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testa 2016enespañol

camila100Por Camila Ocampo
“Dios me salvó muchas veces, si no, no estaría hoy aquí con mis hijos”, es la frase que repetía continuamente la madre de dos niños.

Fue el pasado 9 de junio, en ocasión de la quinta edición del "TODOS SOMOS RESPONSABLES". Nos ubicamos en la Plaza Cagancha  de la ciudad de Montevideo (Uruguay), para llevar adelante esta actividad organizada por la Asociación Cultural Un Punto en el Infinito y el Movimiento Cultural Internacional Our Voice.

En esta oportunidad estuvieron presentes algunos jóvenes del grupo de Our Voice de Rosario (Argentina), con los cuales compartimos cada momento.

Cuando comenzó a bajar la temperatura se empezaron a acercar las personas. Salimos a caminar para volantear y para hablar con todos aquellos que encontrábamos en situación de calle. Al charlar conocimos parte de aquellas historias de vida que nos impactaron y también enseñaron. Ansiosos por poder hablar con alguien, nos relataron sus experiencias vividas a la intemperie, sin un techo donde refugiarse, sin calor y el por qué llegaron a estar en esa situación.

Es difícil decir cuál de todas las historias fue la más fuerte porque todos las viven de manera distinta. Pero me di cuenta que hay un sentimiento que todos comparten y es el olvido, la indiferencia y la discriminación que sufren cada día.

Repartimos chocolate caliente y pan, y si bien sabemos que sólo una noche o un rato no les va a cambiar la vida, ese instante de compañía para ellos es invalorable. Porque el hambre vuelve, pero el amor de aquellos momentos permanece.  

Compartimos música, canto, juegos y anécdotas entre todos, intercambio en el cual aprendimos y recibimos nosotros mucho más amor del que pudimos darles a ellos.

En un momento se acercó una mamá joven con sus dos hijos, de 6 y 8 años, de nombre Aron y Jónatan. Aron dormía en un pequeño coche tapado con una frazada y mucha tos, mientras que Jónatan nos observaba tímidamente, hasta que tomó confianza y nos pusimos a jugar al fútbol. Me alejé del grupo y comencé a hablar con la madre, de 28 años. Por un largo rato me contó su vida y sus sufrimientos, pero no paraba de recordarme por qué estaba viva: “Dios me salvó muchas veces, si no, no estaría hoy aquí con mis hijos”, me repitió varias veces.

Después de escucharla me quedé sin palabras. ¿Cómo puede una persona querer salir adelante si no tiene nada, si no hay opciones de futuro, si es discriminada por ser pobre?  Sólo se sostiene en sus hijos y quiere salir adelante por ellos, para evitar que vivan lo que ella vivió.

De a poco empezaron a aparecer chicos y se formó una gran ronda de fútbol y hasta hicimos una mini canchita. Jónatan, a pesar de estar con frío, hambre y de vivir una vida muy cruel, estaba feliz. Sus ojitos brillaban, estaba contento. Para él era como estar en un parque de diversiones. Son niños que no conocen más allá de la miseria y el dolor. Tal fue su encanto con todos que a una de las chicas, Virginia, le regaló un anillito que llevaba en el dedo. Lo único que tenía era eso y lo regaló.

Fue muy conmovedor saber que a pesar del frío y de estar con poco abrigo decidieron no volver al lugar donde suelen pasar la noche, para compartir con nosotros ese rato que estuvimos juntos. Duermen en un refugio, un lugar que el gobierno les brinda, pero que no siempre eligen por el maltrato que reciben, donde a veces pierden lo poco que tienen.

También se nos acercaron dos jóvenes, de 21 y 22 años, graduados de la escuela secundaria, con un nivel de conocimientos que nos sorprendió. Pasaron mucho tiempo con nosotros y escuchamos atentamente sus historias, aprendiendo, intercambiando sentimientos, conocimientos y quedándonos por momentos sin palabras por lo que escuchábamos.

El propósito con el que asumimos esta actividad es concientizar a las personas que nada saben de los que viven en situación de calle. Para los que son indiferentes ante esta realidad. Porque las personas que están en la calle ya saben lo que es el sufrimiento indignante de ser invisibles para el sistema y la sociedad en general. A ellos queremos ofrecerles amor para que no se sientan olvidados.

Para que no se sientan descartados como se descarta la basura.

¿Cómo podemos ser tan crueles? ¿Cómo podemos ver personas en situación de calle y hacer de cuenta que son perros o peor, hacer de cuenta como si no existieran? ¿Cómo podemos tener un corazón tan frío, para decir que si están en esa situación es porque la quieren, que ellos eligieron ese camino?

La frialdad, la crueldad, el desamor y la intolerancia crecen cada día más. Tal como crecen el número de niños, adolescentes, adultos y ancianos en situación de calle.

Todos juzgamos a estas personas sin saber por qué llegaron a estar así. Por qué muchos de ellos llegaron a las drogas, al alcohol o la delincuencia. Los juzgamos sin comprenderlos y, lo que es peor, sin saber.

Es muy difícil progresar en un Estado en el que, si no tienes un buen estatus social, no te dan oportunidades de trabajo, la oportunidad de salir adelante en este mundo.

Por eso tenemos que luchar por un cambio, por un mañana distinto y mejor, por ayudar a esas personas que solo quieren amor y dejar de ser invisibles en este mundo.

El futuro es incierto y mañana podemos ser nosotros los que estemos en la calle, con hambre y con frío, los discriminados y pisoteados, los invisibles.

Porque ellos son nosotros es que nosotros queremos estar con ellos…

Camila Ocampo

27 de julio 2017

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