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palomar200Por Giovanni Bongiovanni - 18 de noviembre 2018

El relato de los chicos de FUNIMA International Onlus de viaje en los Andes

El Diario de hoy está dedicado a la visita al centro sanitario que se encuentra en el pueblito El Palomar, uno de los lugares más internos que visitaremos en estas semanas de misión. Aquí estamos realizando un proyecto de reestructuración edilicia, que inicialmente emprendieron los habitantes del pueblo pero que al final se suspendió por falta de fondos. La comunidad ha cedido la propiedad a la Fundación así como la administración del centro, con el consentimiento del Ministerio de Salud. FUNIMA International ha enviado este año fondos para completar la estructura que estará compuesta por varios sectores de asistencia especializada.

Día a día vivimos un sin fin de emociones entre la maravilla del paisaje de la cordillera andina, que te quita el respiro, y las situaciones de extrema pobreza que vemos con nuestros ojos. Pero nos encontramos también frente a una humanidad que asimila a un valor perdido en el mundo occidental y que aquí se vive en la cotidianidad. Después de esperar a que Ramón termine sus visitas a todas las personas que diariamente vienen a buscarle y nos sentamos a comer juntos.

Es un momento especial. Siempre alguien hace la oración antes de comer y se agradece a todos por estar y a esta espléndida familia que nos hospeda y que nos hace sentir como iguales, hermanos y hermanas. Cada uno de nosotros dice lo que ha vivido y lo que le ha impactado personalmente. La emoción y la conmoción aumentan cada vez más, porque en estos momentos sucede que logramos sacar fuera lo que estamos viviendo interiormente. Un momento único que se celebra antes de iniciar la comunión de la mesa. La señal de la cruz antes de empezar a degustar el rico banquete que han preparado Sandra y Delia. Les ayuda también Lucrecia, una chica de una de las familias que ayudamos en esta zona, muy cerca de la familia Gomez y que se ocupa de recibir a los huéspedes. Es también mamá de dos hijos y es una persona que está muy agradecida a esta familia, se ve en la devoción con que les ayuda y en la mirada de amor que tiene hacia ellos. Después de comer y dejar todo en orden partimos hacia El Palomar. Tomamos la misma carretera que habíamos recorrido el sábado para adentrarnos en los Andes salvajes, la "Puna salteña", y llevar artículos de primera necesidad a las familias. Seguimos todo derecho pero más hacia el norte, hacia Chile y en la lejanía divisamos una tempestad de lluvia y rayos alrededor de la ciudad conocida como El Toro.

Afortunadamente caen solo unas gotas sobre nuestro viaje. A lo largo del camino vemos a una chica muy abrigada que llevaba las ovejas a pastar. Ramón nos explica que viene desde muy lejos porque dado que hay poco que comer para los animales, el que tiene animales tiene que desplazarse kilómetros para encontrar lugares aptos para que puedan comer. Aquí los arbustos son muy bajos y secos, poco nutrientes. Estamos llevando con nosotros, además, algunos sacos de ropa para dar algo más a las familias que encontramos a lo largo del camino. Aquí bajamos a una localidad que se llama Punta El Agua. También las familias de esta comunidad recibirán asistencia sanitaria del centro de El Palomar. Aunque estén aún a muchos kilómetros de distancia, El Palomar queda el punto más cercano que les ofrecerá este servicio. Aquí el concepto de lejano se vive de manera diferente y para ellos recorrer 20 km no se ve como algo insuperable. Esa es la media del camino que tienen que hacer todos los días para desplazarse, tanto para recoger el agua, como para ir al colegio, llevar a pastar a los animales o ir a ver a los amigos. Dejamos las bolsas con la ropa seleccionada y volvemos a marchar. Vemos de lejos otra aldea que se llama Tres Cruces y también ahí nuestro Centro ofrece asistencia.

