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GiorgioesaroFacebook es un instrumento muy complejo, que seguramente muchas veces, tragándonos mente y cuerpo, corre el riesgo inevitable de hacer entrar a nuestra alma en un remolino anómalo en el que esencialmente siempre hay que intentar dominar el demonio del Ego. Con todo lo que ello implica.

Pero si lo utilizamos con una dosis suficiente de conciencia apta para controlarlo y mitigarlo, puede lograr ser hasta incluso un buen método de comunicación con el cual se pueden obtener sorprendentes frutos en el campo espiritual.

Desde hace poco tiempo, luego de un episodio que me había chocado bastante... empecé a notar que me ponía en contacto con personas que por lo general eran ellas quienes me buscaban y que de todos modos, después de habernos conocido un poco más, me daba cuenta de que eran contactos “importantes”, por su calidad, por sus experiencias vividas y por la capacidad de conocer y sentir... Uno de ellos es Andrea (a partir de ahora omitiré todos los apellidos, n.d.r.), y veía que a menudo me “revoloteaba” alrededor, en los diferentes posts, en los comentarios, hasta que una noche, a través del así llamado “chat”, no fui yo quien lo decidió, sino que ambos decidimos conocernos mejor. Así conocí una historia suya muy especial y contextualmente comenzó a nacer un sincero afecto recíproco y un fuerte sentimiento de estima de parte suya. Al mismo tiempo también me incluyó, en calidad de supervisor, en un grupo de Facebook denominado “U.F.O. MESSAGGERI DI VERITÀ COSMICA" (OVNIs, MENSAJEROS DE VERDADES CÓSMICAS) que él mismo se había “impulsado” a crear y en el que además pude encontrarme con otras personas, como por ejemplo Marco, alguien muy activo que vive en las laderas del volcán Vesubio. El Mensaje de la Hermandad Cósmica, sumado al mensaje Crístico y a una gran estima por sus dos diligentes representantes: Eugenio Siragusa y Giorgio Bongiovanni, quienes seguramente constituyen las bases de esta comunidad virtual. Los contactos y los intercambios incluso con más gente comenzaron a intensificarse y me empecé a sentir involucrado de una forma agradable, al punto tal que quise contárselo a Giorgio durante una breve conversación telefónica.

-“Muy bien... entonces hagamos un lindo evento en Nápoles”, me dijo casi como frenándome sin que terminara la exposición de mi pensamiento, pero habiendo comprendido perfectamente el concepto...

A partir de allí me conecté inmediatamente con Andrea y Marco, quienes se conocían entre si pero que nunca se habían encontrado personalmente, y les di algunas indicaciones elementales para la búsqueda de una sala, que efectivamente encontramos y nos pondremos en contacto con sus responsables. Una vez que hicimos eso teníamos que dar el importante paso de conocernos y comenzar a proyectar... ver juntos qué es lo que podríamos hacer.

En fin, aprovechando además del paso veloz por la ciudad de Nápoles de mi amigo Casimiro, que de seguro es el más conocido de nosotros en Facebook... decidimos programar una reunión para el sábado 9 de mayo y de la misma también participarían junto a mi Enzo, Carmela, quienes accedieron en forma amable y fraternal cuando les pedí que lo hicieran. Creamos un “chat” común en el que se sumaran las adhesiones en espera de la reunión del sábado y poco a poco de 5, o 6 que éramos nos vimos “catapultados”, debido al hecho de que unos invitaban a otros, a un número de casi treinta personas, todas entusiasmadas por vernos y conocernos en una sala que Marco había puesto a nuestra disposición. No puedo ocultar que pasé por algún que otro momento de pánico “Pero como... ya es difícil siendo pocos... ¿quién sabe qué puede ocurrir al ser muchos y de quienes no sabemos quiénes son, qué viven y qué es lo que piensan?”, eran mis pensamientos mientras imaginaba que tal vez podrían surgir enfrentamientos, disputas y cosas por el estilo que podrían arruinar la serenidad del encuentro. Una vez superado este “bloqueo” mental y con gran confianza salimos de viaje hacia Nápoles en la madrugada del sábado 9 de mayo. Alrededor del medio día, en la carretera, tomamos el desvío que lleva hacia Battipaglia para encontrarnos con un hermano nuestro, Nicola, un alma de luz solar, a quien conocí en el año 2012 en la ciudad de Catania y con quien nos reencontramos a través de Facebook, y que junto a Mario nos recibieron improvisadamente pero con gran calidez fraterna, ya que inesperadamente nos esperaban para comer. Nicola, Mario y alguien más llegarían un poco más tarde a la reunión programada. Así como estará también con nosotros Giovanni de Torregrotta, que actualmente vive en un pueblito cercano a Caserta y para él también este ha sido un momento de dura y seria “prueba”.

