenes de seres humanos (aunque no se vean muchas porque las tienen escondidas), que se aferran inútilmente a las manos de un soldado italiano invocando piedad, suplicando no ser enviados a Libia. Imágenes de niños y mujeres embarazadas que – en base a toda ley no pueden ser rechazados – entregados a los garras de Gaddafi.
Pero todo esto ha sucedido bajo la bandera italiana de un barco que había fingido ofrecer socorro.
Ya que en la “solución final” de la inmigración según los legistas (del partido de la Lega Nord), según los libios, las cárceles son contenedores hacinados y oscuros, en un calor infernal y casi sin comida y la detención es infinita, está marcada por la tortura. El flamear al viento fresco del Mediterráneo de una bandera tricolor, queda como la última imagen, la muerte de la esperanza. El odio que Italia está sembrando entre quien sobrevive en el mundo pobre, será inmenso. Para Italia un peligro mortal, además de una espantosa vergüenza, sancionado por un voto bipartito en el Parlamento italiano.

Furio Colombo
10 de septiembre de 2009
http://temi.repubblica.it/micromega-online/libia-la-soluzione-finale/