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clauramonUn viaje.

Un regalo que el Padre le ha concedido a su pequeña hija devota.

La gracia de recorrer los caminos del amor junto a un ser especial.

Una sonrisa que ilumina y vivifica nuestros corazones dormidos.

Un flujo potente irrumpe en mi plexo solar y lo calienta, lo anima. Ahora está abierto hacia la Vida. Abierto a las lágrimas, a las esperanzas, al dolor, a las sonrisas, a la miseria humana, a la alegría de compartir con los demás. Atrae hacia si como un remolino todo lo que encuentra. Sin filtro. Y me envuelve completamente.

Cierro los ojos y diviso otros paisajes, otros colores, otros olores.

Recuerdos de vidas lejanas afloran en mí… que ya no son más yo.

Reconozco aquellas manos sabias que me dan el pan. El pan de la Vida. Qué nutre y alimenta cada célula de mi cuerpo, sin necesitar nada más.

Gracias querido hermano mio, hermano de tiempos antiguos.

El haberte encontrado ha encendido en mí una llama que arde de amor y que no se apaga más.

Una llama que se nutre de sueños, deseos, proyectos, obras.

Fui allí para no volver a a ser la misma.

Los colores de mi mundo, que cuando volví me parecían tan apagados y desolados, ahora brillan de esa luz que tú encendiste en mi pecho.

Ahora todo tiene una luz nueva. Todo tiene un rostro nuevo. Un sentido nuevo.

Cada lágrima asume su sentido.

Cada palabra, cada latido de corazón, cada aliento de viento, tiene su lugar en un dibujo divino perfecto que apenas logro divisar. Pero respiro su profundo sentido.

Y la llamada de la Vida se hace aún más insistente.

Estoy aquí Maestro. Soy la sierva de tus siervos, los instrumentos que has puesto sobre esta tierra y que me has dado la gracia de encontrar en mi camino, para que yo percibiera la idea remota de tu abrazo.

Os quiero intensamente mis hermanos del alma.

Claudia

Gubbio 19 de febrero 2019