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Flavio2018 200Segunda lección del maestro Flavio Ciucani

Por Riccardo Bertinelli

Esta crónica no pretende ser exhaustiva, ni explicativa, sino que intenta provocar interés y dar elementos para poder estudiar y reflexionar.

Con mucho entusiasmo y deseos de participación por parte de los integrantes del Arca de Gubbio recibimos al maestro Flavio, para conocer el arduo camino de los primeros cristianos.

Antes de entrar en el corazón de esta lección nos hizo un breve resumen de la anterior, durante el mismo destacó la importancia de la predicación de los Apóstoles y de la misión de Pablo, gracias a las cuales se lograron superar las fronteras de Palestina, anunciando la “Buena Nueva” en todas las Provincias del Imperio, reconociendo a Jesús como el Mesías anunciado por los profetas. Él es el Hijo de Dios y la transmisión de sus enseñanzas y extremo sacrificio no quedaron reservados únicamente a los judíos sino a todos los hombres que serán llamados para entrar en el Reino de Dios, que Él vendrá a instaurar.

Así fue como el cristianismo se convirtió en una religión universal.

Las primeras comunidades, o iglesias, comenzaron a organizarse reconocieron a tres figuras para la división estructural de las mismas:

- La primera es la del Obispo, sucesor de los Apóstoles que tiene que mantener intacto su legado de la Fe.

- La segunda se identifica en los presbíteros, exponentes sabios que controlan la comunidad y que apoyan al Obispo en la toma de decisiones.

- La tercera son los Diáconos, que inicialmente eran siete y que ayudan al Obispo en los actos rituales y en la ayuda a los más débiles, a los enfermos, a los pobres, a los huérfanos y a las viudas.

En la primera imagen de la presentación figuraba una frase emblemática: “Padres de la iglesia. La secta madura y se convierte en iglesia”.

El modelo de los Padres apostólicos (primer generación después de los Apóstoles) y el testimonio de vida de los cristianos, impregnado por los altos valores comunitarios y solidarios, la unión y la inquebrantable tenacidad frente a las persecuciones acompañaron el trabajo de la generación sucesiva de “filósofos”, definidos los Padres apologistas, los que hicieron grandes aportes y estudios específicos sobre las verdades evangélicas. Con vehemencia y coraje tuvieron como objetivo defender al cristianismo dirigiéndose a los Emperadores con escritos en los que afirmaban la sensatez y la credibilidad de la nueva fe.

De esta forma todas las calumnias se fueron disipando gracias a la intensa actividad social de los cristianos.

Pero persistía el problema de una cierta inmobilidad por parte de las comunidades que respondía a una actitud optimista frente al hecho de estar en la verdad, manteniendo una tradición cultural y moral mediocre. Así fue como entre el segundo y el tercer Siglo nacieron algunos movimientos de hombres doctos que elaboraron tesis teológicas que iban más allá de la tradición apostólica: las herejías.

Herejía significa aferrarse a una opinión o creencia y no tiene esa acepción negativa de división y separación que pasaría a asumir, junto a la ortodoxia (pensamiento correcto), a la eterodoxia (pensamiento diferente), a la apostasía (mantenerse al margen, lejos) y a la calidad de martir (testigo) se convirtió en uno de los “nuevos” términos que pasaron a ser utilizados en el ensayismo cristiano.

Las herejías de Marción (Marcionismo), las de Montano (Montanismo) y la filosofía gnóstica de Valentino tuvieron una continuidad en el tiempo.

Mientras que Ireneo de Lyon, discípulo de Policarpo y teólogo muy respetado, después de realizar un minucioso estudio de las Escrituras y de las fuentes apostólicas fue el primero, en absoluto, en hacer frente a las herejías elaborando una teología aceptada universalmente que, en síntesis afirma que desde el principio Dios, reconocible a través del Verbo, antepone un plan de salvación y envía a Su Hijo Unigénito para hacer una alianza definitiva. Cristo es la única Sabiduría que lleva a la salvación. La iglesia recibe de parte del mandato del Espíritu Santo el mandato de educar sobre las “cosas sagradas”, fuerte de la tradición apostólica. Ireneo de Lyon falleció como martir bajo la persecución de Septimio Severo, en el año 202.

En el segundo Siglo hubo un mejoramiento en las iglesias que llevó a que se instaurara una colaboración entre los Obispos y los presbíteros. Estos últimos se convirtieron en verdaderos profesionales en la defensa y la justificación de las decisiones de la iglesia.

Todo esto desembocó en un episcopado único y en la instauración duradera de los sínodos y de los concilios. Para garantizar que hubieran escrituras certeras se redactó el Canon Muratoriano que a los cuatro Evangelios le agregó: el Apocalípsis de Juan, la primer carta de Pedro, la primer carta de Juan, las dos cartas de Clemente Romano, la Didaché, el Pastor de Ema y los Hechos de los Apóstoles. Estos últimos no se aceptan en todas las iglesias. Al final se estableció una única Confesión de Fe que dice así: “Creo en Dios, Omnipotente y en Jesús Cristo, Su Hijo Único, Nuestro Señor, en el Espíritu Santo, en la Santa Iglesia y en la resurrección de la carne”.

