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giorgioerika100Por Erika Pais

Recuerdos conjugados con sabor a eternidad. Nudos perennes unidos a la luz inconmensurable del encuentro ancestral de las almas viejas y eternas. Atravesar el azul del cielo, unir los verdes mundos, puentes tendidos por el Verbo cristalino que tiene el perfume de la Verdad. Verdad que resuena en los pasillos estrechos del tiempo terreno, tiempo que se escapa de las manos y juega a ser incierto. Tiempo que en este mundo se expresa como una ilusión que tiene en sus manos, sin embargo, nuestros cuerpos físicos que no responden completamente al llamado del espíritu, porque permanecen aprisionados y obedientes, fieles al príncipe nefasto de este mundo y cerrándose muchas veces a la libertadora experiencia del Ser. Contradicción eterna de nuestras almas aprisionadas por el miedo a lo que necesariamente debe trascender para poder ser realizado. Miedo a todo aquello que nuestras manos no pueden tocar como una loca contradicción porque lo que no se toca no nos daña, ya que aquello que no se toca es parte nuestra e indivisible con Aquel que nos creó.

Ese mismo tiempo, tirano y adverso, es el que ha trascurrido desde la última vez que toqué estas tierras. Tiempo que lava heridas, así como culpas, teje cicatrices, erosiona el espíritu, talla fortalezas, enseña el amor, forja relaciones, descubre nuestros defectos y acaricia nuestros efímeros y pequeños aciertos. Tiempo que come nuestros pies y ensombrece nuestras sombras. Tiempo que representado como una esfera y agujas recorre irremediablemente su circuito, nuestro circuito. Tiempo que esconde pasados, ilumina futuros y descubre las coherencias o las otras. Tiempo que nos alcanza siempre y nos deja escapar una vez más. Tiempo, solo y todo tiempo.

Toco el suelo italiano y mientras el avión carretea en la pista del aeropuerto de Milán no puedo evitar que los pensamientos se agolpen en mi mente.

Todos los años vividos, disfrutados, sufridos, aprendidos, renegados en esta Obra inmensa. Años que he tenido el honor y el privilegio inmerecido de poder servirla, desde el primer sí pronunciado y hasta los últimos momentos que estamos viviendo.

Como poder describir con palabras limitantes del espíritu aquello que absorbe mi ser, como describir en un lenguaje lógico y efímero la coherencia de las grandes luminarias. Intentar ser testigo fiel de lo que veo, toco, pero sobre todo inhalo en la inmensidad de la gnosis. Describir con colores, aromas, sabores humanos aquello que queda después de abrazar la Nueva Teología. Teología encarnada en un Ser muchas veces amado pero al mismo tiempo incomprendido, criticado, difamado y abandonado por todos aquellos que no logran realizar en un mundo de formas, los dibujos de la ciencia del espíritu, derribar las barricadas de lo “sistémicamente aceptable” y abrazar la sustancia sin forma de lo eterno e infinito.

Un mundo que no reconocemos como nuestro pero que cedemos una y mil veces a vivir en el como si fuera el único. Olvidando que somos chispas Divinas, somos Luz, somos fuego, aire, agua, somos luna, somos colores, somos sabores, somos todo en lo Creado, y somos nada en la creación.

Podría comenzar por el congreso ufológico que durante dos días se desarrolló en el Hotel Cosmo de Milán y mencionar que se dieron cita los personajes más famosos en el mundo de la ufología. Que la sala estuvo llena los días que duró el Congreso y que fue vista por más de 30.000 personas a través de internet. Podría hablar de cómo fueron desfilando las mejores imágenes de estos aparatos tripulados por seres inteligentes y evolucionados que nos visitan. Me puedo detener también en la prolija y profunda claridad con la que Jaime Maussan, Ademar Gevaerd, Pier Giorgio Caria, Carlos Clemente, Fernando Correa, el mismo Giorgio Bongiovanni y otros más desarrollaron esta apasionante y grandiosa temática.