Finalmente nos encontramos en la ciudad, en el punto prefijado y nos subimos al coche para subir la ladera del Vesubio a lo largo del caótico pero palpitante y “vivo” tráfico de la metrópolis. Rostros que conocemos solo a través de Facebook, muchas emociones interiores, conocer a Andrea, a Marco, a Antonio, a Clelia... con quienes ya había podido tener un intercambio virtual y así todos los demás de quienes en gran parte sabía al menos su nombre.

En el salón de la casa ubicada en las laderas del Vesubio la extraordinaria disponibilidad y camaradería de Marco nos hicieron sentir inmediatamente como en casa y así dispusimos las sillas formando un círculo para que todos se sintieran bien recibidos y para poder vernos unos a otros. Alrededor de todos nosotros giraba uno de los tres perros de Marco, “interviniendo” cada tanto a su modo cada vez que nos poníamos a hablar, ladrando con una increíble sintonía según el énfasis de las frases. Algo extraño... si, es cierto, pero real.

Nunca nos habíamos visto, nunca nos habíamos encontrado y éramos alrededor de treinta personas que estábamos reunidas, cada una de las almas con una historia diferente, con un camino diferente, con mil aspectos y mil colores... Retomé fuerzas, tomé aire, buscando “la inspiración” y abrí la charla rompiendo el hielo invitando a todos a presentarse en un clima muy cordial y alegre, de gran serenidad, para luego explicar el doble motivo de nuestra visita a Nápoles y claramente extendí la invitación a los que quisieran contribuir activamente para la realización del Congreso de Octubre. Nos presentamos como colaboradores de Giorgio pero contextualmente como hermanos espirituales que han advertido la exigencia (y el deber) de encontrarse con sus pares, que este es el Tiempo para reencontrarse y para reunirse bajo la égida del Cristo y de Su Ley.

Sin espíritu de pertenencia, sin jerarquías, sin organigramas, sin ningún prejuicio de supremacía, hasta incluso el más recóndito. Así, con el corazón en la mano y de corazón a corazón. Era esto lo que deseaba, era esto lo que nuestros Hermanos querían.

Dicen que se llama Amor, aquel del tipo incondicional... yo no sabría decirlo pero lo que se es que a través de todos, estando en la misma sintonía vibracional, dio sus frutos. Enzo, Clelia, Pako, Andrea, Imma, Tony, Angela, Nicola, Herny, Antonio, Paola, Casimiro, Alexandra, Fabiana, Giovanni, Mario, Gino, Victoria y muchos otros que seguramente cometeré el error de olvidarme de alguien, hicieron su precioso aporte expresando sus emociones y contando algunas de sus experiencias. Un espacio que permitió además un sereno y calmo debate sobre temas importantes de carácter específico, con profundo respeto en el momento que no todas las opiniones concordaban.

Después de nuestra charla Marco nos invitó a que diéramos un paseo por afuera, para mirar el cielo en el atardecer... A unos diez metros de distancia de la casa había un espacio que se encontraba justo enfrente del monte Somma, una de las montañas vesubianas, inmerso en el verde y nos pusimos a mirar la nítida bóveda celeste en busca de una señal en un clima de verdadera alegría del alma.

Regresé un momento a buscar mi abrigo, pidiendo mentalmente, pero no creo haber sido el único, “Hermanos, os pido que nos deis una ‘señal’ que pueda servir de consolación y de aval a lo que estamos viviendo”. Me gustaría que así fuera.

Al regresar a donde se encontraban los demás reunidos, además de ver a Marco que estaba “emocionado” fue donde comenzó el “carrusel” de luces color blanco mercurio que atravesaban la bóveda, que como siempre aparecían de la nada y se desvanecían después de haber trazado una parábola.

Hasta la enésima “estrella” que vimos desplazarse con una velocidad normal y que al llegar al zénit expandió su luminosidad en una forma extrema si consideramos la aparente distancia, dejando una especie de estela de luz a lo largo de algunos segundos, un saludo claro ¡una señal clara! Os podéis imaginar los gritos y las ovaciones de felicidad de todos nosotros.

