Una visita no programada.

La hija, los hijos y los jóvenes presentes lo sostienen, mientras desciende lentamente los escalones de madera que desde la calle lo conducen a la casa ecológica construida por el joven Nico en un pedacito de tierra totalmente inmerso en la naturaleza. Un regalo para su dulce compañera Cecilia y su hermosa niña "la dueña de la casa" nos dice su papá. Los últimos escalones más altos hacia la entrada y las manos con los brazos extendidos impulsan la espalda de Giorgio para poder entrar. Nicolas, joven activista integrante del arca, acaba de enterarse que ha contraído una grave enfermedad. Todavía incrédulo por aquella visita divina se acerca lentamente con los ojos hinchados de lágrimas. La mirada del uno dentro del otro recuerda esa antigua alquimia del espíritu que el Nazareno continúa soplando en el corazón de sus amados. Un largo abrazo liberador y Giorgio se quita su collar con la estrella para colocarla sobre el pecho de Nico, dando también a Cecilia, que contiene su dolor con gran fuerza espiritual, el rubí. Un regalo del Cielo por su fe, humildad, servicio y amor a la Causa. Frente al Padre Sol la estrella brilla con una luz divina, el rostro de Nico toma color mientras Giorgio impone sus manos sobre su pecho y su frente pidiendo al Cristo el milagro. Lágrimas surcan nuestro rostro, recuerdos antiguos vuelven a la mente y la emoción se vuelve incontenible. Los compañeros y compañeras de lucha lo acompañan y lo sostienen en este camino de sufrimiento junto a la fuerte y tierna madre de su preciosa niña.

El encuentro con las hermanas y los hermanos de Argentina, después de tremendos años de pruebas como consecuencia también del cierre de las actividades por el covid y el colapso económico, debería haberse celebrado en la ciudad de Buenos Aires, pero el Cielo dispone en sus modos y formas que marcan un tiempo, una enseñanza, un valor. Desde hace muchos años Cristina, la responsable del arca de Paraná, había esperado y pedido una visita a su ciudad. "La conferencia que estoy dando aquí hoy" dice Giorgio al público presente en la sala "fue deseada por Cristo, quien a través de la cruz solar de Nico me dijo que viniera aquí y yo vine. Y no he venido solo, Él ha venido también hoy aquí".

El inmortal muestra su rostro que contiene el amor del Hijo, la justicia del Padre, la pureza de un niño, la sabiduría de un adulto. Reconocimiento, gratitud, temor de Dios recorren nuestras células. La visita a uno de nuestros hermosos jóvenes es el signo de este viaje. "Solo puedo decir gracias al Cielo que me lo ha dado todo: el amor de Cristo a través de Giorgio, la obra, mis hermanos y mis hermanas y compañeros y compañeras de lucha, Cecilia y nuestra niña".