Antes de entrar en la parte netamente histórica del tercer Siglo estudiamos a otro gran pensador: Origenes. Fue el primero en estudiar científicamente la Biblia planteando conclusiones teológicas de innegable profundidad. Sobre su vida podemos decir que nació en el año 185 en una familia cristiana. A los 18 años perdió a su padre en una redada anti-cristiana y para mantener a su familia comenzó a enseñar: Su forma de predicar fue tan arrolladora que en pocos años todos los estudiantes de Alejandría seguían sus clases, al punto tal que llegó a ser envidiado por el Obispo Demetrio. Esta fama, a tan temprana edad, lo ayudó a resistir a los instintos y a respetar su deber moral, llegando al extremo de emascularse en el año 201 y por lo tanto Demetrio no lo consagró como sacerdote, porque ya no era alguien íntegro. En el 213 realizó una serie de viajes hasta llegar incluso a Palestina, donde lo seguían mucho y fue nombrado sacerdote, pero a su regreso Demetrio lo excomulgó por no haber sido consagrado en su Iglesia correspondiente. Sus escritos y pensamientos no fueron acusados sino que simplemente los archivaron, pero sin destruirlos. Murió como martir en Tiro, en el año 254 a causa de las terribles heridas de las torturas recibidas en el año 253, cuando fue víctima de una redada anti-cristiana. Volviendo a sus estudios, que abarcaban todos los campos, desde la Creación hasta el hombre, desde los círculos angélicos hasta la Trinidad, además habiendo sido el primero en realizar un trabajo como ese, más que hereje se podría decir que no fue preciso al momento de explicar algunos puntos. Para comprender el nivel de sus conclusiones tenemos que revisar los puntos por los cuales fue puesto en tela de juicio:

- Falta de claridad en la visión de la Trinidad

- El libre albedrío es necesario, como elemento para alcanzar la salvación

- La pre-existencia de las almas que encarnan

- La reencarnación

- La salvación garantizada para todos los seres racionales

- Evolución como camino para acercarse a Dios

- La existencia de una infinidd de Creaciones y de mundos

Origenes había sido casi olvidado pero volvió a ser conocido en estos últimos dos Siglos, al punto tal de que se lo ha definido literalmente como el genio del cristianismo.

Volviendo a la parte histórica del tercer Siglo nos encontramos con una reacción muy violenta por parte del Imperio en contra del cristianismo. Entre los edictos más duros encontramos el de Septimio Severo del año 202, el de Maximino del año 235 y el de Decio del año 250. El edicto de Maximino fue muy duro porque atacaba directamente a los Obispos, a los Diáconos y a los sacerdotes y junto a Decio, que prefería llevar los cristianos a la abjuración, dejaron una Iglesia decapitada, debilitada y que había que reestructurar.

Para que hubiera un cambio radical hubo que esperar a Constantino, quien con el edicto de Milán del año 313 declaró la posibilidad de profesar libremente las religiones. Fue una gran fiesta para los cristianos, que de todos modos siguieron discutiendo sobre los dogmas y las decisiones éticas que había que aplicar. Constantino quería que hubiera unión entre los cristianos y por consiguiente, por primera vez en la historia de los emperadores, le escribió una carta al Obispo de Alejandría pidiéndole que haya unión. Esto no ocurrió y por lo tanto, en el año 325, Constantino fue el promotor de un concilio universal de la cristiandad. El concilio de Nicea. Estaba previsto que participaran todos los representantes de las Iglesias de todo el Imperio, en realidad lo hicieron más de 300 y toda la logística y los costos quedaron a cargo del mismo Constantino que realizó la apertura del concilio pidiendo unidad y cohesión por parte del mundo cristiano. En ese momento hubo más de un Obispo que pensó que el Nuevo Reino había llegado. Cuando se llegó a la conclusión de los 20 cánones dedicados únicamente a las reglas de comportamiento en la Iglesia, es decir que en dicha sede no se discutió sobre los dogmas, se realizó un banquete durante el cual Constantino dio cartas de recomendación a los Obispos, garantizando entre otras cosas trigo para los pobres y para el clero y dio un discurso apasionado en el que le pidió a la Iglesia que permanezca unida, humilde y que aumente el celo en cuanto a la misión y que haga la mayor cantidad de proselitismo posible. Cuando todos regresaron a sus lugares de origen algunos Obispos se disociaron y Constantino los mandó simplemente al exilio.

En la década sucesiva, mientras Constantino seguía construyendo iglesias, además de hacerle regalos al clero, algunos Obispos se asesoraron en privado, llegando a la conclusión de que la autoridad imperial se aprovecharía de su condición de sumisión con fines contrarios a los intereses de la Iglesia misma. “La Iglesia había creído que había encontrado un amigo de alto nivel y en realidad se había concedido a un dueño”.

1 de Febrero de 2018

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