Al volver a sentarnos a nuestro “círculo” la sintonía y la armonía del momento era evidente, se la sentía palpable, vi que los ojos de muchos estaban mojados, expresaban la felicidad del espíritu y la alegría del corazón; sus rostros radiantes parecían bendecir la pequeña solemnidad de estos instantes. Y fue al observar esta escena, mientras exhortaba a todos a dar una mano en la misión de Giorgio Bongiovanni para pueda estar con nosotros, que sentí de manera espontánea, no inducida ni forzada, una emoción que me quitó la palabra por algunos segundos.

Algo muy raro en mí, quienes me conocen pueden confirmarlo, pero que no dejaba de ser inexplicable. Seguramente era una sacudida interior por lo que estaba viendo y por lo que estábamos viviendo... Algo maravilloso estaba ocurriendo.

Y también Clelia, quien además de parecer una verdadera “protectora de animales” porque se dedica a darlos en adopción, tiene también una gran sensibilidad mediúnica, nos confirmó que vio cómo del techo descendía un remolino de luz en forma de espiral y que llegó hasta el suelo en el centro de nuestro círculo, y nos explicó además por qué el perro nos había estado rodeando... en un cierto momento se posó en ese mismo centro y se puso a ladrar y a dar vueltas sobre su eje persiguiendo su cola...

Nos habría encantado seguir quedándonos para hablar durante horas pero como ya era realmente tarde tuvimos que levantarnos y cenar algo, unas tortas que nuestras hermanas napolitanas habían preparado, junto con una improvisada ensalada de frutas, en un clima agradable, feliz, lleno de pequeños gestos, de emociones fraternales, de sonrisas sinceras, de caricias, de confesiones...

Cuando llegó el momento de saludarnos nos agradecimos mutuamente por la hermosa velada que acabábamos de compartir y con un recíproco deseo de volver a vernos y a encontrarnos nuevamente.

El domingo por la mañana, junto a Enzo y Carmela, nos reunimos con Marco y Andrea, para ir a visitar el salón de la Conferencia que tendrá lugar en el mes de octubre, definimos algunos detalles y confirmamos oficialmente el alquiler del mismo.

Entonces nos sentamos a tomar un café y revisamos algunos pasos útiles a seguir para poder realizar el evento futuro, delegando la responsabilidad principal a Andrea y a Marco para que sigan directamente el desarrollo de las cosas.

Marco: es un joven estupendo, con ojos maravillosos que emanan la luz de su alma, es alguien fervoroso e incansable en cuanto a lo que él llama su “misión” impregnada por el espíritu de la Comunión Crística, por encima de todas las cosas...

Andrea nutre el mismo sentimiento, él también es un joven maravilloso, fuerte y constante para impulsar constantemente a sus hermanos, tiene una apariencia tímida, según dice, y reservada, pero con un corazón grande y generoso...

Ambos están guiados por el amor de la  benevolencia de los Hermanos.

Llegó el momento del último abrazo antes de dejar esta turbulenta y maravillosa ciudad cercana a nuestra Sicilia, con alegría y siendo conscientes de haber dado y recibido, de haber cumplido un poco con “nuestro deber”.

Gracias al Cielo, a aquel que está en lo más alto, a aquel que está más allá de la  exosfera.

Rosario Pavone

Kaggi, 18 de Mayo de 2015

P. D.: Después de algunos días gracias al “famoso chat” común que aún hoy sigue manteniéndonos increíblemente en contacto, regalándonos momentos de alegría y de comunión, nos enteramos de algo que quiero compartir con todos vosotros: Clelia, quien dedica buena parte de su jornada a dar animales de la calle, o que se encuentran en las perreras, en adopción con un gran éxito, mientras estaba conduciendo su coche se topó con dos hombres en motocicleta que le hicieron señas para que se detuviera. Uno de ellos estaba por ponerse la mano en el bolsillo y ella, al intuir que se trataba de un robo instintivamente aceleró y cuando quienes la estaban siguiendo casi la alcanzaban de repente dos perros grandes, de raza pura, salieron de repente y se interpusieron en el camino de la motocicleta que, como los animales eran muy grandes, no pudo hacer otra cosa que frenar y desistir de la persecución...

¿Qué se puede decir? Incluso nuestros hermanos menores son agradecidos. Ellos si lo son.

* Nápoles es miles de colores.

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