Pero eso sería el reflejo de una operatividad realizada con consciencia y profesionalismo. Sin embargo mis ojos se detienen a mirar más allá y es en la simbiosis perfecta y única con la que se trabajó y se convivió con los mencionados expositores. De la fraternidad que se olía en el aire y que era nueva para personas que están acostumbradas, sin embargo, a participar en este tipo de eventos. Un congreso donde no se pedía nada a cambio del ingreso. Congreso que es el fruto de una transformación profunda de nuestro querido hermano Antonio Urzi y su hermosa familia, que siendo el contactado más grande de estos tiempos vive una profunda experiencia que lo liga muy fuertemente a Giorgio.

En la profunda inmensidad de la gnosis para los ojos profanos de visión a cuadros solo fue información aquella que desfiló en las pantallas, pero para los ojos que observan percibiendo frente a nosotros se expresó la magnificencia del amor en acción. Se manifestaron almas que se dejaron guiar por quien encarna una guía espiritual necesaria para poder expresar nuestras misiones. Se amalgamó la esencia de un Mensaje Cósmico y el vacío de la expresión mundana que surge de la investigación y la ciencia sin consciencia. Durante esas 48 horas en el Hotel Cosmo el Todo manifestado bajó de las estrellas y tocó nuestros espíritus abriendo las puertas para que el Mensaje ocupara el lugar por el cual se hizo necesario crearlo.

Para los ojos físicos una conferencia más, para la visión de la consciencia un objetivo alcanzado luego de haberlo seguido por más de 27 años. Poder expresar al mundo entero de que estamos hechos, que buscamos cuando hablamos del Cristo o de nuestros hermanos del Cosmos y sobre todo, que las enseñanzas recibidas a través de ejemplos del Verbo Crístico han trascendido a nosotros mismos. Frutos de una de las ramas de un árbol regado cotidianamente con la Sangre Divina. Frutos que para madurar necesariamente debe dejarse correr el tiempo siempre caprichoso y dejarse caer al vacío. Allí abajo la red tejida de fe, esperanza y certeza absoluta nos abrazará inconmensurablemente. El amor, que hasta el momento era nuestro guía, se trasformará en nosotros mismos. Allí abajo nos estará esperando La Coherencia.

Continúo mi viaje y los kilómetros amenazan con devorarse las sensaciones que luchan por esconderse. El eterno olvido siempre quiere enterrar en nuestra hiel aquello que nos salva, que nos vivifica, que nos empuja a besar las nubes, nadar entre las estrellas, hacer castillos de polvo cósmico, beber el perfume del Sol. Aquello que queda escrito en el éter para siempre y que podemos consultar cada vez que la soledad nos abrace. La Verdad.

Podría hablar de los continuos encuentros con los hermanos, del tiempo que pasa Giorgio frente a una computadora, de las cientos de horas dedicadas al estudio y al análisis de las diferentes situaciones mundiales. Podría hablar como estar a su lado es un continuo aprender y descubrir. Podría hablar de las conferencias antimafia y de cómo el respeto por sus años de trabajo que todos sienten y dejan ver cuando se acercan a saludarlo. Podría hablar de cómo poco a poco se ha transformado en un referente que todos buscan para consultar. Podría llenar cientos de páginas y tirarlas al viento, pero no quiero. Porque no son las letras vivas solamente las que hablan de él, sino las sensaciones que escriben en las estrellas el proceso de un amor.

A través del espejo retrovisor del auto observo a quien lo guía. Y el laberinto de formas fantasmagóricas me arrastra hacia lo más lejano de mí, porque es allí donde voy siempre a buscarme. Y es en ese camino desde el alma hasta mi donde poco a poco voy deshilachando las ropas que aprisionan al espíritu. Es en ese camino tortuoso y majestuoso donde los falsos héroes pierden sus super capas, donde los mendigos reciben el maná del Cielo, donde la Justicia se vuelve justa y eterna, donde encuentro la luz de aquel que hoy observo manejar un auto, así como ha guiado desde hace más de 27 años a nuestros espíritus.