La sencillez de los niños

Por fin llegamos a El Palomar después de un largo recorrido subiendo hasta 4.000 m. Desde lo alto se entreve la aldea a la que llegamos despacio recorriendo un camino estrecho y de tierra que se hace cada vez más roja. Llegamos a la escuela como primera etapa y conocemos a la directora y a una de las maestras. Nos agradecen mucho por nuestra presencia y por el aporte que le damos desde hace años a la Fundación con la que tienen relación y nos hablan de Ramón y de como es el único que se preocupa por ellos. La sensación que tenemos siempre escuchando a estas personas es que se sienten completamente abandonadas, sobre todo por las instituciones. Aquí los servicios básicos no están garantizados. El manantial de agua está a 5 km por un camino en subida. Tienen luz gracias paneles fotovoltaicos y solares pero que no siempre son suficientes, el servicio sanitario más cercano se encuentra a más de 100 km de aquí.

Muchas de estas personas nunca han sido visitadas por un médico, empezando por las mujeres que a menudo tienen que dar a luz solas en casa. Cuando llega la hora del recreo jugamos con los niños, muy vivaces, y sacamos juntos muchas fotos. Quieren saber de dónde venimos, nos piden que les hablemos en italiano, un idioma absolutamente desconocido y nuevo y les parece divertido. Hacen volteretas y se paran de manos, son perfectos malabaristas. Se juega a corre que te pillo y a lobo come lobo. ¡En fin es una fiesta! Muy dulces y cariñosas las nenas, y un poco más "gallitos" los niños que aprovechan el momento del recreo para presumir. De todas formas son todos muy educados. Los niños que pertenecen a las familias que viven más lejos se alojan en la escuela y son unos 20. Una vez que entregamos la ropa nos dirigimos hacia el centro sanitario.

Reestructuración

No tenemos que ir muy lejos. Aquí encontramos a los albañiles que están trabajando y que están arreglando el techo. Trabajan 5 días a la semana y después regresan donde sus familias. Duermen dentro de la estructura en un espacio que ha arreglado la Fundación para hospedarlos. La estructura se compone de una sala de espera, los baños, un punto de primeros auxilios, una sala de espera de urgencias para los casos graves que tienen que ser trasladados a un hospital bien equipado, una sala para asistencia odontológica con toda la instrumentación necesaria y una ginecológica. Este es el conjunto de los servicios. La que dirigirá todo será una doctora que estará siempre presente y habrá médicos especialistas que irán periódicamente para las visitas de ginecología y odontología.

Quedan todavía muchas cosas por acabar como el techo, las ventanas y los baños. Recojo toda la documentación necesaria y los presupuestos de gastos para tener una idea de lo que falta para completar todo y empezar después a ocuparnos de las obras en el exterior.

Ideas para el futuro

Una vez que la estructura esté completa, ya tenemos en mente un nuevo proyecto hídrico para poder garantizar aquí también el abastecimiento de agua potable a las casas de la aldea. Tampoco aquí será necesario excavar porque ya está el manantial a 5 km. a donde los habitantes van a buscar el agua, yendo hacia las montañas más altas. El proyecto prevee encauzar esta agua que baja como catarata en 3 o 4 cisternas para después hacerla llegar al pueblo. No será fácil porque en estas zonas los costos para cualquier trabajo que se quiera hacer aumentan por las distancias y las condiciones climáticas que hay que afrontar. Me pongo a pensar en el valor que el agua tiene en nuestra vida cotidiana. A menudo la desperdiciamos y no nos damos cuenta que en realidad es un bien sagrado. Miro a mi alrededor y pienso que bastarían pocas obras para cambiar las condiciones de vida de esta gente. Personas que son vistas por el resto de la población argentina con desprecio y las montañas se convierten en campos de concentración dónde ellas quedan encerradas, olvidadas por todos. No es justo y es necesario hacer todo lo que se puede para que no se repitan estas condiciones. Nos encaminamos a casa con muchas ideas en la cabeza, para recaudar fondos, pero también organizar un trabajo de campo para construir todas las estructuras que sean necesarias.


Extraído de: www.laprovinciadifermo.com  

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