GENARO ESPOSITO ABDUCIDO POR EXTRATERRESTRES

sposito 1 De Gaetano Ferrara

CAPITULO 1
DIEZ AÑOS

Se reía solo Gennaro Esposito, hincha ultra napolitano, que acababa de regresar de un partido vespertino con el Napoli vencedor, en el Estadio Maradona. Recostado en su cama en el dormitorio de cuatro por cuatro, en un apartado, en los Barrios Españoles, se deleitaba solitario con un porro, lo que le daba un estado de ánimo de bienestar invencible. Hacía diez años que no fumaba yerba, desde que su padre, Enzo, le dio un clásico sermón con efecto seguro, habiéndolo descubierto completamente drogado, una noche de regreso a casa, después de celebrar su nueva mayoría de edad con sus amigos:

“Gennà, de papá, tienes que meterte una cosa en la cabeza: aquí no hay ni una lira, tu hermano y tus hermanas todavía son niños, tu madre está enferma, yo entro y salgo de Poggioreale. Ya tienes dieciocho años, y de regalo quiero darte un consejo con un moño: tienes que ir a trabajar. En lo que sea, pero tienes que traer dinero a casa, si no, ¿cómo se hace? Olvida a las personas y las cosas malas, deja de una vez las drogas y sé un hombre. Sabes que te amo, pero si no haces eso, tengo necesariamente que dispararte en el muslo y en cuanto te cures te dispararé en el otro. ¿Entiendes o tengo que explicarte de cuántas partes está hecho el cuerpo humano?

“He entendido, papá. He entendido…"
Cuantas extrañas e indecibles formas puede tener el amor. Gennaro se tomó muy en serio esa exhortación, también porque su padre nunca le había hablado realmente. Su forma de educar se valía de tres a lo sumo cuatro palabras, como "esto se hace, esto no se hace", "respeto", "toma esto o aquello", y "Nápoles juega esta noche", Pero la mayoría de las veces, solo se necesitaban gestos o miradas para comunicarse.

Cuando, en cambio, existía la voluntad de inculcar un principio absoluto, una cachetada a mano abierta valía más que mil palabras. Genny era un bello hijo, que creció con muchos garrotes y pocos buñuelos, por lo que aquel sermón "larguísimo" de su padre fue una novedad que le conmovió profundamente, esta vez sin moretones. A partir de entonces pasaría sus años convirtiéndose en un profesional del trabajo precario, un experto en periodos de prueba, a menudo camarero o carpintero.
Su primera vez fue en una pizzería donde había sido albañil durante las obras previas a la apertura del local. Luego pasó dos años en una obra del metro – subte- donde aprendió a cavar y a perfeccionar tareas, pero luego el estado depresivo de los trabajadores mayores que él, lo hizo escapar. Volvió a trabajar como camarero y ayudante de cocina en una freiduría de vía Toledo.

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