Sus ojos brillantes esconden la melancolía de la soledad, la soledad perfecta, no humana, la soledad que abraza sutilmente a las almas viejas, que como eternos mutantes encarnan continuamente misiones ancestrales. Almas que gritan a los vientos la filosofía cósmica que nace en las estrellas y que nunca muere, venciendo, sin embargo a la vida. Soledad de aquellos que aunque hablan nuestros lenguajes de sílabas irónicas transformadas en idiomas y que puedes ver entre la gente miles de oídos atentos a sus palabras, no logran ser entendidos ni escuchados. Como si fueran pájaros perennes que levantan vuelo y aunque puedas ver sus brillantes plumas, no puedes tocarlas, no alcanzas a rozarlas con las yemas de los dedos. Ni siquiera la caricia más suave logra sentir su silencioso vuelo. Como luminosos colibríes que beben el néctar de las flores que si retienes un minuto en tus manos los condenas a la muerte segura. Soledad continua que se hace menos solamente al escuchar una hermosa melodía, al recibir sobre ellos los brillantes y cálidos rayos de sol o el consuelo amoroso de las almas que lo acompañan.

¡Qué fácil es juzgarlas si las sumergimos en un mundo que no les pertenece, qué cruel es juzgarlas si miramos todo con los ojos de este mundo hipócrita de formas dantescas. Mundo que arrebata nuestra memoria y que con una doble moral sentencia cada acto pronunciando con su lengua viperina la condena. Sus ojos brillantes tienen la experiencia del escarnio, la soledad de la celda de castigo y al mismo tiempo la certeza de la Verdad que atesora su piel.

Pero el tiempo, tirano del Hombre, es su amigo fiel y es el tiempo que se encarga de demostrar, una vez más y para siempre la coherencia.

Es la coherencia que lo sienta al lado de los mártires de la vida en una pequeña librería o en una sala de un teatro abrazando a quienes lloran familiares asesinados frente al silencio cómplice del Estado.

Es la coherencia que lo pone siempre frente al volante de un auto y lo hace manejar por horas para que su presencia, aunque sea de unos pocos minutos, realice la magia de alimentar la esperanza en aquellos que mueren de a poco sin ella.

Es la coherencia la que logra que transforme a un joven sin experiencia en un gran escritor. Es la coherencia que se demuestra al perseguir un objetivo y alcanzarlo. La coherencia que el tiempo moldea y que derriba juicios y sentencias de aquellos que construyen sepulcros blanqueados.

Es coherencia lo que vi 11 años después de la primera vez que atravesando el azul del cielo llegué a su casa. Es la coherencia que lo lleva, con extremada humildad, a decir que solo no llega a ningún lado. Coherencia no es hacer las cosas de acuerdo a los parámetros obscuros de este sistema hipócrita que acusa a las almas nobles y premia a los nobles sádicos. Coherencia no es seguir un patrón único y estático o una metodología que raya con una santidad innecesaria. Coherencia es Ser, a pesar del tiempo y del espacio. Coherencia es amar por sobre todas las cosas y no amar a las cosas. Coherencia no es solo tener para hacer, sino hacer a pesar de no tener. Coherencia es amar a flor de piel y pagar amor a cambio de soledad.

Coherencia es partir.
Coherencia es llegar.
Coherencia es aprender a vivir y enseñar a amar.

Coherencia es la alegría de un encuentro, la luz en los ojos de mis hermanos, el abrazo del amor, la inmensidad del Sol, el gozo de existir, la justicia en nuestra piel, la lucha eterna y fiel.

Coherencia es la Obra y es Él.

Erika Pais
18 de noviembre de 2016